lavanguardia.com, 09 marzo 2018
De abajo hacia arriba. Vuelve esa poderosa corriente de aire en la sociedad española. Quizá nunca se apagó –al menos desde el inicio de la crisis económica–, pero es un viento que sopla a rachas. Ayer reapareció con mucha fuerza. Muchísima. La participación de más de cinco millones de mujeres en los paros y movilizaciones convocados con motivo del día internacional de la Mujer –cifras aportadas por los sindicatos– desbordó todas las previsiones del 8 de Marzo.
En ningún otro país europeo la movilización feminista ha alcanzado tanta intensidad como en España. Apoyo del 82% de la sociedad, según sondeos recientes. Complicidad de los medios de comunicación. Dominio indiscutible en las redes sociales. Manifestaciones masivas en las principales ciudades del país. Ninguna capital de provincia sin concentración feminista. Manifestación oceánica en Madrid: magnitud 2003, año de las protestas contra la guerra de Irak. Por encima de las líneas divisorias catalanas, la manifestación de Barcelona. En pocas palabras: hegemonía.
De abajo hacia arriba, con una fuerte solidaridad entre generaciones. Las madres que vieron nacer la democracia, con sus hijas, que han visto nacer la nueva precariedad laboral. Atención a esa alianza generacional, que puede mover cosas en un país de horizonte político incierto. La pista es muy deslizante y aún falta un año largo para el inicio del próximo ciclo electoral.
De abajo hacia arriba. La reina Letizia no tuvo ayer ningún acto oficial en agenda. No fue una adhesión a la huelga, pero sí un gesto. El presidente del Gobierno se colocó un lazo violeta en la solapa de la chaqueta. Acto de la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, con una representación de mujeres militares. Visible ausencia de las dirigentes y diputadas de los partidos de izquierda en las sesiones parlamentarias y en las labores de gobierno en municipios y autonomías. (Cartelón de adhesión a la huelga de la vicepresidenta de la Comunidad Valenciana, Mónica Oltra, en la sesión de las Corts Valencianes).
Apoyo transversal del 82% que no ha sido leído de igual manera por todas las fuerzas políticas. (El 82% de los españoles creía hace una semana que existían motivos para secundar la huelga feminista, según un sondeo de Metroscopia, publicado por el diario El País). Atento al eje derecha-izquierda, el Partido Popular ha querido marcar muchas distancias. Un 82% pesa mucho, sin embargo –es el mismo porcentaje que en el 2003 se oponía a la guerra de Irak– y ayer estuvo presente de alguna manera en la solapa de Rajoy, que no es José María Aznar. Ciudadanos también quiso marcar distancias. Rechazó adherirse a la huelga feminista por considerar que esta estaba siendo convocada por “sectores anticapitalistas”, y ayer por la tarde, visto lo visto, enviaba señales de simpatía, incorporando el lazo violeta al logo del partido en las redes sociales. En esta ocasión, Ciudadanos ha prestado mucha más atención a su posible penetración en el electorado del Partido Popular –acreditada por los últimos sondeos– que a la empatía con las movilizaciones sociales de nuevo tipo. Varios cuadrantes tiene la política española en su actual fase deslizante: izquierda y derecha, arriba y abajo, nuevo y viejo, feminismo y ceño fruncido con el feminismo, centro y periferia, unidad y secesión (los dos últimos no hay que confundirlos) y no es fácil acertar. El 8 de Marzo del 2018 no ha sido el segundo momento estelar de Inés Arrimadas.
La izquierda tenía esa equívoca sensación de jugar en campo propio. Pedro Sánchez quiso capitanear de manera muy explícita la adhesión del PSOE a la jornada, con declaraciones a la televisión, y eso no gustó a las feministas que asistieron a la escena. Podemos colocó en primera línea a Irene Montero, la verdadera figura emergente del partido.
El día 17 se manifestarán los jubilados. Y las jubiladas.