El País, 19 de Mayo de 2025.
España es una excepción en la ola antiinmigración de los países desarrollados y eso explica su buen desempeño económico.
Con su propuesta de esta semana, el primer ministro británico Keir Starmer ha sido el último en contagiarse de la peste antiinmigración que se extiende por los países de la OCDE. La amplia batería de medidas presentadas por su Gobierno incluye un endurecimiento de los estándares lingüísticos que se exigen a los trabajadores extranjeros que quieran establecerse en el Reino Unido. También duplica hasta 10 el número de años necesarios para obtener la residencia permanente y eleva hasta un nivel equivalente al grado universitario la capacitación mínima requerida para acceder a todos aquellos puestos de trabajo que no pertenezcan a una exigua lista de ocupaciones esenciales. Expresiones como la de la “isla de forasteros” han recordado a algunos el infame lenguaje del político nativista británico Enoch Powell y las medidas más radicales de los recientes gobiernos conservadores; pero la forma y el fondo de su discurso parecen más bien inspiradas por el recetario del presidente Donald Trump, quien también ve la inmigración como una amenaza para la economía nacional y ha convertido su control en una prioridad de todas las agencias federales.
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