El País 14 de diciembre de 2017
Un informe del Laboratorio de la Desigualdad Global confirma el aumento de las desigualdades de renta y riqueza en el planeta
La desigualdad de ingresos ha aumentado en todas las regiones del mundo desde la década de los ochenta. Sin excepción. Pero en unas la inequidad ha alcanzado cotas más elevadas que en otras. Oriente Medio es la primera en la lista: allí, el 10% de personas con más ingresos goza del 61% de la renta nacional. En África subsahariana, del 54%, mientras que en Estados Unidos y Canadá, del 47%. En Europa, la menos desigual, ese 10% que más gana representa el 37% de los ingresos totales. Esta es una de las muchas conclusiones a las que llegan los más de 100 investigadores de los cinco continentes que han participado en la elaboración del Informe sobre la Desigualdad Global 2018 publicado este jueves por el World Inequality Lab. «El 1% con mayores ingresos a escala global, recibió el doble de ingresos que el 50% más pobre», destacan los autores.
«Este informe es el más completo hecho hasta ahora porque incluye información de todo los países, incluso de aquellos de los que no la había hasta ahora como China, Rusia o Brasil», asegura por teléfono desde Londres Clara Martínez-Toledano, investigadora participante en el estudio. Los datos arrojados son una fotografía muy detallada de la evolución de la desigualdad (tanto por ingresos como de riqueza) en el mundo hasta la actualidad.
Los autores, coordinados por el economista Thomas Piketty, especialista en desigualdad económica y distribución de la renta, no se limitan a exponer las estadísticas obtenidas tras cruzar millones de datos, sino que además apuntan las causas que las explican. «Puede ayudar mucho a analizar la situación de los países y poder diseñar políticas encaminadas a combatir la desigualdad», añade Martínez-Toledano. Este no es un objetivo caprichoso de los redactores del documento, sino que lo manda el número 10 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU que, entre otras metas, llama a «lograr progresivamente y mantener el crecimiento de los ingresos del 40% más pobre de la población a una tasa superior a la media nacional» para 2030.
Oriente Medio es la región más desigual del mundo: el 10% de personas con más ingresos se apropian del 61% de la renta nacional
De la lectura de los datos, los investigadores describen los factores que han influido en el mayor o menor aumento de la desigualdad en cada región y país. «La diversidad de tendencias observadas desde 1980 muestra que la dinámica de la desigualdad de ingresos se encuentra influida por los contextos institucionales y políticos nacionales», aseguran. Ejemplo de ello es el diferente ritmo de aumento de la desigualdad que han experimentado países que antes eran comunistas o con una rígida regularización y han vivido procesos de desregulación y privatización de la economía. «El incremento fue particularmente abrupto en Rusia, moderado en China y relativamente gradual en India, reflejando diferentes tipos de políticas de desregulación y apertura llevadas adelante por estos países en las últimas décadas», explican.
«Otro de los factores que afecta es la política fiscal. Cuando los impuestos son bajos y poco graduales, como en Estados Unidos, se produce más concentración de los ingresos», expone Martínez-Toledano. En este caso, la historia es reveladora. Europa occidental y Estados Unidos contaban con niveles similares de desigualdad en 1980, el 1% de la población que más ingresaba representaba el 10% del total de la renta en cada uno de los territorios. Sin embargo, en 2016, las situaciones son radicalmente distintas. En Europa occidental, ese 1% privilegiado percibió el 12% de todos los ingresos, mientras que en EE UU recibió el 20%.
Y no solo los que más ganan se quedan con una parte más grande del pastel, sino que los que menos ingresan vieron mermar sus ganancias. El 50% de las rentas más bajas se repartían el 20% del total del ingreso nacional en EE UU en 1980; el año pasado, la porción se redujo al 13%. Esta tendencia es compartida por todas las regiones aunque con números distintos. «En Europa, sin embargo, la concentración es menor porque hay políticas fiscales más progresivas», apostilla Martínez-Toledano.
Además de las citadas políticas fiscales, hay otras causas que explican esta evolución. «También influye el acceso a la educación y el empleo. Así como la proporción de trabajadores que hay en los comités de toma de decisiones de las empresas», detalla Martínez-Toledano. En este sentido, el informe dice: «Investigaciones recientes muestran que puede existir una brecha inmensa entre el discurso público acerca de la igualdad de oportunidades y las que efectivamente existen en el acceso a la educación. En Estados Unidos, por ejemplo, de cada 100 niños cuyos padres pertenecen al 10% más pobre, apenas entre 20 y 30 acceden a educación universitaria, mientras que dicha proporción asciende a 90 en el caso entre los hijos del 10% más rico». Por eso, los autores sugieren «realizar cambios en los mecanismos de admisión y financiamiento», de tal modo que se iguale el acceso entre todas las capas económicas de la sociedad.
Las políticas fiscales, el acceso a la educación y la participación de los trabajadores en las instancias de decisión en las empresas son factores que influyen en el nivel de desigualdad
Pero no se frenará el crecimiento de la desigualdad solo con educación. «Es importante, pero es insuficiente por sí sola en ausencia de mecanismos que aseguren empleos bien remunerados a la población más pobre. Una mejor representación y participación de los trabajadores en la estructura de decisión de las empresas, así como salarios mínimos a niveles dignos, son también claves», escriben los investigadores. Cuestiones que también aborda la Agenda de Desarrollo Sostenible (los ODS). Concretamente, el Objetivo 8.5 fija que en 2030 se debe lograr «pleno empleo y trabajo decente para todas las mujeres y hombres, incluso para los jóvenes y personas con discapacidad».
«Y claro, también el tema de la evasión fiscal», lanza Martínez-Toledano. La evidencia muestra que la progresividad del sistema impositivo es una herramienta efectiva para combatir la desigualdad, según el estudio, pero hay muchos (cada vez más) a quienes les viene mal y, directamente, se llevan sus rentas y riqueza a países donde tributan muy poco o nada. En el mundo, los gobiernos dejan de ingresar aproximadamente 350.000 millones de euros debido a esta práctica, calculan los autores. «En España, el 8,6% de la riqueza financiera de los hogares no se declara y está en paraísos fiscales; por encima de la media global», apostilla Martínez-Toledano.
Distinguen los autores la desigualdad por ingresos (lo que gana una persona) y la que tiene que ver con la riqueza (lo que tiene: activos financieros —depósitos, acciones, fondos de inversión— y no financieros, principalmente la vivienda y el valor de las empresas de los autónomos). Esta segunda ha aumentado aún más que la primera en las últimas décadas. Menos manos concentran más riqueza en el mundo, aunque la información sobre este fenómeno es más escasa y la fotografía es incompleta, advierten los redactores del texto.
Sus conclusiones son que «a escala mundial —con datos de China, Europa y Estados Unidos— el 1% más rico posee, en 2017, el 33% de la riqueza mundial, cinco puntos por encima que en 1980 (28%). El 50% más pobre, la mitad de la humanidad, nunca se ha tenido más del 2% de la riqueza global durante todo este período. «Si las tendencias en cuanto al crecimiento de la desigualdad de la riqueza continúan, el 0,1% de la población más acaudalada poseerá más riqueza que la clase media global para 2050», alertan.
En España, el 10% de población más rica (con 813.000 euros de media por adulto) acapara el 57% de la riqueza; mientras que el 50% más pobre posee el 7% (con 18.900 euros por persona)
En España, Martínez-Toledano ha recabado datos suficientes para poder estimar que el 10% de los más ricos (con 813.000 euros de media por adulto) acaparan el 57% de la riqueza del país; mientras que el 50% más pobre posee el 7% (con 18.900 euros cada individuo). Uno de los factores de que la diferencia no sea mayor es que una amplia clase media tiene viviendas en propiedad y estas, aún tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, han duplicado su valor en las últimas tres décadas. Esto ha contribuido a que este tipo de desigualdad no aumente de forma tan alarmante como la de renta. Hace apenas unas semanas, un informe sobre desempleo en la Unión Europea situaba al país a la cabeza en desigualdad por ingresos. Decía ese documento que en España, el 20% con mayores ingresos ganaba 6,5 veces más que el 20% con rentas más bajas, un dato por encima de la media europea (5,1). «Una situación crítica», advertían los autores.
Por su parte, el World Inequality Lab ha recabado y recogido años de investigación en un documento de 300 páginas y todos los datos están disponibles en una base de datos abierta en su página web. El objetivo es «ayudar a los agentes sociales, los medios o las ONG a entender las dinámicas de la desigualdad y contribuir al debate público informado para intentar reducirla allí donde aumenta mucho», concluye la investigadora española.