1 de julio de 2018
Introducción
A la semana de la formación del nuevo gobierno de Pedro Sánchez, tras una
moción de censura histórica por exitosa, se dio a conocer una noticia que afectaba al
Ministro de Cultura y Deporte, recientemente nombrado, Màxim Huerta. Como es
conocido, la noticia estaba relacionada con un problema que Huerta tuvo con
Hacienda1. Tras un día debatiéndose de manera prolija en el espacio público sobre su
comportamiento y la reacción que él debía de tener ante lo acontecido, finalmente,
Huerta presentó su dimisión como Ministro.
Este hecho ha suscitado diferentes consideraciones a lo largo y ancho del país y
sobre todo dentro de la opinión pública, incluida la publicada.
Tomando pie en lo ocurrido ese día, y haciendo un análisis crítico de ello, este
artículo pretende reflexionar sobre algunos de los interrogantes que la actuación de
Huerta deja en el aire de cara a la relación entre ética y política en la democracia
contemporánea. La tesis que se defenderá será que si bien la dimisión de Huerta ha sido
un hecho positivo y necesario, las explicaciones dadas por el ex ministro desde el punto
de vista ético no han sido satisfactorias ni han estado acorde con la decisión tomada.
Para llevar a cabo dicha reflexión iremos de lo concreto a lo general, es decir,
comenzaremos por lo hecho por Huerta para, más adelante, hacer unas consideraciones
de carácter general sobre la conflictiva, pero necesaria, relación entre ética y política en
la democracia actual. Para determinar el comportamiento de Huerta diferenciaremos dos
momentos: primero nos detendremos en lo que hizo Huerta de cara a Hacienda y luego
en la reacción que tuvo como gobernante ante lo acontecido.