infoLibre, 3 de octubre de 2021.
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- Inversores extranjeros y gestores de activos aplican su lógica especulativa a áreas sensibles del Estado del bienestar como sanidad, cuidados y educación.
- El fenómeno se extiende a sectores como la vivienda, el turismo, la energía y el transporte, donde ejecutan su “lógica cortoplacista”: “Reclaman retorno a corto plazo. Necesitan indicadores rápidos para vender lo comprado”.
- Los expertos coinciden en que los cambios en el sistema financiero tras la Gran Recesión y los paraísos fiscales han abonado el terreno para los megafondos, favorecidos ahora por la devaluación de activos con la pandemia.
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En una de las páginas más reveladoras de Lo que el dinero no puede comprar (Debate, 2012), un ensayo sobre “los límites morales del mercado”, Michael J. Sandel presenta un catálogo de transacciones aberrantes. Operaciones económicas que, a su juicio, no deberían tener lugar, por más que exista una oferta y una demanda, un servicio y un beneficio. Ejemplos: una celda más cómoda dentro de una prisión en Santa Ana, California, por 82 dólares la noche; un vientre de alquiler en la India por 6.250; el número de teléfono de tu médico por hasta 25.000 dólares para poder llamarlo a cualquier hora; el derecho a emitir a la atmósfera una tonelada de dióxido de carbono por 13 euros; el permiso para cazar un rinoceronte negro en peligro de extinción por 150.000 dólares…