1 noviembre 2017
Este concepto, procedente del campo de la psicología y acuñado por Leon Festinger en su obra A theory of congnitive dissonance (1957), hace referencia a los conflictos internos que se desencadenan cuando un individuo tiene pensamientos, creencias o sentimientos contradictorios. Según dicho autor, cuando surgen esas incongruencias el individuo afectado tiende a tratar de reducirlas y a minimizar la tensión que de ellas se deriva construyendo un conjunto estructurado y coherente de ideas que en muchos casos, y como se evidenció en algunos experimentos desarrollados por el propio Festinger, le llevan a aceptar las mentiras como verdades.
Argumentos infundados
En las últimas semanas, muchos de los argumentos que ha sostenido el independentismo se han revelado infundados. En primer lugar, ha quedado claro que la independencia, o como mínimo la posibilidad de una independencia unilateral, tiene consecuencias económicas, como ha evidenciado el masivo traslado de sedes sociales de empresas, entre las cuales figuran algunas de las más importantes en Catalunya. En segundo lugar, ha quedado desmentida la posibilidad de socorro por parte de la Unión Europea, ya que, a pesar de los múltiples intentos por parte de la diplomacia catalana de situar la cuestión como una cuestión europea, las instituciones europeas no han dejado de considerarla un asunto interno y han emplazado a las autoridades catalanas a volver a la senda de la legalidad. Y en tercer lugar, ha quedado desmentida la capacidad operativa para hacer efectiva la independencia pese a que, supuestamente, ya desde el 2012 –según el Acuerdo para la transición nacional y para garantizar la estabilidad parlamentaria del Gobierno de Catalunya suscrito entre CiU y ERC– se estaba trabajando en ello. No había nada o prácticamente nada preparado, no había ninguna posibilidad de controlar el territorio y los trabajadores públicos, y muy particularmente los Mossos d’Esquadra, han permanecido leales al marco constitucional.
Justificación del comportamiento
Siendo así, ¿por qué razón el Govern de la Generalitat y especialmente Carles Puigdemont no reconocen sus errores de cálculo y reformulan su estrategia? Pues porque han construido una nueva mentira que les permite justificar su comportamiento: la existencia de un supuesto déficit democrático en España y la falta de garantías. Es cierto que la democracia en España tiene graves problemas, como la corrupción o la elevada politización de la justicia, tal y como reiteradamente ha denunciado el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO), pero de ahí a poner en duda que España sea un Estado democrático y afirmar que no se respetan los derechos humanos y que se persigue a los individuos por su ideología hay un trecho. Si este argumento fuese cierto, obviamente serviría para reforzar la idea de una remedial secession. El problema es que es mentira. Y si Puigdemont y el resto de líderes del independentismo siguen mintiendo es para justificar sus mentiras pasadas. Nada nuevo. Es el tipo de comportamiento del que ya alertó Alexandre Koyré en La fonction politique du mensonge moderne (1993).