¿No a la guerra?

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CTXT, 25 de febrero de 2022.

 

La consigna “no a la guerra, no a la OTAN” es completamente inapropiada para el momento y para el acontecimiento. Ese eslogan hoy solo puede interpretarse o como regüeldo de la Guerra Fría o como mera yuxtaposición de males.

 

No tengo nada que objetar al eslogan “no a la guerra”, a condición de que quede completamente claro de qué estamos hablando. En 2003, en vísperas de la invasión estadounidense de Iraq, su poder movilizador residía en el hecho de que España formaba parte de la coalición agresora en un contexto geopolítico en el que, omnipotencia solitaria, todas las guerras las desencadenaba EE.UU. Ese “no a la guerra” no ofrecía dudas: era una denuncia del horror que estaba a punto de abatirse desde la Casa Blanca sobre el pueblo iraquí indefenso. En 2022 la realidad es muy distinta. La guerra se ha descentralizado; hay otras potencias y subpotencias dejando su propia denominación de origen en diferentes infiernos locales: Arabia Saudí en Yemen, Rusia e Irán en Siria, Turquía en el Kurdistán, etc. La mayor parte de los humanos estamos en contra de la guerra todos los días del año, pero si solo nos manifestamos hoy conviene que se sepa por qué lo hacemos, qué ha despertado en nosotros esta necesidad de movilizarnos, a quién acusamos –en definitiva– con nuestra protesta.

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