Agustín Unzurrunzaga
¿Medidas penales contra el negacionismo
en la Unión Europea?
(Hika, 185zka. 2007ko otsaila)
Alemania, país que preside este semestre la Unión Europea, quiere impulsar la adopción de medidas penales contra las personas que nieguen el holocausto judío durante la segunda guerra mundial. Es un aspecto concreto dentro de un conjunto de medidas para condenar la incitación al odio racial y la xenofobia. Parece que estas propuestas serán presentadas por la ministra alemana de justicia el próximo mes de abril.
No es la primera vez que en la Unión Europea se presentan iniciativas de este tipo, iniciativas que hasta ahora no han prosperado, debido, por un lado, a los problemas que presenta adoptarlas por unanimidad, aunque nueve países de la Unión tienen legislaciones antinegacionistas y, por otro lado, a que chocan con el derecho a la libre expresión consagrado en las constituciones de los países de la Unión.
Además de lo anterior, de los problemas que hacen referencia a la manera en que dentro de la Unión se tienen que tomar ciertas decisiones, a la norma de la unanimidad, y a los problemas jurídicos que presenta, hay también otros problemas a tomar muy en consideración: ¿es la mejor manera de luchar contra el negacionismo?, ¿no hay en las legislaciones de los estados europeos suficientes instrumentos para luchar eficazmente contra el negacionismo?, ¿es la mejor manera de gestionar la preservación de la memoria del horror nazi, del racismo de exterminio que practicaron, de restablecer los hechos del pasado?, ¿es bueno que los tribunales entren en la disputa de establecer hechos históricos?, ¿es la mejor manera de luchar contra las nuevas formas que adopta la judeofobia en Europa, contra la judeofobia post-nazi?
Lo que propone la presidencia alemana está seguramente cargado de buenas intenciones. La historia de los judíos en Europa es muy larga y compleja, y muchas veces, demasiadas, jalonada por diferentes formas de discriminación y violencia, siendo la más brutal de todas ellas el genocidio, el asesinato sistemático practicado por el régimen nazi. Ese régimen mostró hasta qué extremos puede ser llevado el odio racial, contra los que Hitler calificaba como una raza mental.
Lo anterior forme parte de la historia europea moderna, y debe ser conocido y recordado. Como decía Primo Levi, “La mayor deformación del recuerdo de un crimen cometido es su supresión”1.Y no podemos aceptar que se cumpla lo que el dirigente nazi Himmler decía acerca del exterminio sistematizado de los judíos en los campos de Treblinka, Sobibor, Belzec, Chelmno, Auschwitz o Maidanek: “es una página gloriosa de nuestra historia que nunca ha sido escrita y que jamás lo será”2. Ha sido escrita y seguirá siéndolo.
Dar a conocer lo que ocurría y recordar lo que ocurrió, ha sido una cuestión muy importante en la lucha contra los regímenes totalitarios, en la comprensión de lo que suponía el universo concentracionario, que decía David Rousset3, tanto en su versión nazi como en la soviética.
De ahí que los intentos de banalizar todo lo ocurrido, o de negarlo lisa y llanamente, y en algunos casos de forma militante, o apoyado expresamente por el gobierno de un estado, Irán, que es un actor de primer orden en el conflicto de Oriente Próximo, se viva como algo que no se tiene que aceptar, algo contra lo que hay que combatir.
El antijudaismo no siempre se ha expresado en Europa de la misma manera. Hay un antijudaismo precristiano, de raíz pagana, y un antijudaismo de raíz religiosa, cristiana. Y hay un antijudaismo laico, que adopta la expresión antisemitismo, de fuerte contenido racialista, y que se desarrolla en Alemania a mediados del siglo XIX, y que, podríamos decir, culmina con el nazismo.
La judeofobia es persistente, y actualmente, con otras formas, que incluyen la banalización y el negacionismo, se sigue expresando en Europa4. Eso hay que tenerlo presente, de acuerdo. El negacionismo debe ser combatido, de acuerdo.
Pero a pesar de ello, vuelvo a las preguntas anteriores: ¿lo que propone la presidencia alemana es la mejor manera de combatir todo eso? No estoy nada seguro de ello. Aunque falta un tiempo para conocer en detalle su propuesta, ¿podemos sacar conclusiones prácticas de las legislaciones aplicadas en países concretos, como Francia, por ejemplo, con la Ley Gayssot? A la vista de las discusiones habidas, y que siguen, en ese país, no parece que las cosas sean claras5. La idea de fijar el sentido de un acontecimiento histórico, por muy horroroso y brutal que haya sido, por medio de una ley, de obligar a investigar en el interior de un marco prefijado legalmente, aunque el objetivo sea que no se niegue la mayor, resulta, cuando menos, discutible. Podremos volver a hablar de ello cuando conozcamos la propuesta alemana en sus detalles.
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1. Primo Levi, deportado en Auschwitz, Los hundidos y los salvados, pág. 27.
2. Citado en Los abusos de la memoria, Tzvetan Todorov, pág. 13.
3. David Rousset, resistente, deportado en Buchenwald, autor de El universo concentracionario.
4. Ver Pierre-André Tagieff, La nueva judeofobia.
5. Ver Tzevetan Todorov, Los abusos de la memoria y Memoria del mal, tentación del bien.
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