Independentismo y conflicto social

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Eugenio del Río, febrero 2018

 

            Los últimos meses de 2012 y el comienzo de 2013 trazaron una frontera cronológica fundamental. Hasta entonces, el principal partido nacionalista catalán  (Convergència i Unió) colaboraba en la gobernabilidad de España y, más allá de una vaga aspiración independentista desigualmente presente, su política se desenvolvía en el marco constitucional y estatutario. Por su parte, el histórico partido Esquerra Republicana fue más dado a declararse independentista, con distintos énfasis según las épocas, pero sin que ello le impidiera actuar dentro del orden legal establecido e incluso participar en dos gobiernos catalanes tripartitos consecutivos, entre 2003 y 2010.

El nacionalismo más rigurosamente independentista era muy minoritario.

Sin tratar de reconstruir aquí los pasos que llevaron a un cambio radical de situación, hay que hacer constar que a partir de los meses señalados creció un campo social independentista del que forman parte los dos grandes partidos mencionados, la CUP y las dos principales asociaciones socio-políticas: el Omnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana, cada una de las cuales agrupa hoy en día alrededor de 90.000 miembros.

En la actualidad, el grueso del nacionalismo se orienta hacia la independencia. Y  se extiende más allá de lo que había venido siendo el ámbito nacionalista. Así pues, quienes se inclinan por esa opción ni proceden en todos los casos del nacionalismo ni se identifican con todas sus ideas.

Pero, ¿hasta qué punto las ideas nacionalistas han ido calando en los nuevos independentistas? Aunque sería preciso contar con un mayor caudal de investigaciones al respecto, se puede pensar que, a juzgar por los sondeos, algunas de las ideas nacionalistas claves han ido ganando terreno en el conglomerado independentista. Ocurre, por ejemplo, con la hostilidad hacia España y lo español, aunque no esté muy claro el contenido de ambos conceptos. En la última encuesta de 2017 del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) dos tercios largos del electorado potencial (voto y simpatía) de Junts per Catalunya y de Esquerra Republicana se definían como nacionalistas, y también algo más de 60%, del de la CUP (Alberto Penadés, “La polarización era esto”, eldiario.es, 26 del 12 de 2017).

http://www.eldiario.es/piedrasdepapel/Polarizacion_6_721687825.html

Una situación crítica.- Soy de la opinión de que las principales instituciones españolas necesitan un mejor entendimiento con el independentismo catalán. No se puede ignorar o sortear la aspiración a la independencia de dos millones de personas.

Sin embargo, considero que la situación actual, caracterizada por el pulso entre el independentismo catalán y las autoridades del Estado no es una buena cosa ni para Cataluña ni para el conjunto de España.

Estoy pensando en la polarización social, y en los problemas de comunicación y  de cohesión en la propia sociedad catalana.

Los resultados de las últimas elecciones muestran a las claras que la dinámica de la confrontación entre el bloque independentista y el no independentista ha prevalecido sobre cualquier otra.

La centralidad del antagonismo entre ambos bloques ha traído consigo que otros problemas queden relegados, en especial, los relacionados con el bienestar social.

Al calor de esta contienda se están reforzando las derechas en Cataluña y en el conjunto de España.

No hace falta mencionar las dificultades económicas y la incertidumbre social.

Todo esto ha sido fruto de la acción del PP, que siempre ha visto a Cataluña con desconfianza, que ha cultivado los sentimientos anticatalanes y que durante años ha carecido de iniciativa. También lo es de las distintas ramas del independentismo, que se muestran intransigentes en su demanda de independencia y no se avienen a buscar soluciones aceptables para la parte no independentista de la sociedad catalana.

El neo-independentismo que engloba a gentes nacionalistas y a miles y miles de personas que antes no lo eran, y que ahora lo son en desigual medida, ha conseguido hacer de la delimitación entre el independentismo y el no independentismo el elemento central de la política catalana.- Ha obtenido así, en muy poco tiempo, un éxito extraordinario.

Quienes pertenecen a cada uno de estos dos campos tienen características propias que se extienden a terrenos variados. Se puede afirmar que no estamos ante un simple sentimiento o una mera preferencia sobre el futuro político de Cataluña sino ante dos mundos sociales relativamente diferenciados en diversos aspectos: la actitud hacia la lengua catalana o la castellana; el nivel de renta; el origen; la ubicación geográfica…

La vieja distinción entre izquierda y derecha ha quedado relegada frente a esta nueva representación de campos socio-políticos. Buena parte de la izquierda ha sido neutralizada, cuando no abducida, por el nacionalismo-independentismo, en perjuicio de los valores tradicionalmente proclamados de la solidaridad y la igualdad.

Así y todo, la criba izquierda-derecha no ha desaparecido y la derecha (independentista y no independentista) ha pasado a ocupar un lugar más destacado en la política catalana, como lo dejan ver sus resultados de las últimas elecciones del 21 de diciembre. Junts per Catalunya+Ciudadanos+PP cosecharon el 51,26% de los votos (Antonio Santamaría, “Elecciones catalanas: instantánea de una sociedad partida”, El Viejo Topo/Topo Express, 28 de diciembre de 2017).

(http://www.elviejotopo.com/topoexpress/elecciones-catalanas-instantanea-una-sociedad-partida/).

La centralidad del conflicto entre independentismo y no independentismo ha logrado distraer la atención de la opinión pública de los graves problemas sociales y ha venido a proteger a los responsables de las duras políticas de austeridad.– En los últimos cinco años se ha hablado poco de que el Govern presidido por Artur Mas acordó, a partir de 2010, unos recortes del gasto social más duros que los que se aplicaron en cualquier otra comunidad autónoma. Entre 2009 y 2015 se redujo el gasto social catalán en un 26,6% (la media española fue de un 14,3%). La partida de gastos de sanidad es actualmente un 10,2% inferior a la de antes de los recortes. Y el gasto en educación es un 9,4% más bajo que el de 2010.

http://www.eldiario.es/catalunya/GRAFICOS-evolucionado-educacion-sanidad-soberanista_0_718828850.html

http://www.eleconomista.es/catalunya/noticias/7050954/10/15/Un-recorte-de-1408-millones-deja-en-coma-la-sanidad-publica-catalana.html

Muy hábilmente, el bloque independentista ha responsabilizado a España, entendida esta como una realidad exterior a Cataluña, de los males que padece la sociedad catalana, consiguiendo así deslocalizar las causas de los problemas políticos y sociales, y, a la vez, concentrar la solución en liberarse de esas causas mediante la independencia. Se ha instalado la idea de que, una vez destruido el vínculo con España, se podrían resolver los problemas de Cataluña. La independencia se presenta falazmente como portadora de promesas de prosperidad económica y de bienestar social (la Dinamarca del Mediterráneo, se ha solido decir). Este razonamiento, pese a que no brilla por su sutileza ni por su realismo, ha alcanzado una amplia credibilidad.

La España de fuera de Cataluña y la de dentro.- Pero he aquí que el relato independentista-nacionalista tiene un defecto importante. La operación independentista se viene planteando como un proceso de desconexión con España.

En la concepción independentista, España es concebida como una realidad ajena a Cataluña. No se tiene debidamente en cuenta que bastante más de la mitad de la población catalana se siente en mayor o menor medida española. Es decir que, si nos referimos a los seres humanos concretos que forman la sociedad catalana, España no solo está fuera de Cataluña sino que también está dentro.

Es digna de estudio la persistencia en Cataluña, a través de las décadas, de sentimientos de pertenencia nacional diferentes, como se puede ver en las siguientes respuestas a la anterior encuesta del CIS.

¿Con cuál de las siguientes frases se identifica Ud. en mayor medida?

Se siente únicamente español/a                     3,1%

Se siente más español/a que catalán/a          3,8%

Se siente tan español/a como catalán/a         43,8%

Se siente más catalán/a que español/a           24,3%

Se siente únicamente catalán/a                     22,7%

Ninguna de las anteriores                              0,5%

N.S.                                                                0,5%

N.C.                                                               1,4%

Encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), noviembre de 2017, población con derecho a voto en Cataluña, 3.000 entrevistas.

http://datos.cis.es/pdf/Es3198mar_A.pdf

El nacionalismo y el independentismo tienen un problema con fuerzas políticas e instituciones exteriores a Cataluña, pero su primer problema es interno; es la mitad de la sociedad catalana, que no comparte su forma de entender Cataluña y su voluntad de independizarse. No es posible externalizar el supuesto mal y erradicarlo mediante la cirugía independentista. Esa España interior, está ahí, permeando a la sociedad catalana, formando parte de ella.

El conflicto del último lustro ha dado lugar a una reafirmación de estas diferencias y a una degradación de la comunicación y del entendimiento entre las partes.– Es ya muy difícil ignorar o negar la división de la sociedad catalana. Diversas encuestas dan cuenta de esta realidad. La más precisa y concluyente es la realizada por My Word en el pasado mes de noviembre. Merece la pena leerla detenidamente para percibir las vertientes y las magnitudes de la parcelación de la sociedad catalana (El Observatorio de la Cadena SER, 23 de noviembre de 2017). http://myword.es/wp-content/uploads/2017/11/Informe-de-resultados-ObSERvatorio-noviembre-2017.pdf

Partiendo de esa encuesta, la directora de My Word ha concluido que “ahora hay una mitad de la sociedad catalana que es igual que la española” y que “ha habido un repliegue de los catalanes no independentistas que han cambiado de opinión y ya no ven en el referéndum una solución” (Entrevista en la cadena SER, 23 de noviembre de 2017).

http://cadenaser.com/programa/2017/11/23/hoy_por_hoy/1511425961_221843.html

Las elecciones de diciembre pusieron de manifiesto que las dos partes principales de la sociedad, la independentista y la no independentista, dejan escaso espacio para quienes no se avienen a acomodarse a uno de estos dos territorios.

Cataluña necesita recuperar la cohesión que tuvo en otros tiempos.

La cuestión catalana, es, antes que nada, un problema que debe resolver la sociedad catalana de puertas adentro, aunque, por supuesto, para favorecerlo, o para entorpecerlo, pesará lo suyo lo que hagan las principales instituciones políticas españolas.

Acaso el retroceso de las actitudes favorables a la vía independentista seguida estos años pueda favorecer una comunicación actualmente ínfima. Ese retroceso parece claro según la última encuesta de Metroscopia (1000 entrevistas telefónicas a residentes en Cataluña entre el 12 y el 15 de enero de 2018).

https://elpais.com/ccaa/2018/01/19/catalunya/1516390264_318039.html

Problemas de un hipotético referéndum.- Opino que no se debe descartar a priori y de manera absoluta un referéndum sobre la independencia de Cataluña.

Pero un referéndum sobre la independencia no resolvería el problema de la construcción de una convivencia aceptable. Puede llegar a ser inevitable frente a un mal mayor, pero, no es la vía deseable para afrontar el conflicto que hoy se está desarrollando y, además, produciría múltiples efectos nocivos. Sería, además muy difícil llegar a un acuerdo sobre su eventual realización. No solo por el rechazo de las fuerzas que en España, especialmente el PP y Ciudadanos, se aferran a un españolismo intransigente. El acuerdo sería muy difícil de alcanzar, además, porque el independentismo ambiciona un referéndum de todo o nada y no parece bien dispuesto a considerar otras posibilidades.

En una consulta de “sí” o “no” a la independencia (como las dos organizadas hasta hoy por el bloque independentista) una parte importante de la población catalana no encontraría una salida correspondiente a sus demandas. No estaría dentro de esa disyuntiva. Solo podrían hallar satisfacción con esa papeleta quienes desean la independencia o la minoría que prefiere que todo siga como está. La papeleta de “si” o “no” no valdría para el amplio campo social que no quiere la independencia pero si desea un mayor autogobierno. Una consulta que se ciñera a la disyuntiva de “sí” o “no” adolecería de una grave carencia desde un punto de vista democrático.

Si llegara a realizarse, un referéndum en esos términos provocaría una gran tensión y dejaría una sociedad traumatizada, dividida entre vencedores y vencidos.

Por otro lado, la necesaria normalización puede requerir que se eche mano de uno u otro referéndum, en Cataluña y en el conjunto de España, referidos no solo a la independencia sino a otro tipo de medidas. El de independencia no es el único referéndum imaginable ni tiene por qué ser el primero en un proceso de superación de la actual situación.

Un pacto catalán transversal para salir del atolladero.- Entiendo que ninguna de las dos partes principales puede imponerse a la otra y, menos aún, hacer que desaparezca. En mi opinión, es preciso un diálogo entre las fuerzas políticas y sociales catalanas que desemboque en un pacto, acorde con la pluralidad de la sociedad, en el que tenga cabida la aspiración a un mayor autogobierno, a un nuevo marco fiscal, a unas competencias garantizadas, a una reconsideración de distintos aspectos simbólicos. Ese acuerdo debería incluir también una perspectiva de mejora social y habría de dar pie a una negociación con las instituciones españolas.

Un pacto catalán no podría ser enteramente idéntico a las aspiraciones de una de las partes, pero sí tendría que ser suficientemente satisfactorio para ambas.

Por supuesto, un cambio de la mayoría parlamentaria en España favorable a la izquierda, algo que hoy parece bastante difícil, daría lugar a un nuevo escenario para afrontar los problemas de los que estamos hablando. Permitiría poner sobre la mesa transformaciones del Estado español en un sentido federal que facilitaría la búsqueda de soluciones más aceptables y estabilizadoras. Pero, lo cierto es que, de momento, no hay sujetos políticos suficientemente fuertes, ni en Cataluña ni en el resto de España, que se orienten en esta dirección. Y las élites políticas de ambos lados del Ebro siguen ensimismadas y sin iniciativa. La institucional española y la independentista actúan como opuestos complementarios, que alimentan una confrontación paralizante. Por su parte, en el interior de los dos bloques políticos, el anti-independentista y el independentista, cobra vida la figura de los aliados que se oponen entre ellos tratando de alcanzar la hegemonía. La dinámica de los opuestos complementarios y la de los aliados contrapuestos convergen en neutralizar las posibles políticas para superar el actual bloqueo.

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