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Mónica G. Prieto El camino hacia el laicismo árabe empieza en Beirut http://periodismohumano.com 27 de abril de 2010
Sucedió en un radiante domingo, el pasado 25 de abril, y la respuesta social fue tan inesperada que al día siguiente la imagen abría los periódicos libaneses. Y eso que comenzó con timidez. La convocatoria tenía como escenario Ain al Mreisse, junto al paseo marítimo de Beirut, donde el buen tiempo, el oleaje del Mediterráneo y el ambiente festivo podrían haber animado al público. Sin embargo, la afluencia resultaba insidiosamente lenta, intimidada por el atrevimiento que supone, en pleno Oriente Próximo, reivindicar un Estado secular que sitúe las religiones en un ámbito estrictamente privado. Poco a poco, casi de la nada, una notable masa humana se unió al llamamiento de ‘Orgullo laico’, el sueño de nuestros cinco protagonistas, entre consignas de “Sec, Sec, Sectarismo No, No! Secularismo” y “El sectarismo mata”. Miles de jóvenes, muchos acompañados de sus hijos y otros de sus mayores, exhibieron folios con una sola frase escrita: “Matrimonio civil; no guerra civil”. Unos pocos se enfundaron en camisetas decoradas con una significativa frase: “¿De qué secta eres?”, decía el anverso. “No es asunto tuyo”, rezaba el reverso. Y así marcharon hacia el Parlamento libanés, en un gesto simbólico que ha resucitado el laicismo en el Líbano –y en toda la región– medio siglo después de su aparición. La primera marcha que se produce en un país árabe a favor del Estado secular fue todo un éxito. La convocatoria de Nasri Sayegh, Yalda Yunes, Said Chaitu, Alexandre Paulikevitch y Kinda Hassan, amigos convencidos de que el cambio sí es posible [“no sabían que era imposible, así que lo hicieron”, es la cita de Mark Twain que preside su grupo de Facebook] terminó arrastrando convicciones. Más de 3.000 personas se sumaron a una convocatoria que exigía algo tan lógico como impensable en este rincón del mundo donde la religión sustenta el sistema político y controla cada aspecto de la vida del ciudadano: el derecho a ser iguales ante la ley sea cual sea la confesión religiosa que se profese.
Eso, por no hablar del perverso sistema político confesional que impera en el país del Cedro, donde los cargos políticos, los escaños del Parlamento y los altos funcionarios son asignados mediante cuotas religiosas en contra de lo escrito en la Constitución. La Carta Magna podría ser la principal arma de los orgullosos laicos libaneses: en su preámbulo se estipula que “el Líbano es una república democrática, parlamentaria, fundada sobre el respeto de las libertades públicas y en primer lugar sobre la libertad de opinión y de conciencia, la justicia social y la igualdad de derechos y obligaciones entre todos los ciudadanos sin distinción ni preferencias”. En el artículo 9, se garantiza “el libre ejercicio de todos los ritos religiosos y el reconocimiento de todos los intereses religiosos de la población”. El texto, escrito en 1926, fue confirmado por el Pacto Nacional de 1943, con el que se selló la fundación del Estado multiconfesional libanés, y posteriormente por los Acuerdos de Taef de 1989, que pusieron fin a la guerra civil. “Pero la igualdad que garantiza la Constitución no se aplica sobre el terreno”, se indigna Caroline Suqqar, miembro del colectivo feminista y una de las manifestantes. “Nuestras leyes son discriminatorias y no sólo en derechos civiles, como demuestran los crímenes de honor. Ni siquiera para morir somos iguales. Por eso sólo creo en las convenciones internacionales, no en las religiosas”. Las feministas fueron una de la larga decena de grupos que se sumó a la iniciativa ‘Orgullo Laico’, junto a colectivos ciudadanos como la Campaña para la Nacionalidad, el conglomerado que agrupa a gays, lesbianas y transexuales libaneses o la Campaña para el Matrimonio Civil (con 22.000 miembros en Facebook), en una imagen casi inédita en Oriente Próximo. La última organización ya realizó una marcha hace meses para reivindicar uniones no sectarias que evitarían a los libaneses muchos viajes a Chipre. En el país del Cedro, para que dos miembros de confesiones diferentes puedan casarse uno de ellos debe convertirse a la religión de su pareja. La única forma de evitarlo es acudir a la isla dividida, el país más cercano donde se celebran uniones laicas. Los viajes son tan numerosos que ya existen agencias especializadas en ‘paquetes’ matrimoniales en Chipre.
El periodista de izquierdas y militante laico Nasri Sayegh, responsable del diario As Safir, se lamenta de “la traición de los laicos al laicismo. Hace 50 años éramos muy numerosos, y en el Líbano se hablaba del laicismo, pero los políticos que se declaraban laicos lo aplazaron en pos del sistema confesional”. Era la época del nacionalismo socialista árabe, del izquierdismo en Oriente Próximo, del auge de Gamal Abdel Nasser y de la introducción del marxismo en la región, conceptos casi olvidados. Esa “traición” sería una de las causas, a juicio de Sayegh, del auge del radicalismo religioso. “Cuando el adversario se ausenta, el ganador se hace fuerte”, musita. “Siempre hubo movimientos laicos en el Líbano”, confirma Walid Hamze, un arquitecto que acudió a la marcha. “Pero con la guerra todo cambió. La violencia hizo que la gente buscara refugio en su familia, en su tribu, en su secta, en su comunidad religiosa… No sé cuánto tiempo habrá que esperar para ver la implantación real del laicismo en el Líbano. Con la falta de confianza que hay entre los libaneses, no me parece viable”. Uno de los graves problemas del Líbano es el sistema feudal en el que se sustenta su política. En él, los líderes tribales pertenecientes a una determinada confesión de las 18 religiones reconocidas agrupan a sus seguidores. Otra de las graves carencias es la falta del sentimiento nacional: en lugar de considerarse libaneses, demasiados ciudadanos se definen como chiíes, suníes, maronitas, greco-ortodoxos, armenios, drusos… La lección de la guerra civil, cuando en los diferentes checkpoints se actuaba según la clasificación religiosa que aparecía en el documento de identidad, tardó en ser aprendida: sólo en 2009 se permitió legalmente que los ciudadanos dejen en blanco la distinción sectaria. Pero en la ficha de estado civil, necesaria para toda gestión burocrática en el Líbano, la religión sigue siendo un dato imprescindible.
Desde noviembre, los cinco amigos se reunieron con constitucionalistas y abogados para fundamentar su llamamiento. Descubrieron que la mayoría de los partidos libaneses se definen como laicos pese a que su fuerza reside en su confesión religiosa, y que todo lo que pueden aportar es un punto de partida para un debate que consideran necesario: “No aspiramos a cambiar las cosas; sólo invitamos a la sociedad a reflexionar”, continúa Nasri. “Es posible que no veamos cambios en 30 o 40 años, pero no tenemos prisa. Es el principio de un largo proceso: ten en cuenta que vamos en contra del feudalismo, y eso implica un enorme desafío”, incidía Alexandre Paulikevitch, bailarín y coreógrafo. La constatación la encontró una hora antes del inicio de la marcha, cuando tres hombres se encararon con él. “Estáis en contra de la religión, vais a llevar al país a la guerra civil!”, le gritaban en tono desaforado. “Todo lo contrario, estamos a favor de todas las religiones, pero también de que nuestros derechos no dependan de ellas”, respondía Alexandre con frustración antes de darlo por imposible. “No quiere comprender, y la mayoría es como él. Siguen ciegamente a sus líderes, y no hay un solo líder político que apueste por desconfesionalizar el país”. Eso es motivo de frustración para los cinco creadores de Orgullo Laico. “No podemos confiar en los políticos, ni tampoco en la nueva generación que les suceda porque aquí los cargos se heredan”, comentaba Nasri respecto a los ‘señores’ de la guerra civil que siguen controlando el país. Al menos dos de ellos, el chií Nabih Berri y el cristiano Michel Aoun, han lanzado el debate de la desconfesionalización del país pero con escasa convicción. “¿Por qué no lo hacen, en lugar de hablar de ello? Ellos están en el Gobierno, así que lo pueden llevar al Parlamento”, se indigna Caroline Suqqer cuando se menciona a los políticos. “Oímos a los políticos a menudo hablar de suprimir el sistema confesional pero, cuando hay que pasar a la acción, sacan todo tipo de argumentos para justificar su inmovilismo: la población no está preparada, no es el momento oportuno…”, subraya el presidente de la Asociación Por un Líbano Laico, Tamir Salim. Por eso los fundadores de Orgullo Laico insisten en movilizar a la sociedad para que ella exija el cambio a sus líderes. “La gente debe saber que tenemos el derecho de nuestro lado, y que no se trata de suprimir las religiones sino de respetar a todos los ciudadanos”, continúa Nasri Sayegh. La marcha, que podría convertirse en una cita anual, es sólo el inicio de una larga serie de actividades (conferencias, debates en las universidades, artículos en la prensa) que aporten información y aumenten la concienciación de los beneficios del laicismo. El principal esfuerzo radica en explicar que no se trata de importar el laicismo a la francesa, inviable en el mundo árabe, sino crear uno adecuado para el país y que sirva de modelo para otros países de la región. “Siria, Jordania, ¿por qué no?”, continúa Chaitu. Los 3.000 manifestantes que marcharon hacia el Parlamento lo tenían claro. “Reivindicamos algo tan sencillo como la igualdad”, señalaba Abdallah Annan, responsable del movimiento Ciudadanía. “Dar al mejor hombre o mujer el mejor trabajo para tener un país mejor, sea cual sea su religión. Y acabar con el sistema confesional que nos llevó a la guerra civil”. |
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