Kurt Eisner, Gustav Landauer y Adolf Hitler

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Letras Libres, 1 de enero de 2024.

Antes de que Múnich se convirtiera en la capital del movimiento nacionalsocialista, ya se había convertido en la capital del antisemitismo en Alemania. ¿Cuál fue el motivo para que la ciudad que había tenido el primer jefe de Estado judío de la historia alemana acabara incubando una ideología genocida?

El 26 de febrero de 1919 marcó un momento único en la historia de Alemania y sus judíos. En ese frío día de invierno, una multitud de cien mil personas se reunió en el cementerio Ostfriedhof de Múnich para despedirse del primer ministro bávaro Kurt Eisner, el primer jefe de Estado judío de la historia alemana. Eisner había derrocado a la dinastía Wittelsbach, que había reinado en Baviera durante siete siglos. Él y su gobierno socialista gobernaron Baviera durante tres meses hasta que fue asesinado por un extremista de derechas. Otro judío alemán, Gustav Landauer, que ocuparía un puesto de poder en una de las dos efímeras repúblicas establecidas en Múnich en abril de 1919, hizo el panegírico de su amigo Eisner. Ambos habían roto hacía tiempo con la religión judía de sus antepasados y, sin embargo, se identificaban con los valores de la tradición judía tal y como ellos la definían. De pie ante el féretro de su amigo asesinado, Landauer dijo a la multitud: “Kurt Eisner el judío fue un profeta porque simpatizaba con los pobres y los oprimidos y vio la oportunidad, y la necesidad, de acabar con la pobreza y la subyugación.”

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