La mayor prueba contra los ayatolás en una década

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El País, 03 enero 2018

No está claro que el régimen iraní esté dispuesto a pagar un precio inaceptable con tal de mantenerse

Estudiantes iraníes se enfrentan con la policía antidisturbios durante una protesta antigubernamental alrededor de la Universidad de Teherán el 30 de diciembre. (AFP) V´deo: EPV

 

Las recientes manifestaciones espontáneas en Irán han sorprendido a casi todos los observadores mundiales. El malestar social, que comenzó por el empeoramiento de las circunstancias económicas y la incapacidad del gobierno de cumplir sus promesas, contener la inflación y los aumentos de precios y otras cosas similares, se ha convertido en un descontento político general en todo el país. Las manifestaciones comenzaron como protestas de varias facciones contrarias a Rohaní en la ciudad de Mashhad, se han descontrolado y se han transformado en manifestaciones contra el Líder Supremo. Son la mayor prueba de fuego a la que se enfrenta la República Islámica desde las manifestaciones masivas de 2009. En los primeros momentos, las demandas de los manifestantes tenían que ver sobre todo con la subida de los precios de los alimentos básicos y mostraban los clásicos síntomas de frustración por el letargo económico permanente del país. Pero luego llegaron a la capital, y ahora han incorporado a un número limitado de estudiantes de la Universidad de Teherán. Todavía no está claro si se puede hablar de un solo movimiento de protesta o varios, porque existen distintos motivos de queja y soluciones propuestas. En la actualidad, las protestas parecen más una continuación de los tradicionales movimientos de descontento iraníes que un intento revolucionario de derrocar el gobierno.

Aunque el régimen islámico iraní sufre una crisis de legitimidad desde hace mucho tiempo y la administración del país es cada vez menos eficaz, el Estado sigue teniendo el monopolio de la violencia, y parece que las distintas facciones del sistema islámico se unen contra los enemigos comunes: Como consecuencia, la agitación de masas es una realidad innegable, pero los manifestantes no están organizados y carecen de dirección. Además, no tienen una ideología común, aparte del odio general al gobierno. La Radiotelevisión de la República Islámica de Irán, que tiene el monopolio de la radio y la televisión, guardó completo silencio sobre los sucesos durante los dos primeros días de protestas, pero luego se unió a los medios conservadores para culpar a la «contrarrevolución» y acusar a Estados Unidos de aprovechar la preocupación de la gente por la economía.

El presidente Trump, a diferencia de Obama, que en 2009 se negó a apoyar al pueblo iraní, se ha subido al carro y ha declarado que respalda por completo a los disidentes iraníes. Mientras Trump condenaba públicamente el arresto de manifestantes en Irán y decía que “el mundo está observando” lo que sucede en aquel país, el senador Ted Cruz emitió el sábado 30 de diciembre un comunicado oficial en el que expresaba su solidaridad. Después de elogiar a los “valientes iraníes” que han salido a la calle, el senador de Texas pidió a la Casa Blanca que ofrezca todo su apoyo a los manifestantes. “Insto al gobierno del presidente Trump a hacer todo lo posible para apoyar a esos valientes manifestantes, y pido a las naciones amantes de la libertad que expresen públicamente su respaldo al pueblo iraní”.

Sin embargo, todos estos buenos deseos parecen estar muy lejos de la realidad. Porque no solo es poco probable que las protestas desencadenen el tipo de cambio al que aspiran el gobierno de Rohaní o el de Trump, sino que tampoco se atienen a los diversos guiones que pudieran atribuirles loa grupos de la oposición iraní. No obstante, los eslóganes contra el régimen que esgrimen algunos manifestantes demuestran que los motivos de queja no son solo económicos. Muchos critican que el gobierno haya dedicado miles de millones de dólares a intervenciones militares en sitios como Siria y Yemen, como parte del intento de reforzar la posición de la República Islámica y disputar la hegemonía regional a Arabia Saudí. Y no hay que olvidar que las protestas, aunque estén extendiéndose por todo el país, no se han convertido en verdaderas manifestaciones de masas, y pueden provocar una represión mucho más dura, con la intervención de la Guardia Revolucionaria Iraní y la fuerza paramilitar de Basij.

En estos momentos es demasiado pronto para saber cómo van a evolucionar las manifestaciones o si alcanzarán una fase en la que se vuelvan imparables y requieran medidas represivas mucho más duras. No está claro que el régimen esté dispuesto a pagar un precio inaceptable con tal de mantenerse. De lo que no hay duda es de que no estamos ante una revolución. Sin embargo, después de 40 años de régimen islámico, los iraníes han aprendido a decir a sus dirigentes que sus verdaderos problemas están en los fracasos de política interior, y no en los conflictos subsidiarios que se libran en todo Oriente Próximo.


Ramin Jahanbegloo, filósofo iraní, es profesor, vicedecano y director ejecutivo del Centro para la Paz Mahatma Gandhi en la Jindal Global University de India.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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