Xesús Vega

Nunca Máis
(Página Abierta, nº 134, febrero de 2003)

Tuvimos la oportunidad de conversar con Suso Vega, miembro de Inzar y parlamentario autonómico por el BNG, acerca de los efectos de la tragedia que ha supuesto para Galicia el hundimiento del petrolero Prestige. En especial, quisimos conocer su opinión sobre ciertos puntos de indudable interés para nosotros, como pueden ser la reacción social que ha suscitado la catástrofe: el trabajo de las personas voluntarias y la protesta social frente a las responsabilidades de lo sucedido, o el papel desempeñado por las diferentes administraciones públicas.
«Hemos vivido la respuesta de mayor dimensión y duración registrada en Galicia desde la transición. Anteriormente, hubo otras movilizaciones importantes a determinados acontecimientos, pero de esta magnitud no se había vivido antes».
Y para apoyar esta afirmación, Suso nos ofrece algunos datos demostrativos: el 1 de diciembre pasado se celebró una manifestación en Santiago a la que asistieron entre 150.000 y 200.000 personas, una asistencia muy superior a la que preveían los propios organizadores.
El 11 de diciembre, cerca de 300.000 personas se echaron a la calle en diversas ciudades. En alguna de ellas, como fue el caso de Ourense, se produjo la manifestación más nutrida que ha conocido esta ciudad, donde 30.000 personas secundaron la protesta.
El 6 de enero, casi dos meses después del inicio de la catástrofe, una manifestación de carácter lúdico, diferente de las manifestaciones habituales, convocada por la Plataforma Nunca Máis, y, más en concreto, promovida por una de las organizaciones integrada en esa Plataforma, Burla Negra o Contra la Burla Negra, que es una plataforma que agrupa a artistas e intelectuales, congregaba en Vigo a 50.000 personas.
Dos días antes de esta conversación, el miércoles, 22 de enero, una iniciativa que se venía preparando desde diciembre, puesta en marcha por otra plataforma también integrada en Nunca Máis, la plataforma Área Negra, creada por trabajadores de la enseñanza secundaria, movilizó, según las cifras que se han dado, a 42.000 chavales y chavalas de 420 centros de secundaria, para unir 40 kilómetros de costa entre Laxe y Muxía. Fue necesario fletar más de 800 autobuses para transportar a estos miles de chavales. A esta acción se adhirieron unas 70.000 personas, que no se pudieron incorporar a la cadena humana por carecer, entre otras cosas, de autobuses, pero que formaron otras cadenas en A Coruña, Santiago, Vigo...
«Para que fuese posible la movilización de tantos miles de chavales y chavalas, era necesario, como así sucedió, que las madres y los padres estuviesen de acuerdo, como también los responsables de los centros de enseñanza públicos o privados. Porque parte de los alumnos que se movilizaron eran de centros privados concertados de carácter religioso, y contaron con la tolerancia y apoyo de los responsables de esos centros. Esto da una idea del ambiente social que existe», nos explica Suso.
O, en fin, un concierto el día 21 de enero en Santiago, al que acudieron 6.000 personas, a imagen de los que se hacían en los años setenta, con asistencia mayoritaria de jóvenes.
Otro detalle de esa movilización social fue lo ocurrido en Coruña en el trascurso del partido de fútbol entre el Deportivo y el Celta, el 4 de diciembre pasado, en el que fueron continuos y masivos los gritos de “Nunca máis”, o “Dimisión”. Previamente, además, las peñas de ambos equipos se habían puesto de acuerdo, a pesar de la fuerte rivalidad que hay entre esos dos grupos de aficiones, para manifestarse en relación con la catástrofe. Enterados de su propósito, y para tratar de evitarlo, el presidente del Deportivo, Lendoiro, pidió un aval por los posibles destrozos que pudiera causar la afición. Eso desató una polémica y logró desactivar la acción prevista, pero no así la protesta en el estadio.

Factores que explican esa reacción

Le preguntamos a Suso cuáles son las causas que han podido producir una reacción social de esta envergadura. No señala varios factores que han podido influir, de forma combinada, advirtiendo de antemano que habla al día de hoy y con los datos de que dispone: «Habrá que esperar y tomar una cierta distancia en el tiempo para hacer un análisis más aquilatado».
«Para mí, un factor es la vivencia de lo sucedido como un ataque a un símbolo de la comunidad gallega: el mar, las rías, la riqueza pesquera, el patrimonio paisajístico. Ello forma parte, digamos, de la identidad comunitaria gallega. A cada uno de nosotros se nos ha roto algo cuando hemos visto en directo, o incluso a través de las imágenes de televisión, lo que ha pasado allí».
«Un segundo factor –prosigue Suso– seguramente es actual sensibilidad ecológica, la capacidad de respuesta que provoca un atentado contra la riqueza del ecosistema en sectores sobre todo juveniles urbanos, e incluso en sitios muy alejados de la costa. Y esto se ha vivido con especial intensidad por esa dimensión que ha tenido este atentado».
Para Suso, el espectáculo de las incompetencias y mentiras mostrado por las autoridades, los vanos y hasta absurdos intentos de minimizar y hasta ocultar la catástrofe, han sido, sin duda, también un alimento de la protesta.
Y Fraga no ha servido esta vez para apagar la indignación. Todo lo contrario, quizá. Algo de gran importancia. «Después de estos dos meses hemos asistido –afirma Suso–, si no a la caída, sí, desde luego al cuestionamiento del mito Fraga. Había un mito alimentado sobre todo por sus seguidores de que Fraga era protector de los suyos, gran conseguidor, gran cacique; el Fraga capaz de llegar a todos los sitios, el gran padre de una familia. Este mito se ha venido abajo estrepitosamente». La decisión del Gobierno central dejando en segundo plano a la Xunta y al mismo Fraga, además de la propia actuación de éste, ha ayudado lo suyo, seguramente.
Al hablar de esa unidad manifestada en la sociedad gallega en estos meses, Suso tiene la impresión de que en la tragedia del Prestige se ha producido una combinación de factores análogos a los vividos por él en otras situaciones históricas (el franquismo y el posfranquismo, movilizaciones contra la entrada en la OTAN…). «Es decir, la población defendiéndose contra un gran mal, en este caso contra un monstruo en forma de barco. De ahí que hayamos asistido a la configuración de una unidad social amplia en Galicia, con muy pocas fronteras sociales, políticas y generacionales».
En este movimiento, no faltan algunos símbolos fuertes, según él: Fraga es uno de ellos, aunque en caída; Nunca Máis es otro. «Este último es, además de un grito, una bandera específica y una plataforma, un símbolo, algo que representa mucho, que une. Y cada uno le puede poner los acentos que quiera».
Mientras las instituciones públicas hacían dejación de sus responsabilidad, se producía una explosión de marineros que iban a recoger el fuel, de gente protestando en la calle, de voluntarios y voluntarias que limpiaban las playas… Los propios ciudadanos se hacían cargo de los asuntos comunitarios. «Para mí, y aunque esté en el subconsciente colectivo, eso ha tenido una consecuencia muy importante: existe una sensación de autoestima, de confianza en las propias fuerzas; la gente ha visto que podemos hacer cosas aunque estén ausentes quienes debían hacerlas. Ésa es una de las huellas del movimiento», agrega Suso.
Por último le preguntamos a nuestro contertulio sobre las repercusiones políticas que esta tragedia puede acarrear. «Es una incógnita si lo sucedido tendrá repercusiones en la esfera política. Pero, desde luego, creo que sí tendrá consecuencias en la psicología social en los próximos años. Al menos así lo espero», nos contesta.