El País, 21 de noviembre de 2020.
Identificar al partido con ETA es manipular, aunque la formación tiene pendiente la autocrítica sobre su pasado.
Cuando el pasado miércoles Pablo Casado, en la sesión de control del Gobierno, comparó a Bildu con los terroristas de Bataclan o del 11-S no solo incurrió en una desmesura, sino que rayó la indecencia política. Casado obviaba que unos días antes, Bildu había condenado el ataque en Amurrio (Álava) al establecimiento de la familia de Santiago Abascal, presidente de Vox, perpetrado por un grupo disidente. Lo lógico, porque sus estatutos rechazan el terrorismo. Por ello los tribunales legalizaron a Bildu hace nueve años. ETA ya no existe y si reapareciera, algo impensable, estaría enfrente. Tiene pendiente una asignatura: reconocer la injusticia por la pasada complicidad con ETA de su matriz, Sortu, procedente de Batasuna. Pero identificar a la formación con ETA es manipular.