El País, 12 de mayo de 2020.
No vayamos a pensar que somos únicos atrapados en nuestra fatigosa querella de siempre.
Ha ocurrido en India o Argentina, en Alemania o Estados Unidos. A la hora de determinar a
quién correspondía tomar las medidas para combatir la pandemia, si al Estado o a las
unidades subestatales, en medio mundo se han replicado discrepancias y tensiones. Y
mientras equipos de científicos punteros están coordinados en busca de vacunas para
inmunizarnos contra el virus o experimentan con fármacos para paliar la enfermedad, a los
gobernantes les ha tocado investigar sobre la marcha los mecanismos a su disposición para
intentar dar la mejor respuesta a un desafío para el que nadie podía estar bien preparado.
Así, ante la ansiedad que provoca gobernar la incertidumbre, los inevitables ensayos de
prueba y error político han convertido esta crisis también en una especie de laboratorio para
la mejora de la gobernanza territorial. Nuestro laboratorio es el que es: un Estado
autonómico que sufre fatiga de materiales, pero que conserva potencialidades de
cogobernanza que deben aprovecharse para conseguir, como primera prioridad, que la
desescalada sea tan eficiente como sea posible.