huffingtonpost.es, 07 marzo 2018
Entrevista con la catedrática de Sociología y experta en trabajo no remunerado.
Pocos días tiene una la suerte de sentarse frente a una mujer pionera. Dice la RAE en su segunda acepción que pionero/a es una «persona que da los primeros pasos en alguna actividad humana». Sin ánimo de corregir a la Academia de la Lengua, urge ampliar esa definición para dar cabida a la trayectoria de Ángeles Durán (Madrid, 1942).
Única mujer en haber recibido el Premio Nacional de Investigación Pascual Madoz, Doctora Honoris Causa por las Universidades de Valencia, Autónoma de Madrid y Granada y con una decena de libros publicados en inglés, francés, alemán, portugués, italiano y catalán y cientos de artículos, Durán fue la primera mujer, en 1982, que logró una cátedra de Sociología en España.
Para entonces, hacía tres años que había fundado el Seminario de Estudios de la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid, el primer instituto universitario de ese tipo en nuestro país. Lo hizo tras acabar sus estudios en Ciencias Políticas y Económicas en los 60, un tiempo en el que ser mujer y universitaria aún era una rareza. Como lo era también investigar sobre el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar.
¿Cuánto vale al año el trabajo que hace una ama de casa y cuánto contribuye al crecimiento de la economía nacional? Esa pregunta, que muchos aún no se la quieren hacer en 2018, Durán ya se la formulaba hace 40 años. Lo dicho: la palabra pionera se le queda corta.
Durán, ajetreada estos días en el remate de su última obra, La riqueza invisible del cuidado, que se publica este abril, responde, directa, amable y didáctica en su piso del centro de Madrid.
Doctora Durán, para los que no se quieren enterar: ¿Cuánto vale ese trabajo femenino que no figura en los medidores de riqueza de un país?
Todo depende de cuánto se quiera pagar por él. Como no tiene precio, no tenemos una medida comparable con lo que valdría si fuese algo pagado porque entonces tendría precio de mercado y no habría ninguna duda. En estos momentos, algunos ayuntamientos están haciendo cálculos de lo que les cuesta cuando ponen una persona que vaya a las casas a ayudar a los enfermos y sale a 30 euros la hora. Y, sin embargo, hay estudios del Instituto de Estadística que lo han valorado en cuatro.
¿De qué hablamos exactamente cuando hablamos de trabajo no remunerado? ¿A qué tareas nos referimos?
Si hablamos en sentido amplio, sería lo que en las encuestas del INE se llama ‘tiempo dedicado al hogar y la familia’. Y, en ese caso, es más extenso que el tiempo dedicado al mercado de trabajo.
¿Cómo contribuye el trabajo no remunerado a la riqueza de un país?
Los estudios en economía están muy sesgados porque se derivan de la teoría de Adam Smith, que se centra en la riqueza que se produce a través del mercado. Si a mí me preguntan, no soy en este sentido smithiana sino todo lo contrario, porque la riqueza de un país está en su capacidad de producir bienestar y no en la de crear bienes que cuestan dinero que, además en muchos casos, producen malestar.
Pero, si usted me obligase a dar una cifra, la que manejo de mis estudios es que equivaldría a un 55 % del PIB. Pero advierto que, si se utilizan otros indicadores, podríamos estar hablando del 120% del PIB. Ahora bien, yo del 55% del PIB no me bajo.
Para hacernos una idea de la magnitud del asunto, rescato una frase suya que pronunció en su acto de investidura como Doctora Honoris causa en Valencia: «Si se mide en horas trabajadas, el trabajo no remunerado es más voluminoso a nivel mundial que el remunerado».
Si pensamos en los países desarrollados, hay que pensar que la edad media de fallecimiento es superior a 80 años y en el mercado de trabajo sólo están los que tienen empleo, más o menos, entre los 20 y los 62. Ahí tenemos 42 años de vida laboral para una población que vive el doble. Así que ya sabemos que la mitad de nuestra vida no estamos en el mercado de trabajo. A eso, si a los que tienen entre 20 y 62, le restamos las amas de casa, los estudiantes, los desempleados o los enfermos, ya vamos reduciendo el trabajo remunerado. Y, si al día le quitas el descanso, ya nos vamos dando cuenta de que la parte dedicada al trabajo remunerado es muy pequeña.
El trabajo no sólo se refiere a la productividad, el beneficio o el dinero porque, en términos de bienestar, ¿cuál es el valor de llegar a casa y encontrarla limpia, con la comida hecha y la ropa planchada?
Es inmenso. Yo siempre suelo poner el ejemplo, por salirme del ámbito doméstico, de un hospital. Cuando hay una huelga de limpiadores, no pueden funcionar los quirófanos. La limpieza es esencial. Del cuidado de los niños, qué vamos a decir. Y si a los enfermos no se les atendiera, morirían. Y hay que tener en cuenta que la mayor parte de los enfermos ni siquiera están dentro del sistema hospitalario porque la inmensa mayoría de cuidados del enfermo se produce fuera del contexto sanitario.
«El trabajo no remunerado contribuye a la cohesión social más que cualquier otro programa de políticas públicas». ¿Qué quiere decir?
Cualquier política pública se ocupa de resolver un problema concreto delimitado y con un esfuerzo limitado mientras que el trabajo no remunerado es el cemento que une todos los elementos dispersos que necesitan un aporte del resto de la sociedad. Ahí caben los niños, los mayores, los enfermos, pero también el estresado o el que pasa por una crisis personal que no tiene por qué ser económica.
El trabajo no remunerado que se dedica a las personas a las que se quiere y para uno mismo es la argamasa que da consistencia al resto. Los demás programas son limitados. Las guarderías, por ejemplo. Son imprescindibles, pero sólo le da cuidado a un niño durante unas horas. Ni sábados ni domingos ni vacaciones ni cuando se pone enfermo. Todo lo que no cubren los programas va a parar a ese cajón que es inmenso y gratuito y generosísimo que es el trabajo no remunerado dentro de los hogares.
¿Por qué, si las mujeres nos hemos incorporado masivamente al mundo laboral, ese trabajo doméstico sigue recayendo en nosotras?
Porque el cambio social es pequeño y es más fácil aceptar que una persona venga a compartir contigo el empleo -eso costó sangre, sudor y lágrimas- que, además, aceptar que, como consecuencia de esa conquista de las mujeres, el hombre va a tener que compartir también un espacio, el del trabajo doméstico, en el que no tenía ningún interés porque estaba liberado para el ocio o para tener un trabajo mejor pagado.
Dice usted que los hombres cuidan más cuando sólo tienen un niño. ¿Qué pasa a partir del segundo hijo?
Los hogares los inician parejas, en su mayoría, con ambos miembros incorporados al mercado de trabajo y a la educación. En los primeros tiempos, cuando no tienen hijos, mantienen un reparto de tareas más o menos equitativo. Después, llega el primer hijo y eso ya es un desafío enorme porque hay que dedicarle muchas horas diarias y ahí es donde empieza el gran salto. Las mujeres asumen más tareas que ellos pero, aún así, ellos asumen bastante trabajo. Pero, con el segundo, la carga es tan grande que la mayor parte de las parejas se especializan.
En lugar de hacer división por igual del trabajo, lo que hacen es división especializada. Es decir, los hombres se incorporan más al mercado de trabajo porque suele coincidir con que ellos han mejorado profesionalmente y ganan más que cuando tenían sólo un hijo. Entonces, la pareja puede prescindir de parte del dinero de la esposa. El resultado para las mujeres es que incorporarse al mercado laboral después resulta más difícil.
Y no sólo eso. Es que, si una mujer se pide una baja o deja de trabajar para cuidar de su hijo, su pensión será menor que la de su marido.
Hay un libro ¿Cobraremos la pensión?, de Santos Ruesga, en el que, precisamente, escribo un capítulo sobre la situación de la mujer y sus pensiones. Al asumir la mujer el trabajo no remunerado el resultado es que, para muchas, la situación es dramática, temible. Significa pobreza garantizada para ellas en la vejez.
¿Qué le diría a una lectora que se encuentre en la disyuntiva de dividirse entre el trabajo y la familia? ¿Cómo tendría que negociar con la pareja esa situación?
Pues que se lo piense muy bien. Que, si puede, piense en ella. La mayoría de las mujeres son muy generosas y piensan más en los demás que en sí mismas. Y hay que ser racional. Pensar que en España hay una tasa alta de divorcios y también hay paro y muertes. Divorcio, paro y muerte son tres amenazas que una mujer debe tener en cuenta. Y, al mismo tiempo, las animo a que cultiven la generosidad, que es un regalo para todos. No hay que renegar de los valores de la generosidad, pero sí ser racional.
Según el último barómetro del CIS, la única tarea del hogar que se reparte igualitariamente entre hombres y mujeres es hacer los pagos y las gestiones en los bancos. El resto (preparar la comida: 19,9% – 54,6% ; hacer la compra: 20,9%- 42,3% ; limpiar la casa: 44,9%- 14,8%) recae mayoritariamente en nosotras. ¿No le dan ganas de llorar?
Me dan ganas de enfadarme, llorar sirve de poco. Hay que actuar.
¿Cómo ve a los jóvenes en temas de igualdad?
Si lo miro respecto al pasado, estamos mucho mejor pero, aún así, lo que falta por recorrer es inmenso. Creemos que hemos conseguido la igualdad y no es verdad.
¿Y a los hombres? ¿Qué hay que decirles para que entiendan que la igualdad también es su lucha?
A los hombres hay que quererlos. Son nuestros amigos. Querer es el arma más poderosa que tenemos y también lo es para luchar, pero no hay que arrodillarse ante ellos y no hay que tenerles tanto miedo. Hay que temer a los que no merecen el calificativo de hombres, pero la relación esencial que tenemos que tener con ellos es la de quererlos porque nos hacen más felices.
Mi marido murió hace dos años y echo mucho de menos tenerlo al lado, aunque no era una maravilla a la hora de compartir las tareas de la casa. Intelectualmente le debo mucho. En las oposiciones de cátedra, que fue donde yo me hice feminista, tengo que decir que llegué a un nivel intelectual que no me dieron todos los años de universidad y eso fue porque él era un magnífico intelectual. Dentro de casa, era un hombre de su época.
«La huelga del 8-M sirve para poner encima de la mesa que los cuidados son un trabajo y no se reparten de manera equitativa.»
Usted es abuela y no sé si echa una mano en la crianza de sus nietos. ¿Qué pasaría en España si hubiera una huelga de abuelos y abuelas?
Yo, no tanto como otras abuelas. Pero, sí, habría que cerrar el país. Los abuelos ayudan con los nietos pero las abuelas… Para muchas mujeres, tener a una madre en la retaguardia es la garantía de que puedes seguir ejerciendo tu profesión cuando tienes hijos. Y esto pasa, sobre todo, en los niveles más bajos. Si tienes un empleo como asistenta o en un supermercado, o tienes a alguien que te eche una mano o no puedes seguir trabajando. Porque ni puedes pagar un cuidador profesional ni los servicios públicos te lo cubren todo. Así que necesitas a alguien que te lo haga gratis. Y ese gratis es tu madre.
El agradecimiento al abuelo o abuela que cuidan niños está muy reconocido pero lo que no lo está tanto es el de la abuela que todavía es hija y que cuida al bisabuelo o bisabuela. El cuidado de los niños es el más bonito, es precioso. Cuidar de un niño pequeño es divertido, lo que inviertes en ellos se nota enseguida y te lo devuelven con creces. Todos tenemos en mente la imagen del abuelo en el parque con el crío, pero el trabajo duro es el otro.
Es el que hacen los abuelos y abuelas de cuidar a su padre o madre con Alzheimer, que incluso insulta porque no reconoce a su cuidador. Ese inmenso trabajo no está reconocido. Si ese trabajo lo remuneráramos, nuestros impuestos serían superiores al 70%.
Una de sus publicaciones está dedicada a «los cuidadores no remunerados de niños y enfermos, aunque pocos las leerán porque estarán demasiado ocupados en su propio y absorbente trabajo de cuidado». Precisamente, este 8 de marzo hay una huelga convocada que no sólo es laboral sino también de cuidados. ¿Cree que es un instrumento eficaz?
Te respondo con otra pregunta: ¿me habría hecho esta entrevista si no fuera con motivo de esa huelga?
Probablemente, no.
Pues esa es mi respuesta. Por lo menos, esa huelga está sirviendo para poner encima de la mesa, tanto si tiene éxito como si no, que hay un problema a resolver, que los cuidados son un trabajo y no se reparten de manera equitativa. Si me pregunta ‘¿va a hacer la huelga?’ creo que es bueno decir ‘hoy yo no voy a hacer esto, te toca hacerlo a ti’. A mí me parece muy bien. Por lo menos, que haya un día en el que la mujer se sienta arropada porque hay millones de mujeres diciéndoles a sus amigos, compañeros, a sus hijos e hijas ‘Esto yo lo hago todos los días. Hoy te toca a ti’.
Apoya la huelga del 8-M entonces.
Apoyo la idea. No sé si en la práctica en muchos sitios la huelga va a durar un rato. Como un rato y simbólico, claro que la apoyo. Pero, si tuviera un enfermo al lado, no dejaría si no hubiera otra persona que lo pudiera atender. Lo que sí haría es buscar con ahínco a una persona que me pueda reemplazar.
Mi madre dice que a las mujeres nos han engañado. Que antes hacíamos una jornada laboral -en casa- pero que nosotras hacemos dos -dentro y fuera de casa-. ¿Cómo hacemos para no sentirnos engañadas tras poner una lavadora a las 11 de la noche después de haber trabajado 10 horas en la oficina?
Pues es que tu madre tiene razón. Lo que pasa es que ser independientes nos gusta mucho. Es lo único que hemos ganado. La guerra por la independencia es muy cruenta. No deja cadáveres físicos pero produce mucha amargura y mucha dificultad pero vale la pena. Nosotras pagamos un precio muy alto. ¿Quién nos dijo que nos iban a regalar la igualdad? Nadie nos ha regalado nada. Las mujeres anteriores a mí la han peleado duro, duro, duro. Yo la he peleado duro. Y mi hija lo está haciendo en este momento. Y mi nieta también seguirá peleando por la igualdad.
Cuando se jubiló hace 6 años, dijo en una entrevista que intentaría sacar tiempo para cantar en un coro ¿lo ha conseguido?
Qué va… No tengo tiempo… Como no me admitan en una parroquia pequeña, de coro, nada.