escepticos, 2018 – 2019.
No soy experto en cómo enseñar a pensar críticamente a jóvenes. Mis experiencias se
decantaron por la formación a adultos, pero sé que esta revista la leen profesores que sí son capaces de hacerlo. Mi intención aquí es exponer mis problemas, para que ellos —los que de verdad saben— saquen provecho de mi experiencia personal. Tan solo pretendo ser una muestra de los alumnos que hemos pasado por el sistema ¿educativo? franquista. Estudié en un colegio de frailes y curas agustinos. En muchos campos, los religiosos resultaron ser unos magníficos profesores. Por ejemplo, todavía recuerdo al profesor de química que disponía de un magnífico laboratorio donde nos enseñaba multitud de experimentos y, vistos con la perspectiva que da el tiempo, creo que lo que pretendía en el laboratorio era más sorprendernos para motivarnos que entender unas reacciones que exigían, sin duda, codos y libros.