Espacio público, octubre de 2019.
A comienzos del presente siglo el eminente sociólogo Anthony Giddens en su libro
Un mundo desbocado expresaba la paradoja de que mientras en el mundo la marea a favor
de la democracia era incontenible, en la mayor parte de los países democráticos los niveles
de confianza en los políticos habían caído en los últimos años. Señalaba cómo
especialmente las generaciones más jóvenes estaban perdiendo interés en la política
parlamentaria. Rechazaban el monopolio de la información, se incrementaba su sensibilidad
ante la corrupción, percibían que la política parlamentaria se alejaba de los cambios que
demandaba la gente y desconfiaban cada vez más de los políticos que se mostraban
incapaces de controlar las fuerzas económicas que mueven el mundo. Giddens concluía que
para mantener activos la democracia y los gobiernos lo que se necesitaba era una
profundización de la democracia, una democratización de la democracia.