Habrá trabajo, pero de mala calidad

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(CTXT, 8 de mayo de 2019).

 

Desde hace décadas persiste el debate sobre el futuro del trabajo y, más
específicamente, del empleo, derivado de la revolución tecnológica. Ahora se ha
acelerado. El diagnóstico convencional es la disminución cuantitativa del empleo
normalizado, aun admitiendo la persistencia de una gran cantidad de trabajo
(reproductivo y social) no regulado o sumergido, especialmente a nivel mundial.

Paralelamente, la crisis socioeconómica y las políticas de ajuste y austeridad
aplicadas en esta última década han ocasionado graves consecuencias sociolaborales:
paro masivo, precarización del empleo, devaluación salarial, segmentación y
segregación y desequilibrio en las relaciones laborales. Disminuye el empleo decente o
de calidad y se genera empobrecimiento, desigualdad e incertidumbre.

Por tanto, hay que volver a analizar con realismo estas tendencias, hacer frente a
los prejuicios convencionales y explicar sus implicaciones sociolaborales y normativas.
Primero, las tendencias del empleo mundial. Segundo, el impacto tecnológico en el
empleo señalando que el problema principal es el tipo de poder. Tercero, una de sus
implicaciones normativas: la renta básica. Termino con unas conclusiones.

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