Círculo Escéptico, Junio de 2019.
Salvo hundimiento sin paliativos, los líderes políticos –al menos si quieren conservar el puesto– siempre encuentran un motivo para sonreír, una forma de mirar el lado bueno de unos resultados en las urnas. Las noches electorales son noches de botellas medio llenas. En lo que respecta a la interpretación del voto, la subjetividad tiende a infinito. No obstante, hay formas de calibrar unos resultados: comparar con los resultados de las anteriores elecciones; comparar con las encuestas; comparar con los resultados del líder con el que se rivaliza en el bloque ideológico propio; observar si el partido sube o baja en la clasificación de partidos más votados; calibrar la utilidad o el margen de maniobra que dan los votos en la aritmética resultante… Metidos ya en la precampaña del 10-N, cabe preguntarse: ¿Qué sería un buen resultado (o uno malo) para los seis partidos de ámbito estatal? ¿Cuáles son sus objetivos? Dicho de forma más cruda: ¿Dónde está la frontera del éxito (y el fracaso) para PSOE, PP, Ciudadanos, Unidas Podemos, Vox y Más País?