El País, 18 de septiembre de 2022.
El fatalismo no es una filosofía, sino que tiene detrás un programa
político que defiende acérrimamente lo que hay.
Los trabajos sin cualificar, los que se remuneran con los salarios más bajos, son trabajos
duros, extenuantes y no existen estratagemas de supervivencia que desconozca la clase
media, como escribió la recientemente fallecida Barbara Ehrenreich en su extraordinario
libro Por cuatro duros (RBA, 2003). Entre los no pobres es corriente creer que la
pobreza es una condición soportable, explicaba. Pero no lo es… Produce una angustia
profunda, un deterioro de la salud considerable, privaciones crónicas, un estado
permanente de emergencia que va creando un estilo de vida insoportable. Y ser pobre
no significa ser mendigo: la gran mayoría de las personas comprendidas en la definición
de pobreza habitual en el primer mundo trabaja mucho y “tiene la misma tendencia a ser
ingeniosos y brillantes que los de otras clases sociales”.