Mayo 2018
Sobre el comunicado de ETA y la nota aclaratoria al mismo, merece la pena hacer un análisis que abra el foco. Es verdad que hace años un comunicado como este hubiera sido impensable, por eso es un paso importante aunque insuficiente, porque va cerrando capítulos. ETA, es normal, tiene un problema de credibilidad, por su crueldad, porque llega tarde siempre a todo y porque el daño causado afecta a tanta gente y a tantos sectores que la opinión pública de forma mayoritaria no permite medias tintas. Por eso todos los partidos políticos de Navarra, salvo Bildu, han hecho una lectura crítica de este comunicado.
Reconozco que en los términos usados ETA va más lejos de lo que pensaba; empatía, sufrimiento causado, daño, sufrimiento desmedido, respeto por los muertos, reconocimiento de la existencia de diversas opiniones…
Hay, además, una ausencia evidente de la épica habitual usada por ETA; somos luchadores por la libertad, por los derechos del pueblo vasco, somos la vanguardia (autoreferencial por cierto) La violencia no aparece como algo épico, no hay romanticismo (imagino que eso lo guardará para el comunicado final de disolución), aparece como algo conectado con el daño.
Descarta definitivamente la vía negociada (4º párrafo de la nota aclaratoria) y sacar un comunicado sólo para el reconocimiento es un hecho importante. Diluirlo en otro comunicado hubiera sido imperdonable.
Hay también aspectos que son negativos, otros inaceptables y otros en los que la realidad les colocará en su sitio.
El principal aspecto negativo es la necesidad que tiene ETA de recurrir a la teoría del conflicto como lugar justificatorio, como si la existencia de un conflicto político justificara la consecuencia del matar. Sin embargo, en muchos lugares del mundo hay conflictos políticos, pero la secuencia inevitable no ha sido la violencia extrema de ETA (Canadá, Cataluña, Escocia…).
La violencia fue evitable, y eso dependió únicamente de la decisión de quienes apretaban el gatillo y de quienes facilitaron ese andamiaje emocional que justificó el asesinato, de nadie más. Ni el contexto, ni el franquismo, ni una supuesta opresión milenaria, ni la violencia policial, por muy repugnante que esta sea, justifica que ETA no hubiera parado antes.
ETA nos relata una supuesta opresión milenaria y violenta de España como justificación a una respuesta violenta (legítima), para lo que se usa Gernika como mito. Todo el pueblo vasco como víctima de España (la guerra civil no fue evidentemente un conflicto vasco-español, de hecho exportamos miles de requetés).
Se necesita contraponer la violencia del Estado con la suya propia, lo que creo que deshumaniza y nos aleja de una sincera empatía. Que el otro hiciera barbaridades no implica que continuamente se tenga que contraponer una violencia con otra. Parece como si se diera como algo natural el viejo esquema de “acción-reacción”, la violencia se pudo parar y no se quiso y ETA no explica porque no paro antes. Hay un gran vacío en la necesidad que expresa ETA de contextualizar, explicar, justificar y relatar su violencia. Hacer eso insensibiliza porque trasmite que hubo una razón para matar. El 90% de las víctimas de ETA fueron en democracia.
A mi juicio es inaceptable, la separación entre “víctimas que no tenían participación directa en el conflicto” y otras, es decir que ¿hay víctimas que se merecieron la agresión porque estábamos en guerra?, quienes son esas víctimas; ¿jueces, militares, policías, periodistas concejales de PP, UPN y PSOE?. Es inaceptable. La frase “obligados por las necesidades de la lucha armada” es una trágica frivolidad, como si los daños colaterales no fueran también evitables. Se copia el modelo de perdón que emitió el IRA en 2002 (ni en eso han podido ser originales), que limitó sus disculpas a las víctimas “no combatientes”.
En este sentido hay varios asuntos que habrá que abordar en el futuro, aunque ETA no quiera. Y la principal es acabar con la impunidad. La nota aclaratoria de ETA es una loa a la impunidad. Hay 300 crímenes de ETA sin resolver, y eso (como lo hemos exigido en el caso del franquismo) se tendrá que solucionar.
Este comunicado y los recibimientos públicos de presos o la frase habitual de “me siento orgulloso de la historia de ETA” es incompatible. Ensalzar la lucha de alguien que mató a una persona por pensar diferente no es tolerable, rompe nuestra ética pública y humilla a las víctimas. Por otro lado ETA no afronta el daño causado a los suyos, el papel de los presos con largas y recientes condenas es complicado, han hipotecado su vida por nada.
Hay una derrota militar evidente y una derrota política también clara (ni independentzia ni sozialismoa), y han ido bajando y bajando sus exigencias (Aministiarik gabe, bakerik ez), lo que indica la extrema debilidad.
ETA ha terminado, entre otras cosas, porque la sociedad ya estaba en una mentalidad de paz al menos desde Miguel Ángel Blanco, no por la bondad y la generosa reflexión de sus militantes. Lo hacen porque no queda más remedio y esto es importante tenerlo en cuenta.
El funeral de ETA es un proceso de deterioro en el que se han quedado solos, la opinión pública acoge sus pronunciamientos no con euforia sino con apatía y hastío. Ese es uno de sus principales fracasos. Bernardo Atxaga decía en la película “la piel contra la piedra” que cuando ETA anunciara su final íbamos a levitar, y entonces eso creíamos, pero hoy nadie levita.
El final negociado se ha sustituido por un final propagandístico, tampoco les va a valer, porque la épica del final se ha esfumado, ETA llega tarde.
Hay unas ideas por las que se ha luchado que son autoritarias (exclusivismo nacional, desprecio a la pluralidad, intransigencia) etc, que hay que deconstruir. Dice Eduardo Santos, acertado y valiente que “los que iban en el barco con ETA tienen que reconocer la injusticia y la inutilidad del asesinato”. Se va ETA, pero ¿queda ese estilo autoritario que insulta, agrede, amenaza o desprecia a quien no piensa igual? Sin duda este será también uno de los principales retos políticos del futuro. Los que gritaban “ETA mátalos”, los que odiaban, los que deseaban que fuera asesinado alguien, los que relativizaban el tiro en la nuca, los que desde despachos y editoriales empujaban a cientos de chavales al desastre, los que hacían la vida insoportable a los “españolistas”, los que trataban a todo el mundo como traidores… deberían colocarse frente al espejo. Porque el culto a la violencia, necesario para justificarla, termina por moldear muchas conciencias y personalidades. La paz exige una personalidad pacifista.
Así que queda una tarea enorme para hacer. ETA ha representado lo peor de nuestra sociedad, algo que nos debe avergonzar, sobre todo a quienes un día miramos hacia otro lado mientras que agredían a quienes pensaban diferente.