Clarín, 11 de septiembre de 2022.
Expectativas infundadas están haciendo mucho daño a los procesos de renovación democrática. Tres falacias lo ilustran: atribuir una superioridad moral y/o epistémica al pueblo, suponer que la participación ciudadana es superior a y por tanto opera como un reemplazo deseable de la representación, y dar por hecho que el déficit de legitimidad se resuelve cuasi-automáticamente con más participación.