InfoLibre, 9 de enero de 2020.
Ya tenemos investidura, pero el dinosaurio sigue ahí, y está echado al monte. La ventaja, de momento, es que el hooliganismo de Pablo Casado y Santiago Abascal –y, en menor medida, de Inés Arrimadas– está en el Congreso, no en la calle, donde la ciudadanía vive la discrepancia con normalidad. Hay mucha más educación y tolerancia en los bares que en el hemiciclo del Congreso de los Diputados. Digo “hemiciclo” porque es el escenario donde personas que cobran un sueldo público por defender intereses generales se dedican a interpretar un papel de odiador que se diluye cuando se apagan las cámaras. No todos los políticos son iguales, tenemos a Aitor Esteban (portavoz del PNV) y a Joan Baldoví (Compromís), ambos ejemplos de lo que debe ser un diputado. No son los únicos con altura, pero son los que mantienen un tono y un fondo sobresaliente en cada intervención.