infoLibre, 6 de julio de 2020.
• Una investigación de Paloma Aguilar, catedrática de Ciencia Política especializada en memoria, penetra en los rituales de duelo clandestino durante el franquismo en un pueblo de Badajoz ferozmente reprimido
. • Las familias, privadas de un entierro que diera «descanso eterno», dejaban marcas discretas en las fosas, ponían a los nacidos el nombre de las víctimas y convertían fotos y posesiones en objetos de culto.
• Descendientes de los asesinados, liderados por una carnicera, formaron en Casas de Don Pedro una «comunidad de memoria» que permitió impulsar la primera exhumación de restos en Extremadura, en 1978.
«Siempre pensé que la mujer de la foto era mi madre. Lo daba por hecho, vamos. Y un día, una mujer que estaba mirando la fotografía, dice: ¡Qué guapa era Cecilia!». Sí que lo era. Se observa en la fotografía que ilustra este artículo, utilizada con el permiso de Petra Mijarra, de 62 años, hija de la segunda esposa de Santiago Mijarra, cuya primera mujer, Cecilia, embarazada, fue asesinada en 1939 por los franquistas. De ahí la confusión. Petra siempre dio por hecho que la mujer de la foto era su madre, Granada. Pero no. Se tuvo que enterar casualmente. No son temas fáciles de hablar. Los vivos no recordaban a los muertos como querían, porque incluso el duelo estaba limitado y perseguido.