sinpermiso.info, 20 febrero 2018
Los acontecimientos de las últimas semanas en Irán, en los que mujeres de todas las edades se han quitado los pañuelos (hijab) de la cabeza en lugares públicos, me ha recordado el maravilloso libro de Orhan Pamuk, La nieve.
La historia, escrita en 2002 – mucho antes de que Recep Tayyip Erdogan llegase al poder – trata de las tensiones políticas y culturales sobre el hijab en la ciudad turca oriental de Kars: hubo una ola de suicidios de adolescentes, decididas a llevarlo a pesar de la prohibición estatal. El narrador, Ka, un ateo, trata de entender la historia desde varios puntos de vista: un ex comunista, un laico, un nacionalista fascista, un posible extremista islámico, los moderados islámicos, un joven kurdo, los miembros de las fuerzas armadas, los servicios secretos y la policía – y, en particular, un acto revolucionario.
En Irán, está sucediendo lo contrario: las mujeres están dispuestas a ser arrestadas por negarse a llevar el hijab y esto hace que la historia sea bastante más compleja que como la presentan los monárquicos iraníes y su principal protector – el misógino Donald Trump -, así como sus no tan inteligentes partidarios de la derecha y la izquierda iranís.
El New York Times nos dice: “Estos audaces actos de desafío contra el hiyab no tienen precedentes en los casi 40 años de historia de la República Islámica, pero el movimiento que quizás los haya inspirado ha estado latente durante años. Comenzó en una cuenta de medios de comunicación social de un periodista iraní con sede en Brooklyn llamada Masih Alinejad en 2014”. (1)
No es del todo cierto. A pesar de que la Sra Alinejad era una partidaria a sueldo del ‘cambio de régimen’ impulsado por Estados Unidos y no debe sorprendernos la importancia que le atribuyen los medios de comunicación de Estados Unidos (ya sean pro-demócratas, de la corriente principal Yassamine Mather 20/02/2018 republicana o incluso pro-Trump), ha sido una reformista que durante los primeros años del exilio llevaba un sombrero que le cubría el pelo por completo en todas sus apariciones en TV. Y ello fuera de Irán, ¡por lo que no era exactamente una defensora de los derechos de las mujeres!
La verdad es que la lucha por el derecho a vestirse o no de una manera particular, comenzó en de marzo de 1979, cuando Jomeini impuso el hijab a las mujeres iraníes y cuando decenas de miles de mujeres, con el apoyo de la izquierda radical, se manifestaron de manera militante contra él.
Es cierto que el hiyab no es la principal cuestión que preocupa a las mujeres de clase obrera en Irán y entiendo la reticencia de los sectores de la izquierda iraní a dar prioridad a esta lucha. Sin embargo, hay otro aspecto de esta historia: la imposición del hijab fue parte de una serie de medidas legales y semi-legales que privaron a las mujeres del derecho a trabajar, que les impidieron ocupar puestos de trabajo específicos, como en el poder judicial, considerado más allá de las capacidades de las mujeres. A este respecto oponerse al hijab obligatorio del régimen islámico, como hacen las mujeres iraníes, es una lucha justa y progresiva y no importa si algunas de las involucradas en este movimiento son personajes desagradables. Sin embargo, en el apoyo a sus luchas, debemos exponer la hipocresía de sus partidarios imperialistas en Occidente.
El New York Times dice correctamente: “El fundador de la dinastía Pahlavi, Reza Shah, prohibió el hijab, en un gesto de modernización, en 1936, lo que supuso efectivamente el arresto domiciliario durante años de algunas mujeres, ya que no podían soportar la idea de estar con el pelo al aire en público. El líder de la República Islámica, el ayatolá Jomeini, hizo el hiyab obligatorio en 1979”.
Si bien las normas de Jomeini fueron deplorables, el NYT no recuerda a sus lectores que el mismo Shah apoyó a Hitler y fue depuesto por los aliados en 1941 (¡enviado al exilio por sus simpatías nazis!). Aquí radica la similitud con el nacionalista turco, Kemal Atatürk, en la historia de Orhan Pamuk! Escribe en La nieve : “La verdadera pregunta es cuánto sufrimiento hemos causado a nuestras mujeres convirtiendo el pañuelo en un símbolo – y al utilizar a las mujeres como peones en un juego político”.
Desafio
Tanto Atatürk como Reza Shah eran conscientes de que la revolución bolchevique había desafiado profundamente los puntos de vista conservadores sobre los derechos de las mujeres. Preocupados por la amenaza planteada, los reaccionarios consideraron necesario adoptar algunos aspectos superficiales de los derechos de las mujeres. Pero la imposición brutal de la prohibición del hijab en 1938 creó un gran resentimiento entre las mujeres y los hombres musulmanes, al igual que cualquier intento de hacer lo mismo ahora o en el futuro crearía enormes problemas.
No debemos olvidar que entre 1938 y 1979 las mujeres de clase media y alta despreciaban a las mujeres trabajadoras y campesinas que llevaban el hijab o el chador (el velo completo hasta el suelo) y se utiliza el término ‘ chadori ‘ como un insulto clasista. Estoy refiriéndome a la experiencia de mis propios parientes cercanos, cuya reaccionaria visión, clasista, de las mujeres con velo me simpatizar las que no querían quitarse los pañuelos de la cabeza. A diferencia del matón de Reza Shah, cuya policía arrancaba los hijabs de las cabezas de las mujeres, o de su hijo misógino e incompetente, que abiertamente se burlaba de la lucha de las mujeres por la igualdad, tenemos que respetar los deseos de las mujeres iraníes, turcas o árabes que optan por usar el hijab.
Sin embargo, de la misma manera, la idea de que en el siglo XXI un estado religioso puede obligar a generaciones de mujeres a cubrirse es un ultraje. Como en todo lo demás en la república chiíta, todo esto está sumido en la hipocresía. Los mismos clérigos que insisten en la flagelación de chicas jóvenes arrestadas por violar sus estrictas reglas sobre el hijab en público hacen la vista gorda al hecho de que sus propias esposas o hijas se quitan rápidamente sus pañuelos tan pronto como su avión despega del aeropuerto de Teherán. Es hora de decir no a esta hipocresía. Es hora de decir no a la esquizofrénica situación actual que viven las mujeres de todas las clases, que se visten de una manera en casa y de una forma completamente diferente en público.
Es por esto que apoyamos incondicionalmente a esas mujeres valientes que se han quitado públicamente sus pañuelos en las últimas semanas y por qué debemos hacer su lucha contra la República Islámica de Irán la nuestra. Sólo así podremos denunciar a los falsos defensores de los derechos de las mujeres en Próximo Oriente.
Desafortunadamente, muchas mujeres iraníes jóvenes creen la ilusión de que las mujeres occidentales han alcanzado la igualdad, porque no están obligados a cubrirse el pelo. Noticias recientes, como los escándalos de la industria del cine, la historia de Harvey Weinstein, la forma en que los hombres de negocios en Londres creen que es apropiado entretener a sus clientes de negocios en la cena del club del presidente en un hotel Dorchester con acompañantes a sueldo, el hecho de que las mujeres todavía están luchando por la igualdad salarial en el trabajo – todo esto son ejemplos de la desigualdad, por no decir la misoginia, que siguen existiendo en Occidente. Y, en lugar de simplemente apoyar a las manifestantes anti-hijab en Irán, también es nuestra responsabilidad denunciar la versión neoliberal, corporativa, del feminismo como lo que es.
La mayoría de las feministas se han concentrado en las perspectivas profesionales de las mujeres profesionales, sin tener en cuenta cuestiones importantes, tales como la mercantilización capitalista de los cuerpos de las mujeres. Por supuesto, hay excepciones – las mujeres marxistas, principalmente en Estados Unidos, que han analizado como el género, la identidad y la cultura afectan a la política de clase. Pero el discurso feminista dominante es utilizado por el capitalismo neoliberal para intensificar la explotación de la clase obrera en una economía globalizada. Ensayistas como Hester Eisenstein y Johanna Brenner argumentan que la versión hegemónica propagada por las feministas neoliberales se ha convertido en una parte integral de lo que se considera el sentido común de la época.
Es cierto que la discriminación abierta está mal vista en la mayoría de los países, pero hay que recordar constantemente a las mujeres en Irán y en otros lugares que, si bien estas y otras actitudes han permitido a las mujeres de la clase media y alta un acceso sin precedentes a las esferas política, económica y sociales, su efecto sobre la vida cotidiana de las mujeres de la clase trabajadora ha sido más problemática – de hecho, a menudo, negativa.
No es necesario ser economista para saber que son las mujeres quienes pagan el principal coste de la desregulación neoliberal en el trabajo, y han soportado sobre todo las consecuencias de las duras medidas adoptadas para hacer frente a la recesión. El feminismo neoliberal también ignora una forma generalizada de la violencia contra las mujeres: el sufrimiento causado por la presión que soportan para resultar atractivas a los hombres. Naomi Wolf, en la introducción a su libro, El mito de la belleza , escribe:
“Cuantas más barreras materiales y legales han roto las mujeres, de una manera más cruel, estricta y obsesiva se les impone una imagen de belleza femenina … Durante la última década, las mujeres rompieron las estructuras de poder; pero al mismo tiempo aumentaron exponencialmente los trastornos alimentarios y la cirugía estética se convirtió en la especialidad de más rápido crecimiento”. (2)
La cirugía plástica se ha convertido en parte de la vida de muchas mujeres jóvenes. En 2012 se llevaron a cabo un total de 43.172 procedimientos quirúrgicos según la Asociación Británica de Cirujanos Plásticos. El feminismo neoliberal no tiene nada que decir sobre esto – de hecho, algunas de estas feministas nos dicen que las mujeres tienen derecho a usar este tipo de procedimientos drásticos para verse mejor, pero nosotros, los marxistas debemos denunciar la falacia del “mito de la belleza”, que causa tantas víctimas entre las mujeres cada año. Apoyar a las mujeres iraníes sin mencionar todo esto solo sirve para alimentar ilusiones sobre el feminismo occidental ‘neoliberal’.
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Notas:
1. www.nytimes.com/2018/02/03/opinion/sunday/iran-hijab-women-scarves.html
2. N Lobo The beauty myth, Londres, 1990