elpais, junio 2018
ALTO, DISTINGUIDO Y TÍMIDAMENTE AFABLE, Michael Ignatieff (Toronto,
1947) no parece un hombre de acción, pero lo es: ha compaginado una brillante carrera
en las aulas de Oxford y Harvard con el periodismo y con el Parlamento canadiense,
como diputado y candidato del Partido Liberal durante casi una década.
Puede que su primera infancia itinerante como hijo de diplomático haya influido en su
fijación por el estudio del nacionalismo, del sentimiento de pertenencia y sus
consecuencias políticas. Su libro El honor del guerrero le convirtió en un ensayista de
referencia que, lejos de la abstracción académica, abordaba los temas desde el terreno,
con una prosa impecable. Ignatieff representa la mejor imagen del intelectual
comprometido y honesto, de firme tradición liberal, que sabe reconocer sus errores,
como su apoyo a la invasión de Irak, algo sobre lo que reflexionó en El mal menor:
Ética política en una era de terror, reeditado ahora en español, al igual que la biografía
de su maestro, Isaiah Berlin.