El País, 22 de diciembre de 2022.
El olor a chocolate caliente. Un portal de Belén sobre las cajas de vendimiar. Los niños de San Idelfonso cantando y mi hermano y yo afuera con los vecinos, quitando las piedras del camino para que el camello de Baltasar —mi favorito— no se tropezara.
Las cosas han cambiado mucho desde que me fui de Tenerife hace 45 años. Ya no me tiran piedras los niños pequeños del párvulo, y mi nombre en la carta de los deseos es el mismo que aparece en mi DNI: Carla. Casi nada. Tampoco están mis padres ni muchos de mis seres queridos, pero sigo compartiendo aquella ilusión de jugar. Cada año, con mi amiga Maribel Peces-Barba, hermana de don Gregorio, compramos en el pueblo de Sort un boleto acabado en 5.