Xabier Zabaltza
Esquizoglosia
(El Correo, edición de Álava, 7 de junio de 2011).

            El término que da título a este artículo significa “lengua partida” y procede de la herpetología. De esa ciencia lo tomó el lingüista noruego Einar Haugen, quien le dio un nuevo sentido: “enfermedad lingüística que puede aparecer en hablantes o escritores que están expuestos a más de una variedad de su idioma”. Aquí utilizaré ese vocablo para referirme a la actitud ultrapurista de algunos vascos, que a menudo no hablan euskara. Se trata de un mecanismo de compensación que refleja, en el fondo, un profundo complejo de inferioridad.

            El fundamento de la esquizoglosia vasca es la presunción de que el euskara es algo intrínsecamente opuesto al castellano. Tal principio se deja sentir tal vez más que en otros ámbitos en la toponimia, especialmente en la de las zonas de Vasconia donde no se habla vascuence desde hace siglos. Cuando un pueblo no tiene en euskara un nombre distinto al castellano, hay que inventárselo. En este artículo me voy a detener en un caso que clama al cielo.

            En los últimos años hemos asistido a un duelo toponímico entre los ayuntamientos de Laguardia y Lanciego, en la Rioja Alavesa. ¿El motivo? Biasteri, supuesto nombre vasco de una localidad del sur de Álava, que ambos municipios reivindican para sí.

            Viasteri (con v) aparece por primera vez en el Repertorio de todos los caminos de España (1546), obra de Pero Juan Villuga. El nombre se reprodujo en varios mapas de los siglos XVII y XVIII, lo que contribuyó no poco a su difusión. Miguel Martínez Ballesteros, en el Libro de Laguardia, publicado en 1887, fue el primero en afirmar que Biasteri (con b) era la cabeza de cuadrilla e incluso se atrevió a sugerir una etimología euskérica: “pueblo que está debajo ó entre dos peñascos” (en ese caso debería ser algo así como *Biaizperri). Antes de la Guerra Civil, el descubrimiento de Ballesteros conoció cierto éxito en algunos círculos. Pero fue Euskaltzaindia quien le confirió honorabilidad, al darlo por bueno en sendos nomenclátores publicados en 1979 y 1986.

            En realidad, Viasteri es simplemente un error de transcripción por Vinásperi, nombre romance arcaico de Viñaspre, que hasta el siglo XVII perteneció a Laguardia y en la actualidad a Lanciego. Henrike Knörr intentó, de manera muy forzada, dar a Vinásperi una etimología euskérica, poniéndolo en relación con el nombre de un despoblado cercano a Leyre, Benasa (que en vascuence debería ser más bien *Meaza). Viñaspre se encuentra en zona del dominio histórico del romance navarro y su etimología es diáfana: del romance viña aspre, “viña áspera”. Como ya señaló Menéndez Pidal, el cierre de la -e final en -i en Vinásperi era un rasgo del habla de la Rioja. Por otro lado, en 1989, Gerardo López de Guereñu publicó su libro Toponimia alavesa, en el que recoge el término Guardiabidea, lo que demuestra que el nombre que los vascohablantes daban a Laguardia era Guardia, no Biasteri.

            Lo que ocurrió desde entonces no ha sido más que una continua sucesión de despropósitos. En 2001, la Academia propuso como nombre en euskara de Laguardia la forma correcta Guardia, pero sin atreverse a rechazar Biasteri. Para complicar todavía más las cosas, en 2005, el Ayuntamiento de Lanciego oficializó la denominación bilingüe Viñaspre/Biasteri, siguiendo un dictamen de la propia Euskaltzaindia. La Academia había reconocido en 2003 que Biasteri no era Laguardia, pero intentó mantener su uso para Viñaspre hasta 2010, cuando volvió a cambiar de opinión, desterrando definitivamente Biasteri y optando como equivalente euskérico de Viñaspre por la forma riojana Binasperi, con b. Porque si fuera una evolución propiamente vasca, debería haber perdido su n, su s se habría convertido en z y, probablemente, su b en m, es decir, debería ser *Miazperi. Ese mismo año 2010, el Ayuntamiento de Lanciego amenazó con llevar al de Laguardia a los tribunales por el uso indebido de Biasteri.

            A nadie se le escapa que lo que está en juego no es una mera cuestión lingüística. Biasteri no es Laguardia y ni siquiera es euskara. Pero eso es lo de menos. Lo importante es que sea un nombre distinto del castellano. Por eso, un sector de la población del pueblo sigue aferrándose a él, en perjuicio del auténtico equivalente euskérico, que es Guardia. Como se ha dicho, el Ayuntamiento de Lanciego tiene el copyright sobre Biasteri, pero se ha mostrado dispuesto a cedérselo al de Laguardia. Si se llegara a un acuerdo, el nombre euskérico de Laguardia sería oficialmente Biasteri y el de Viñaspre, Binasperi,a pesar de que no se constata el uso de ninguno de los dos en euskara. ¿Alguien da más?

            Este no es en absoluto el único caso de esquizoglosia toponímica vasca. Villabuena de Álava nunca ha sido Eskuernaga, ni Sopuerta, en las Encartaciones, ha sido Garape, ni Peralta, en Navarra, ha sido Azkoien. Esos supuestos topónimos euskéricos y varios más que me callo no tienen más fundamento que las erratas de Villuga y Ballesteros. Los vascos tenemos que entender de una vez que no tiene por qué existir siempre una diferencia entre el castellano y el euskara y que, por lo tanto, Eskuernaga, Garape y Azkoien, como Biasteri (y, en menor medida, Binasperi), son puros dislates.

            Admiro y respeto a las personas e instituciones que trabajan por el euskara, también en lugares donde, reconozcámoslo, nunca ha sido una lengua mayoritaria. Pero me duele nuestra incapacidad para discernir entre lo que fuimos y lo que queremos ser y me preocupa nuestro empeño enfermizo por diferenciarnos de nosotros mismos.

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Xabier Zabaltza es historiador. Autor de Mater Vasconia. Lenguas, fueros y discursos nacionales en los países vascos (Hiria, San Sebastián, 2005).