Marzo de 2019.
Desde los orígenes del pensamiento sociológico hasta nuestros días, nuestra
ciencia se ha preguntado acerca de la relación entre el individuo y la sociedad
brindando un sin fin de respuestas que hasta la actualidad suscitan innumerables
debates dentro del campo académico.
El pensamiento contractualista partía del individuo y su estado de naturaleza, la
sociedad se deducía de aquel mediante la creación de un contrato, renunciando el
individuo a la libertad de tal estado se subsumía a la autoridad social. Durante el
siglo XIX autores como Émile Durkheim dentro del paradigma positivista,
comienzan a pensar la relación individuo-sociedad de una manera distinta. Los
hechos sociales eran el objeto de estudio de la sociología otorgándole una
jerarquía fundamental a la sociedad. En este sentido, definía a la sociedad como
una realidad “sui generis” que excedía al conjunto de los individuos imponiéndose
sobre ellos a través de la coerción y coacción. Durkheim partía del modo inverso al
de los contractualistas, la sociedad era ahora el punto de partida para explicar las
configuraciones universales. Pero esta forma dominante de pensamiento científico
comienza a resquebrajarse hacia fines del siglo XIX y principios del XX dando
lugar a nuevas corrientes que pretenden comprender el sentido de las acciones
sociales y repensar el rol del individuo.