Febrero de 2021.
Las cifras de la violencia de ETA son tantas y tan abultadas que merece la pena bajarlas
al suelo duro de las historias concretas. Preguntarnos qué fue de las miradas de las
víctimas que se quedaron encaladas de un tiro seco e inútil, será siempre un ejercicio de
memoria imprescindible. Porque nuestra primera ofensa fue no mirar a tiempo.
Muchas veces hemos visto a alguna víctima recordar, llorar o suspirar al muerto como si
justo acabara de suceder. Normal, ese trauma les persigue hasta el final de sus días.
Toda una vida condicionada por una mano que apretó un gatillo cruel y devastador. Una
secuela que nos afecta también colectivamente.