CTXT, 16 de abril de 2024.
A propósito de la publicación de ‘Serenísimo asesinato’ (Cabaret Voltaire), una historia cruel y desconcertante ambientada en Venecia.
De Gabrielle Wittkop conocemos sugerentes detalles suyos biográficos, además de los que introdujo en su novela póstuma Cada día es un árbol que cae, ese monumental, denso y voluptuoso homenaje a los Cantos del Maldoror del conde de Lautréamont, concebida como una suerte de indómito y libertino diario, pero tan enmascarado en la atmósfera corrupta y corrompida de la narración que se antoja casi imposible tratar de extraer suceso alguno no contaminado por la decadencia de la muerte que preside. La muerte, asunto axial en su literatura, no solo ocupa el asunto, sirve de pretexto para coser las ideas y los actos, los acontecimientos y las contingencias, los sentimientos y las numerosas referencias artísticas que emergen en sus títulos. También la muerte encarnada, la de ese amor nauseabundo de belleza delicada y mefítica que practica Lucien, protagonista de El necrófilo, una novelita de apenas cien páginas de una delicadeza exquisita, que fue retirado de circulación una larga temporada, cuando soplaban vientos de estrecheces morales. La mirada de Wittkop siempre es fúnebre, hermosamente fúnebre. Y su escritura podría calificarse como escritura de la caída. Por lo perturbador y lúcido de su palabra.