CTXT, 17 de julio de 2020.
Las crisis y penurias que arrastra la pandemia deberían de ser un revulsivo para exigir saneamiento político frente al mar de corrupción imperante en nuestro país. ¿Cómo un país cuyo monarca regala sobre la marcha cien millones de euros a una de sus amantes, que despilfarra el dinero a mansalva en megaproyectos absurdos con innumerables mordidas (en parte asociadas a la privatización del sistema sanitario)…o cuyos grandes evasores de impuestos pueblan los paraísos fiscales, puede tener moral para solicitar ayudas a la UE porque se siente pobre para sobrellevar la cosa? Esta situación exigiría poner primero orden en casa paliando este panorama vergonzosamente injusto, para permitir que levante cabeza la virtud política que, al decir de Aristóteles, se apoya precisamente en los sentimientos de justicia y de vergüenza. Pero, ¿se va a seguir soslayando este panorama singularmente corrupto? (al que dedico más de 50 páginas en el libro Taxonomía del lucro (Madrid, Siglo XXI, 2019) constatando su gran peso económico y su carácter sistémico). Valga este texto para incentivar a que se hable de ello reflexionando sobre los dos temas enunciados en el título.