Kepa Bilbao Ariztimuño, mayo 2018
La evolución de la economía cubana a lo largo de estas casi 6 décadas no
ha sido lineal, no ha discurrido por una vía única, ha sido más bien un
proceso zigzagueante, lleno de saltos adelante y retrocesos, ciclos más
“idealistas” y otros más “pragmáticos”.
Cada vez que la economía amenazaba con colapsar, el Gobierno y el Partido
Comunista acudían a ciertas palancas del mercado. Así sucedió a mediados
de la década del 70, durante el “Período Especial” en los años 90 y en la
actualidad, en la que su papel está tomando un impulso creciente.
La ayuda soviética sostuvo, a la vez que apuntaló, un sistema productivo
especializado, desequilibrado y generador de ingresos insuficientes para
costear la política distributiva. La economía cubana ha sido una economía
subsidiada por la URSS. Entre 1960 y 1990 se calcula que Cuba recibió
65.000 millones de dólares de la Unión Soviética, dos tercios de los cuales
no era reembolsable.
Desde los 90, tras la disolución de la URSS y el campo socialista primero, y,
posteriormente, la pérdida del sostén que supuso Venezuela hasta la muerte
de Hugo Chávez y el deterioro de la economía venezolana1, las reformas
económicas han venido buscando una reintegración paulatina de Cuba al
mercado occidental. Un largo y lento proceso que viene durando más de
veinte años.