El País, 15 de julio de 2024.
El acceso a la carrera judicial perpetúa un sistema asentado en modelos propios del pasado.
Quizás usted haya recibido un escrito judicial y no haya logrado entender qué decía. O esté pendiente de un proceso y nadie le ofrezca la menor explicación sobre cuándo se dictará sentencia. Incluso puede estar entre esas personas que al entrar en un Palacio de Justicia haya sentido que no es el lugar más amigable para hacer valer sus derechos. Ninguna de las experiencias descritas está relacionada con la llamada “politización de la justicia” ni con la “judicialización de la política”, pero sí con la manera en la que este país concibe el ideal de Justicia o con la forma en la que el poder judicial administra el derecho a la tutela judicial efectiva. Nada de esto escala, sin embargo, a la conversación pública, más centrada en analizar si la judicatura abandona su neutralidad y ejerce su poder para influir más allá de la sala de vistas. Observar esto último es imprescindible como fórmula idónea del necesario control democrático a un poder del Estado, pero hay también otros elementos igualmente relevantes.