Xabier Zabaltza
Sobre el Día de Euskadi

Con toda probabilidad este año va a ser el último en que el Día de Euskadi, instituido por el Gobierno anterior, se celebre un 25 de octubre, fecha que rememora la aprobación del Estatuto de Gernika en 1979. El Gobierno actual prefiere el 7 de Octubre, día del nombramiento de José Antonio Aguirre como lendakari en 1936. Bildu, por su parte, opta por el 3 de Diciembre, para hacerlo coincidir con el Día de Navarra y del Euskara, pero no me extenderé en su propuesta porque no se refiere a la Comunidad Autónoma, sino a la Euskal Herria de las siete provincias.

El PNV parece olvidar que Aguirre se convirtió en presidente del primer Gobierno Vasco en virtud de otro Estatuto, aprobado por las Cortes seis días antes, iniciada ya la Guerra Civil. El llamado Estatuto de Elgeta reconocía muchas menos competencias que el del 79 y solo estuvo vigente durante algo más de ocho meses y, de hecho, únicamente en Vizcaya y en sendas porciones de Guipúzcoa y Álava. La mayor parte del territorio de estas dos últimas provincias, por no hablar de Navarra (que ni siquiera es mencionada en el Estatuto de 1936, a diferencia del de 1979), estaban ya para entonces en manos de los sublevados.

El Estatuto de Elgeta no era, ni mucho menos, un estatuto nacionalista. Fue obra fundamentalmente del socialista Indalecio Prieto y en el Gobierno que amparó participaron la mayoría de las fuerzas leales a la República, no solo el PNV. El 7 de octubre de 1936 fue en efecto el día de nacimiento de Euzkadi, ya que, salvo el paréntesis de la Guerra de la Independencia (1810-1813), nunca antes había existido, al menos sobre el papel, un Gobierno común y exclusivo para Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Por eso mismo, la elección del 7 de Octubre como día de la Comunidad Autónoma podría tener sentido, siempre y cuando fuera fruto de la negociación en el Parlamento y no la decisión unilateral de un partido.

No es un secreto que el Gobierno Vasco pretende hacer partir su legitimidad histórica de una realidad hoy inexistente, la Segunda República, para así marcar las diferencias respecto al actual Estado español. No hará falta recordar que en 1936 el PNV era un converso reciente al republicanismo. Durante los primeros años de la República prefirió entenderse, entre otros, con los carlistas, enemigos acérrimos de ésta. Por eso el Estatuto vasco, a diferencia del catalán, no fue una prioridad para las izquierdas hasta el estallido de la guerra.

Algo estamos haciendo mal en Euskadi. En Galicia, el PP y el PSOE reivindican sin complejos la figura del galleguista republicano Alfonso Castelao, uno de los padres del non nato Estatuto gallego de 1936. Aquí, para las fuerzas llamadas constitucionalistas, el Estatuto de Elgeta, Aguirre y Prieto, como todo lo relacionado con la Segunda República y la Guerra Civil, son un tabú. Mientras eso siga siendo así, las fuerzas abertzales tendrán las manos libres para interpretar a su gusto esa etapa fundamental de nuestra historia y los vascos seguiremos sin alcanzar un mínimo consenso sobre nuestro pasado más reciente y los símbolos que deben representarnos.

Dicho esto, tampoco silenciaré que para un historiador resulta difícil de comprender la oposición frontal al 25 de Octubre por parte del PNV. El referéndum sobre el Estatuto de Gernika se celebró exactamente el 140 aniversario del día en el que, según Sabino Arana, Euzkadi había perdido sus fueros. El PNV trató entonces de vincular de modo simbólico la Ley Nueva (el Estatuto) con la Ley Vieja (los fueros). Ni que decir tiene que los fueros de las antiguas Provincias Vascongadas no fueron abolidos el 25 de octubre de 1839, sino el 21 de julio de 1876. El fundador del PNV cambió la fecha porque precisaba de una ley que afectara no solo a Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, como la de 1876, sino también a Navarra. El caso es que desde 1906 el PNV llevó en su programa la derogación de la ley de 1839, que en realidad es una ley confirmatoria de los fueros “sin perjuicio de la unidad constitucional de la Monarquía”. La interpretación sabiniana de esa ley como abolitoria fue aceptada acríticamente por la mayoría de las fuerzas políticas, no solo vascas, y, lo que es más sorprendente, por la propia Constitución de 1978. Para más inri, los catalanes, a quienes ni les van ni les vienen las teorías históricas de Sabino, votaron su Estatuto el mismo día, si bien es cierto que la Diada nunca se ha celebrado un 25 de octubre.

Tanto el 7 de octubre de 1936 como el 25 de octubre de 1979 son fechas importantes en la convulsa historia de nuestro país. Con sus luces y también sus sombras, ambas pueden simbolizar el entendimiento entre sensibilidades diferentes y reúnen las condiciones para representar dignamente a la mayoría de alaveses, guipuzcoanos y vizcaínos. Solo falta que sus señorías se pongan de acuerdo de una vez. Euskadi no puede ser la única comunidad sin un día propio.

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Xabier Zabaltza es profesor de Historia Contemporánea de la UPV/EHU