Cuando el futuro parecía mejor

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eldiario.es, 17 junio 2018

Hubo un tiempo de horizontes de progreso, de conciencia y aspiración a favor de una construcción colectiva del porvenir. Un tiempo en el que las organizaciones obreras caminaron junto a millones de personas, hasta empujar y traspasar la frontera de lo posible. De aquel tiempo –en el que la perspectiva se orientaba a la superación del modelo socioeconómico– nos habla el último libro publicado por Enrique Palazuelos (Cuando el futuro parecía mejor. Auge, hitos y ocaso de los partidos obreros en Europa, Editorial Akal).

Palazuelos bucea en la historia de Europa y examina con detalle la determinante contribución de los partidos socialistas y comunistas en el afianzamiento de los logros que democratizaron el viejo continente: abolición del derecho censitario, extensión del sufragio universal, jornada laboral de 8 horas, conquista del voto de las mujeres, pensiones públicas y servicios sociales garantizados, educación gratuita para los hijos de quienes no podían pagarla pero se habían dejado la piel derrotando al nazismo y construyendo la nación.

Desde la Revolución francesa hasta la enorme fortaleza acumulada por la socialdemocracia alemana, pasando por las sociedades fabianas y la consolidación del laborismo británico, el autor revisa pormenorizadamente los avances y retrocesos de estos movimientos políticos. Y lo hace en una admirable obra en donde inevitablemente se entrelazan la historia de las organizaciones obreras, la historia de sus ideas y la propia historia política del continente.

Da cuenta con ello de un relato jalonado de pasos adelante y atrás, de conquistas y derrotas, y de la tenacidad de estos movimientos por conquistar el futuro. Fue esta tenacidad la que permitió incrustar en el capitalismo, década a década, siglo a siglo, elementos democratizadores a priori ajenos a dicho sistema. Siempre con una preocupación: dejar para la siguiente generación un suelo de conquistas, de avances, cada vez más sólido, cada vez más elevado.

Los grandes pilares de la democracia política, tal y como hoy la conocemos en Europa, no nacieron de la mano del capitalismo. La contribución de los partidos socialistas y comunistas fue determinante para construir la intersección –siempre provisional, siempre fugitiva– entre libertades cívicas, parlamentos representativos de la soberanía popular, reparto de poderes y garantía de derechos sociales desmercantilizados.

Pero el viento de la historia no siempre sopla a favor. En 1914 el SPD alemán agrupaba a más de un millón de militantes, cifra que se mantuvo hasta la década de 1970. Hoy son la mitad. A finales de la década de 1940, el PCI contaba con más de un millón y medio de afiliados, una enorme implantación territorial y un fuerte dominio cultural en Italia. Dejó de existir en 1991. El Partido Socialdemócrata Sueco (SAP) fue capaz de gobernar ininterrumpidamente el país durante medio siglo, construyendo un modelo de eficiencia y cohesión hoy claramente cuestionado. ¿Qué pasó? ¿En qué momento del camino se truncó la historia de las organizaciones socialdemócratas y comunistas?

Contestar esta pregunta es, a mi juicio, la principal virtud del libro de Enrique Palazuelos. No tanto por las respuestas que da –que también– sino por la capacidad de formularse las preguntas adecuadas, y de buscar donde otros no han mirado. Se acomete así un metódico análisis de los factores que explican el ciclo vital de estas organizaciones, desde los enormes logros alcanzados –difícilmente imaginables a mediados del siglo XIX–, hasta su ocaso actual. Paradójicamente, fueron las propias condiciones alumbradas por su éxito las que generaron algunos de los determinantes estructurales de su fracaso, junto a otros condicionantes que el libro revisa concienzudamente.

Resultaría reconfortante pensar que las causas que dan cuenta de la pérdida de hegemonía política y social de estos partidos pasan por un mero “problema de dirección política”. Pero el crisol de factores explicativos es mucho más complejo. El extravío del ímpetu reformista de estas organizaciones –en el caso de la socialdemocracia–, o el refugio identitario y alejado de la influencia social –en el caso de los partidos comunistas–, son analizados por el autor a la luz de determinantes tanto endógenos (y por tanto imputables a dichos partidos), como exógenos. La naturaleza ideológica de los proyectos acuñados, los discursos construidos y la acción política desplegada se ponen en relación no sólo entre sí, sino también con las progresivas modificaciones en la estructura económica y social, y con la acción inhibitoria de los poderes dominantes.

La desconexión entre los horizontes emancipadores y las prácticas políticas cotidianas erosionará progresivamente la metáfora según la cual la clase trabajadora tenía el viento de la historia a su favor. La renuncia de la socialdemocracia a avanzar en sus propios propósitos reformistas –teniendo en la tercera vía de Blair uno de los casos más extremos– profundizará este desgaste. Finalmente, la crisis del Euro pondrá la puntilla: el socialismo europeo acepta la agenda neoliberal de austeridad y recortes, decepcionando profundamente a su base social, al tiempo que las organizaciones comunistas –periclitadas y autoubicadas en un rincón del tablero político– se muestran incapaces de ocupar el espacio que la socialdemocracia abandona.

El libro también analiza con detalle la experiencia de España, tanto la remota como la más reciente, dedicando dos capítulos a ello. Desde el devenir de la República, pasando por la lucha contra la dictadura y el periodo de la Transición, hasta llegar al dominio del PSOE y su posterior decadencia.

Además, y como la historia nunca se detiene, las nuevas experiencias que emergen también son analizadas. Porque Cuando el futuro parecía mejor no es un libro que se interrogue exclusivamente por el devenir de las organizaciones obreras. Se interroga, en última instancia, por la propia construcción del poder político y la hegemonía cultural en las sociedades europeas, y por el papel que “los de abajo” han jugado en dicha tarea. Por eso al autor le resulta inevitable adentrarse en el territorio del movimiento 15-M y en el propio surgimiento de Podemos. Y acierta con ello: los posibles avances que experimente nuestra democracia en este tiempo de aceleración política no podrán ser entendidos sin la emergencia de estas fuerzas.

Aunque quizá aquí esté mi mayor discrepancia con el contenido del libro. Pienso que es poco fértil utilizar criterios análogos para examinar la historia de las organizaciones obreras y el (breve) recorrido de Podemos. Podemos no nace de la matriz del movimiento obrero organizado, sino de los escombros que han dejado tras de sí varias décadas de desestructuración política y social. No sólo hablamos de otros modelos de construcción y comunicación política (con sus aciertos y sus vicios). Hablamos sencillamente –para bien o para mal– de “otra cosa”, no exenta aun así de saber cruzar el desfiladero que separa el reformismo homeopático de la marginalidad política.

En todo caso, el epílogo final no defrauda (“si lo intentas bien, algunas veces puedes conseguir lo que pretendes”). Hace falta querer, pero también hace falta poder y hace falta saber. Por eso Palazuelos nos sitúa ante el eterno (y necesario) retorno de la estrategia. Porque sin horizonte de transformación, no hay política progresista. Y sin estrategia, no hay horizonte de transformación.

No hay recetas, nunca las hay, pero sí prevenciones de sentido común. Asumamos que la construcción política del discurso debe ser capaz de enlazar demandas diversas y factibles (y verdaderamente reformistas) con horizontes de transformación estructural. Asumamos que no habrá (porque nunca ha habido) profundización democrática y progreso social –es decir, representación política de las mayorías– que se pueda construir sin entrar en conflicto con los poderes dominantes.

Cuando el futuro parecía mejor es un libro de Historia –aquella que fue precisamente levantada por las “gentes sin Historia”–. Pero es algo más. No sólo es un libro que nos habla de otro tiempo. Es un libro que nos habla del presente, y lo hace explicando las acciones y motivos de quienes disputaron la democracia y el futuro antes de que nosotros lo hiciésemos. Es por eso una reflexión con mayúsculas, enormemente valiosa y útil.

 

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