El País, 5 de junio de 2022.
De repente, todos reconocen que al menos algunas fronteras nacionales son clave para la economía y la seguridad.
La primera reunión del Foro Económico Mundial en más de dos años fue sensiblemente diferente a las numerosas conferencias de Davos anteriores a las que he asistido desde 1995. No fue solo que la nieve deslumbrante y los cielos despejados de enero fueran sustituidos por pistas de esquí desnudas y una llovizna sombría de mayo. Más bien fue que un foro tradicionalmente comprometido con la defensa de la globalización se ocupó principalmente de los fracasos de la globalización: cadenas de suministro rotas, inflación de los precios de los alimentos y la energía, y un régimen de propiedad intelectual (PI) que dejó a miles de millones de personas sin vacunas covid-19 simplemente para que unas pocas empresas farmacéuticas obtuvieran miles de millones de beneficios adicionales.