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Maha Nassar Mujeres palestinas A mediados del mes de marzo pasado, viajó al Estado español
Maha Nassar, educadora, ex prisionera política, miembro del Frente
Popular para la Liberación de Palestina y de la Liga Socialista
Palestina y presidenta de la Unión de Comités de Mujeres
en Palestina. La acompañaba en este viaje Juani Rishmawi, española
de nacimiento –aunque vive desde hace 19 años en Belén– y
coordinadora de los Comités de Trabajo de la Salud en Palestina. – ¿En qué momento y por qué razón se crea la Unión de Comités de Mujeres en Palestina? – La organización se creó en 1980, principalmente para cambiar la situación política de la mujer en la zona y para poder realizar cambios dentro de una sociedad clásica. Hasta entonces las mujeres trabajaban en organizaciones de caridad, con actividades meramente asistenciales. No se estaba haciendo en aquel momento ningún trabajo de reflexión para cambiar el estatus de la mujer. A finales de los setenta comenzaron a surgir y activarse muchas organizaciones de mujeres en distintas zonas para trabajar en la línea de conocimiento y concienciación de los derechos de la mujer, en la línea de ayuda a las mujeres, para intentar cambiar la sociedad en su entorno más próximo, y en una tercera línea, ayudando a las mujeres más pobres económicamente para que pudiesen salir adelante procurándose el sustento. – ¿Cómo es, en general, la vida de las mujeres palestinas en ese estado de ocupación en la actualidad? – Quiero primero explicarte cómo es la situación
de las mujeres dentro de esa sociedad. Nosotras tenemos tres tipos de
problemas. – Ésta es una situación bien difícil para las mujeres laicas, ¿verdad que sí? – En primer lugar, allí ya no se puede decir que una es laica. Nosotras, como mujeres de tradición cultural cristiana, estamos igualmente sometidas a la ley islámica, y la sociedad está tan imbuida de este sistema, que incluso en las familias cristianas es vergonzoso que una mujer reclame su parte de una herencia que, en principio, se considera que irá entera para su hermano. Por eso, en algunas familias ricas o aristocráticas el padre reparte en vida la herencia, para que las hijas no pierdan esa parte que la sociedad les va a negar. – ¿Cómo son las relaciones del comité en el que estás con otras asociaciones feministas israelíes? – Aunque sabemos que muchas mujeres feministas israelíes
están contra su Gobierno y trabajan a favor de la paz –y
esto es importante para nosotras, estamos contentas de que haya gente
que piense así–, mantienen una idea liberal, en el sentido
de que tanto palestinas como israelíes somos mujeres y por eso
nuestros problemas son semejantes, todas estamos oprimidas, los problemas
de los respectivos países son otra cosa. Coincidimos en la reivindicación
de los derechos de las mujeres y en el deseo de que nuestros hijos vivan
en paz. La pregunta importante es ¿cómo? Porque ellas son
las ocupantes y nosotras las ocupadas, es imposible que ellas y nosotras
estemos al mismo nivel. En las reuniones conjuntas podemos hablar de
estrategias para la paz, pero cada una de ellas vuelve para su casa tranquilamente
y yo vuelvo para la mía sin saber si conseguiré pan para
los míos. Los movimientos de solidaridad entre las mujeres palestinas
e israelíes sólo son posibles hasta cierto punto, porque
ellas son una especie de élite. Hay diferencias muy grandes entre
nosotras; incluso las leyes que las protegen a ellas, nosotras no las
tenemos. – ¿Cómo son las relaciones de los comités con las mujeres de la Autoridad Nacional Palestina (ANP)? – Lo más importante es que la ANP creó recientemente
un departamento específico para asuntos de las mujeres. Nuestros
comités tienen una experiencia de 25 años, tenemos centros
en zonas muy apartadas, podemos llegar a cualquier área; no sólo
nos conocen, sino que nos respetan mucho, tenemos experiencia, una historia
de trabajo con las cuestiones más importantes sobre la mujer.
Coincide que la mujer que designaron para llevar este departamento, Zahira
Karmal, es una de nuestras allegadas, estuvo dentro de los comités.
Si fuese otra no podríamos llevar a cabo trabajo o actividades
juntas. Pese a las diferencias que tengo con ella en relación
con la política, nosotras estuvimos muy unidas, con la misma base
ideológica sobre el movimiento de mujeres. Ella pertenece a esa
generación de mujeres que más sufrió, la que entró en
la cárcel..., la que sentó los cimientos para que las mujeres
posteriores tuviesen más facilidad y libertad de movimiento. – ¿Y las relaciones con otras organizaciones de mujeres de los países árabes? – Estamos integradas dentro de una red internacional, estamos
dentro del grupo de mujeres que fueron a Pekín (Pekín +
5 y Pekín + 10) y también de los movimientos de mujeres
que luchan por la democracia. Tenemos muy buena relación con algunas
organizaciones norteamericanas de mujeres, y en Europa, especialmente
en España, Italia y Suiza. – ¿Cómo ven las mujeres palestinas de la calle, en general, los movimientos feministas europeos? – El problema es que en Palestina, en cuanto se habla de derechos de las mujeres, inmediatamente se tilda a quien toca estos temas de prooccidental y pronorteamericana. El término feminismo no suscita, por lo tanto, mucho respeto, así que no podemos decirle a nuestro pueblo que somos feministas. Es muy difícil tener una agenda feminista; ya te comentaba antes que nuestros derechos están mezclados con la cuestión de la autodeterminación. Pero yo soy feminista. Desde 1948 hasta 2005 sueño con la adquisición de un mayor compromiso feminista. Estamos defendiendo derechos muy básicos. Con todo, yo personalmente percibo respeto hacia mí cuando hago alguna demanda sobre los derechos para las mujeres, porque he luchado también por la causa de la autodeterminación de nuestro pueblo, he estado en la cárcel y eso me hizo alcanzar credibilidad como izquierdista. _________________
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