m’sur, septiembre de 2013.
Parece ser que queda muy bien lanzarse al linchamiento de la revista Charlie Hebdo.
¡Qué cómodo es ser intelectual y cerrar filas con quienes nunca se ven amenazados por
los cócteles molotov, ni corren riesgo de aparecer en la lista de una web de Al Qaeda,
todo en aras de redimirse ante cualquier sospecha de racismo.
En 2013, una revista con dibujos divertidos se convirtió en Francia en un medio que
crea opinión, uno que divide bandos, un asunto sobre el que hay que opinar. Charlie
Hebdo suscita una especie de auto de fe de la inquisición, una cábala alimentada por los
(y las) idiotas útiles de los islamistas, que buscan una popularidad fácil, respaldada por
el instinto gregario y la ignorancia.