theconversation, 6 de enero de 2021.
Durante el confinamiento por la primera ola de la pandemia, hubo momentos de ensoñación en los que creímos que íbamos a cambiar radicalmente y que también lo harían las ciudades. Había motivos para pensar así.
Asistimos a la experiencia inolvidable de contemplar por primera vez las ciudades vacías de automóviles y de respirar aire puro incluso en zonas tradicionalmente congestionadas. Verificamos la insuficiencia de los servicios sanitarios públicos. Observamos cómo los barrios más vulnerables sufrían en mucha mayor medida el impacto de la pandemia.