El País, 28 de agosto de 2025.
Estados Unidos, Israel e India convergen en construir al islam y a los musulmanes como una amenaza existencial.
En la base de muchos de los relatos de conquista y colonización en la Edad Moderna subyace la noción del “pueblo elegido” con un supuesto derecho divino a someter —o incluso eliminar— a razas y pueblos considerados por su naturaleza inferiores. La presencia de estos pueblos se percibe como un obstáculo, primero, para la expansión territorial y, más adelante, para la consolidación de naciones étnicamente “puras”. No fue hasta mediados del siglo XX cuando empezó a utilizarse la palabra supremacista, apareciendo por primera vez en 1946 en las páginas del Chicago Defender, uno de los periódicos afroamericanos más influyentes de la época. Europa acababa de salir de la experiencia traumática de la ocupación nazi, justificada por el Tercer Reich en nombre del “espacio vital” de la nación alemana, y profundamente tocada por el exterminio de la población judía y otras minorías consideradas “subhumanas”. Asociada inicialmente al supremacismo blanco, la palabra supremacismo se utiliza hoy para describir un movimiento o “ideología que defiende la preeminencia de un sector social sobre el resto, generalmente por razones de raza, sexo, origen o nacionalidad”, según la definición de la RAE, que incorporó el término a su Diccionario en 2021.