CTXT, 17 de junio de 2021.
El problema radica siempre en qué se recuerda y qué se olvida y, aún más, quién decide lo que se recuerda y lo que se olvida y en función de qué criterios e intereses lo hace.
Casi una década después de que ETA declarase el alto el fuego definitivo, los reyes de España presidieron a principios de junio la inauguración del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, acompañados del presidente del Gobierno y del lehendakari. Quien lo visite se encontrará a su llegada con un edificio de tres plantas sito en la antigua sede del Banco de España, en Vitoria, que pretende mostrar la génesis, la evolución y los efectos del terrorismo de ETA, GRAPO, yihadismo, DRIL, anarquismo, FRAP y la “guerra sucia”. Pero también la resistencia de distintos grupos pacifistas frente a la violencia. Objetos personales, documentos gráficos, sonoros y piezas audiovisuales pueden ayudar a contextualizar históricamente el periodo comprendido desde los inicios de ETA en 1960, en pleno tardofranquismo, hasta el atentado islamista del 11-M, en 2004. No obstante, quizás lo que más sobrecoja sea la reproducción del zulo donde José Antonio Ortega Lara permaneció secuestrado; seguro que ustedes (como yo) tienen grabada en su retina la imagen del funcionario de prisiones saliendo, como si de un espectro fantasmal se tratara, del inmundo agujero donde la organización terrorista le tuvo cautivo nada menos que 532 días.