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CAPÍTULO V

“ALGUNAS PIEZAS PARA EL ROMPECABEZAS”

–Hay vivos y hay muertos. Son mejores los muertos que los vivos–.

Así me dijo el Sup cuando me estaba dando orientación antes de irme al monstruo.

Que sea que me estaba explicando de los buzones, de los buzones ciudadanos. Porque hay buzones de montaña. Que sea los buzones de montaña son donde se guardan medicinas, alimentos, armas, balas, equipos, libros. Que sea son para no andar cargando todo de una vuelta, o sea que se ponen en diferentes lugares según el plan. Los buzones de montaña son muy delicados y hay que estar dándoles su vuelta cada tanto porque aluego la lluvia o el tlacuache los chingan. Que sea los echan a perder. Pero en la ciudad no es igual. Que sea en la ciudad sí hay lluvia y aluego dicen que también hay tlacuaches, pero no es lo mismo. Porque arresulta que en la ciudad los buzones se usan para dejar mensajes o para recogerlos. O sea que no son lo mismo los buzones de montaña que los de la ciudad. Entonces pues resulta que hay buzones muertos y buzones vivos, en la ciudad. Y buzones muertos es cuando no hay una persona que pepene el mensaje o entregue, sino que nomás se deja el mensaje y alguien lo recoge y entonces no se conocen entre ellos los que dejan el mensaje y los que lo recogen. Entonces se llama buzón muerto cuando no hay gente, sólo lugares, cosas. Y entonces buzones vivos es cuando un cristiano recibe el mensaje o lo entrega o las dos cosas. Y entonces se llama buzón vivo porque hay una persona viva que recibe las cosas, las guarda un tanto de tiempo y ya aluego las entrega a otro que llega y dice claro la contraseña. Y entonces me estaba explicando el Sup lo de los buzones ciudadanos vivos y muertos y que eran mejores los muertos. Yo digo que de por sí. Que sea eso fue antes de que me fuera para el monstruo, que sea la Ciudad de México.

Fue un poco bastante difícil. Que sea moverse en el monstruo. Seguido se me iba otra vuelta el pesero, que sea la combi, que sea el microbús. O sea que por estar pajareando se me iba hasta tres vueltas la combi y nomas no acababa de irme por quedarme mirando en la calle que es muy grande, que sea que se llama avenida porque está un poco gorda, que sea que está muy doble y van los carros para un lado y van para otro lado y si uno no se pone bien trucha pues lo pasan a uno a difuntear. Bueno, yo ya estoy difunto, pero qué tal que los carros no lo sabían, así que más me valía que me esperaba a que se hiciera un tantito de tiempo y dale con la corredera para llegar al otro lado. Cuando uno andaba en el metro no era tanto batalle porque el metro camina por debajo de la tierra y ahí no hay carros. Todavía. Bueno, les decía pues que estaba ya en la Ciudad de México, que sea en el monstruo. Creo que era el Sup el que decía que era la tierra que se crece para arriba, pero yo creo que lo dijo porque no se ha caminado por allá, porque la mera verdad, es la tierra que se creció para abajo. Que sea que arriba hay puros carros y, bueno, también hay un chingo de antenas que en sus patas tienen casas, que sea en sus patas de las antenas. En el monstruo hay casas chicas y grandes, altas y chaparras, gordas y flacas, ricas y pobres. Que sea como la gente, pero sin corazón. En el monstruo lo más importante son los carros y las casas, y entonces la mandan a la gente para abajo, que sea al metro. Si la gente anda arriba, los carros como que se encabronan y lo quieren cornar a la ge nte como si fueran machos de vaca, que sea toros y bueyes.

En la ciudad no muy hablan bien la castilla porque en lugar de “buey”, dicen “güey”. Cuando los ciudadanos no saben decir cómo se sienten o cómo piensan o si están bravos o si están contentos o asi nomás, entonces dicen “güey”. Una vez iba yo en el pesero, que sea en el microbús, y estaban dos jóvenes, que sea un joven y una jovena, estaban queriéndose y entonces el joven le pregunta a la jovena si lo quiere, que sea si la jovena lo quiere al joven, y entonces la jovena nomás dijo “güey” pero con mucho sentimiento en su corazón, y entonces en su ojo de la jovena se veía que “güey” quería decir “sí te estoy queriendo un poco bastante”, y entonces ya se chupetearon, que sea se besaron. Pero también otro día, la combi, que sea el pesero, se dio un buen frenón y todos nos caímos para adelante y un señor le dijo a otro que le pegó con su mochila cuadrada, que sea su maletín, que sea le dijo, “ora pinche güey” y claro se veía en su ojo que estaba encabronado. Que sea que “güey” quiere decir muchas cosas diferentes. Que sea que los ciudadanos también lo tienen muy revuelto su pensamiento. Como yo, que sea Elías Contreras, comisión de investigación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Bueno, pero les decía que cuando ven gente que anda a pie, que sea los ciudadanos dicen “peatones”, los carros la quieren cornar a la gente peatona. Entonces si no tienes carro tienes que corretearte para que no te difunteen o ponerte trucha para agarrar el pesero o de plano meterte a la tierra y agarrar el metro. Cuando me bajaba otra vuelta de la combi y estaba otra vez en la calle, aluego me tenía que meter bajo la tierra. Que sea al metro. El metro es como un buen tanto de carros pegados, como si estuvieran amarrados con un hilito y uno jala a los otros. Cuando llega el metro, se aprieta mucho la gente que está afuera y se aprieta mucho la gente que está adentro, y entonces unos quieren salir y otros quieren entrar. Gana el que empuje más. Yo las primeras vueltas pensé que era su modo de hacer deporte de los ciudadanos y yo empujaba echándole muchas ganas y animando a todos con ésa de “el pueblo unido, jamás será vencido”, pero aluego me di cuenta de que no, que sea que así viven. Que sea empujándose. Que sea los que andan a pie. Los que andan en carro se mientan la madre cada rato. Yo pensé que es que están encabronados, pero no, que sea que así viven. Que sea que mentándose la madre. El otro día le pregunté al Andrés y a la Marta que qué había más, si gente o carros. Me dijeron que gente. Yo pensé que entonces por qué los carros eran más importantes que la gente. Porque clarito se mira que la ciudad está hecha para los carros y para las antenas, pero no está hecha para la gente. Y entonces como no caben juntos la gente y los carros y las antenas, entonces le hicieron un hoyo debajo de la ciudad, que sea debajo de la tierra. Bueno, pues ahí debajo de la tierra hay mucha gente. Hay hombres y mujeres y niños y ancianos y también hay policías. La gente es de todos los tamaños, que sea como las casas de arriba. Nomás que abajo no hay ricos.

Un día me fui para una estación de metro que se llama... que se llama... Pérenme, voy a ver en la mapa que me traje de recuerdo. Bueno, pues se llama “Azcapotzalco”. Cuando llegué ahí me fui a agarrar otro pesero que tarda un buen tanto y entonces llega a una parte que tiene un como potrero pero que no es potrero. Ahí había una cosa que se llama circo. En el circo fui a buscar dónde está su casa de las jirafas. Las jirafas son unas como vacas, que tienen su cacho, que sea su cuerno, pero tiene un pescuezo como que las jalaron mucho de la cabeza cuando se nacieron, o como que quieren ver muy lejos y entonces estiran el pescuezo, o como que quieren parecerse a las casas del mostruo. Que sea las jirafas son como una vaca pero con antena.

Bueno, pero yo no iba a ver jirafas. Iba a buscar a un compa que iba a estar viendo a las jirafas a las 7 en punto de la noche y que iba a tener el pelo azul. Que sea el compa, no las jirafas. El compa era joven, o sea que no muy se le daba llegar a tiempo a la cita porque es su modo de por sí de los jóvenes, pero por fin llegó. En el mostruo en veces los jóvenes y las jóvenas se pintan su pelo de colores. En veces de rojo, o de verde, o de amarillo, o de muchos colores, o de azul. Entonces el joven que llegó tarde tenía el pelo azul. Yo me puse a su lado, pero no mero pegado porque qué tal que no era.

Entonces, sin mirarlo, dije: “caminan como si estuvieran bailando rock, las jirafas”. Y el joven, sin mirarme, dijo “las jirafas unidas jamás serán tapete”. Yo entonces lo miré que sí es un compa y dejó una su bolsita de pan a un lado de la reja y, sin decir nada más, se fue

¿Qué cómo supe dónde buscar al joven de pelo azul? Bueno, pues arresulta que las claves, que sea las pistas, venían en los comunicados del Bolsillo Roto, en el saludo a Don Manolo Vázquez Montalbán y en el comunicado de las Jirafas. Ya el Sup me había explicado que con los comunicados me iba a mandar decir ónde mero recibía o ponía mensajes. En veces en buzones vivos y en veces en buzones muertos. Entonces con las claves yo supe dónde y cuándo voy a recibir un mensaje. Ahí les dejo de tarea que investiguen cuáles mero eran las claves. Como quiera ése fue fácil. Las claves más difíciles fueron las de los comunicados del video que se lee. Fui a parar hasta un lugar muy pupurufo, que sea muy elegante, que se llama Santa Fe y buscar detrás de una letrina, que sea detrás de la taza del baño, en un lugar donde venden tamales. Ahí había un su mensaje del Sup. Y aluego tuve que saber que tenía que recoger el mensaje el día 8 y entregar mi informe el día 15 ahí mismo, que sea en la letrina de la tamalería. O también cuando, con el comunicado de la velocidad del sueño, fui al metro Oceanía, y busqué una zapatería con el número 69 en la puerta y me dieron un par de zapatos que primero no muy me quedaba el zapato izquierdo pero ya luego lo miré que adentro tiene un papel que me mandan y por eso no muy entraba mi pie y entonces ya lo saqué el papelito y ya me quedó el zapato y ya lo leí el papelito, que sea el mensaje. Y con el comunicado del Miguel Enríquez fui a dar hasta el centro, a una calle que se llama “República de Chile” y buscarlo un letrero que decía “se vende” y detrás del letrero lo pegué mi informe para que otro lo recogiera, que sea que era un buzón muerto.

Total que mucho batallé al principio, pero ya aluego pues le agarré el modo y pos me gustó. Que sea la ciudad de México me gustó. Ya me había dicho el Sup que al monstruo, para conocerlo, hay que caminarlo. “Caminalo a pie”, me dijo, “verás que esa ciudad tiene abajo a quienes la pueden salvar”. Y eso hice, la caminé a la ciudad. Onde quiera anduve y onde quiera encontré gente como nosotros los zapatistas, que sea gente que está jodida, que sea gente que es luchona, que sea gente que no se deja.

Bueno, pero les decía que el joven de pelo azul dejó una su bolsita de pan al lado de la reja donde están las jirafas de un circo que se llama “Circo Unión”. Pues entonces yo me acerqué y la pepené la bolsita de pan que no tenía pan, sino que tenía una su carta del Sup que decía nomás: “Búscala a Mamá Piedra”.

EL EJE BARCELONA-LA REALIDAD-ELMOSTRUO 

- Mucha vigilancia, mucho movimiento, mucha desconfianza -.

Eso fue lo que le dije a Elías como recomendación general antes de partir. Repetía así la del Ché Guevara en el libro “Pasajes de la Guerra Revolucionaria”, y la que cada uno de nosotros recibimos cuando hubimos de movernos solos. Le hablé también del D.F. Más bien de lo que yo recordaba de la Ciudad de México. Y no me refiero a la que, generosa y atenta, nos recibió en la Marcha por la Dignidad Indígena. No, le hablé de aquella ciudad que dejé hace más de 20 años, cuando me vine a la montaña. Según supe después, la ciudad de entonces no tiene nada que ver con la de ahora. Lo de la salida de Elías empezó a cocinarse después de que Pepe Carvalho trajo unos papeles escritos de puño y letra por Manuel Vázquez Montalbán. Los papeles venían acompañados de una pequeña nota de su hijo: “Subcomandante: revisando los papeles de mi padre, a raíz de su muerte, encontré estos apuntes que, supongo, algo le dirán. Un abrazo. Daniel”.

En uno de los papeles venía una especie de esquema que hilaba con flechas, rayitas, bolitas y cuadritos, lo siguiente:

“.–BARCELONA. Hotel Princesa Sofía. Plaza Pius XII, 4., Centro Financiero, Avenida Diagonal; Estación María Cristina del metro. Morales.

.–VALIJA DIPLOMÁTICA MÉXICO-MADRID-MÉXICO. Checar vuelos 1994-2000. Morales.

.–DESAPARECIDOS - GUERRA SUCIA. Morales. La Brigada Blanca.

.–ACTEAL. General Renán Castillo. Morales.

.–MONTES AZULES. Morales.

.–ZEDILLO-CARABIASTELLO.Morales.

.–BIODIVERSIDAD - TRASNACIONALES. Morales. Cheques. ¿Asesorías?

.–EL YUNQUE. Morales. Reactivación de paramilitares. ¿El MURO reeditado?

En otro papel, una serie de preguntas:

“1.-¿Qué hacía Morales en la suite del Princesa Sofía? Se hospedaba solo. ¿Qué hacía en el Centro Financiero? Entraba a las 21:00 y salía a las 22:00. ¿Y en el Metro María Cristina? Entraba a las 22:30 y salía a las 23:00. Al hotel.

2.-¿Qué hacía Morales viajando continuamente México-Madrid-México? Nunca en la misma línea aérea en forma consecutiva. Sin orden aparente.

3.-¿Cuál fue la participación de Morales en la Guerra Sucia en México? ¿Brigada Blanca? ¿Y en Acteal?

4.-¿Qué hacía Morales con los materiales sobre Montes Azules que carga en su maletín?

5.-¿Qué hacía Morales en aquella cena con el ex presidente Ernesto Zedillo, Julia Carabias y Carlos Tello Díaz?

6.-¿Para qué o quién eran los maletines con euros con los que Morales trasegaba del Centro Financiero a la estación María Cristina del metro en Barcelona?

7.- ¿Cuál era la función específica de Morales en el nuevo organigrama del Yunque en México?”

El tercer documento no era tal, era una servilleta. En ella se leía:

“Barcelona agotada. Respuestas... ¿En México?, ¿En Chiapas?, ¿Un eje Barcelona - La Realidad - Ciudad de México?”.

¿Estaba Manuel Vázquez Montalbán haciendo una investigación o un rompecabezas? En cualquiera de los casos había que investigar las piezas. Fui a hablar con los compas del Comité. Estuvimos pensando un rato y entonces decidimos mandar a Elías al monstruo. Después de que Elías salió, mandé otras comisiones a conseguir informes sobre Montes Azules y le mandé pedir a “garganta profunda” lo que supiera sobre las andanzas actuales de Zedillo y la Carabias. Le escribí una carta a Álvaro Delgado, periodista de la revista Proceso y experto investigador sobre el Yunque y su reactivación en el gobierno foxista, solicitándole encarecidamente información sobre ese grupo de ultraderecha. Hice una carta más, dirigida a la Junta de Buen Gobierno de Los Altos, pidiéndole que se pusiera en contacto con el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas para reunir datos sobre la matanza de Acteal. Mientras yo reunía información, Elías podría aprender a moverse en el DF.

Cuando, viendo los informes de Elías, consideré que ya estaba listo, le mandé decir que buscara a Doña Rosario Ibarra de Piedra. Ella sabría dónde encontrar al Belascoarán y tal vez ella y las doñas de Eureka sabrían algo del tal Morales y su papel en la guerra sucia.

UNA TARJETITA

Yo bien lo sabía que “Mamá Piedra” es como le decimos nosotros a Doña Rosario Ibarra de Piedra, que sea que está con un grupo de señoras que les decimos las Doñas y que están organizadas para buscar a los cristianos y cristianas que se desapareció el mal gobierno priyista y que todos los malos gobiernos, que sea del partido pan y el partido PRD, se hacen patos y no dicen claro dónde se desaparecieron a esas personas que sea luchadores de la justicia de los pobres, que sea del lado de los jodidos, que sea del lado de todos nosotros. El grupo ése se llama “Eureka” que quiere decir que se ponen muy contentas cuando encuentran a un desaparecido y lo aparecen y entonces hacen una su fiesta que se llama “Eureka”.

Entonces la busqué a Doña Rosario. Tardé un tanto porque ella no estaba en el monstruo, sino que andaba por Monterrey. Ya aluego apareció y la fui a ver a su casita. Cuando me vio se puso un poco bastante contenta y mucho me abrazaba y mucho me decía “mijo”, así como golpeado, pero no era que estuviera enojada, es que es su modo porque ella es norteña y de por sí es su modo de los norteños. Y me preguntaba por el Sup y que cómo estaba y si estaba enfermo y que cómo estaba el frío allá o sea acá, porque el allá de los ciudadanos es nuestro acá y nuestro acá es el allá de los ciudadanos. Ya lo ven por qué dicen que tengo muy revuelto mi pensamiento. Bueno, pues yo ni podía decir nada porque pura preguntadera y abrazadera de la mamá Piedra que le decimos. Ya aluego que acabó con su abrazadera, la Doña me preguntó si tengo hambre, y le dije que un poco sí. Mientras estaba cocinando cuche con mole o algo así, le platiqué entonces de qué mero estaba haciendo yo en el monstruo y que andaba de comisión de investigación. Cuando le menté al tal Morales se quedó quieta y en silencio, como pensando. Aluego me dijo que ya está la comida y lo comimos bien sabroso el cuche con mole, creo, y un poco si pica.

Tomando el cafecito la Doña me dijo que la mera verdad no se acordaba del tal Morales, pero que iba a preguntar con las otras Doñas y que también en la Casa Museo del Doctor Margil que está en Monterrey. Le dije que está bueno. Entonces le dije que si no sabía dónde podía encontrar a un señor que se llama Belascoarán y que trabaja de lo mismo que yo pero en la ciudad, que el Sup me dijo que ella tal vez sabía de ese señor y ónde mero vive, que sea ónde mero trabaja. Ella le dio otra sorbida al café y aluego me respondió: Trabaja ahí por el centro. Tiene una oficina por la calle de Bucareli. Ahorita te busco la dirección exacta–, y empezó a buscar entre un montón de papeles que tiene en una su mesita. Nomás murmuraba que una tarjetita, que por aquí la tengo, que donde chingaos la puse. Tardó. Por fin la encontró y me la dio, que sea me dio la tarjetita que decía...

Héctor Belascoarán Shayne. Detective Independiente.

Donato Guerra, casi esquina con Bucareli.

México, D.F.

FRAGMENTOS DE LA CONVERSACION ENTRE EL SUP Y EL QUE LLAMAN “GARGANTA PROFUNDA”

(según como fue interceptada por un avión espía modelo EP-3, trasmitida a uno de los satélites SIGNIT de la Red Echelon, y retrasmitida al Centro de Operaciones de Seguridad Regional de Medina Annex, EUA, coordenadas 98º O, 29º N, del NAVSECGRU y la AIA, con el código “morai”).

- Zedillo y Carabias tienen negocios en Montes Azules. La ong de la Carabias es sólo una tapadera para el saqueo de especies animales, que colocan en varias partes del mundo por medio de una especie de mercado negro internacional. Lo de traficar con guacamayas, tapires, changos y otros animales que no me acuerdo ahora, es sólo el primer paso. En realidad están preparando la entrada de grandes consorcios que van por la madera, el uranio y el agua. El agua será tan importante en este siglo como lo fue el petróleo en el pasado. Estoy hablando de dinero, mucho dinero. En el gabinete de Fox saben todo y se hacen patos. El Morales es como una especie de agente de ventas y cajero ambulante. Bueno, eso ahora, porque antes ha sido muchas cosas.

- ¿y Tello? .

- Un arribista mediocre, como toda su vida. Supongo que ya lo sabes, pero el libro que según esto escribió él sobre el alzamiento zapatista en realidad lo hizo inteligencia del ejército federal, por encargo directo de Zedillo. Le habían propuesto a Pérez Gay, no sé si a Rafael o a José María, que lo firmara, pero se negó por una cuestión de ética. Entonces Aguilar Camín recomendó a uno de sus cortesanos: Carlos Tello Díaz. El tal Morales es el que reunió algunos datos e inventó otros mezclando historias de organizaciones guerrilleras a las que combatió o infiltró en los setentas. Parece que el tal Morales estuvo bajo las órdenes de Nazar Haro, pero tenía iniciativa propia. Cuando Nazar y Salomón Tanús torturaban a los presos, el tal Morales era de los que tomaban nota de lo que, inventado o real, soltaban las víctimas. Hacía reportes dobles. Uno lo entregaba y otro se lo quedaba. Cuando Nazar cae de la gracia de sus jefes, el tal Morales se esfuma, pero con una copia, su copia personal y sin editar, de los archivos secretos de la Dirección Federal de Seguridad. Los archivos verdaderos, no los que hicieron públicos. El tal Morales desaparece un tiempo y reaparece ahora. No soy experto en la Guerra Sucia, pero sí te puedo decir que los de antes siguen activos, más bien los reciclaron. El gobierno del cambio es más bien el gobierno del mal reciclado. Donde antes decía PRI, ahora dice PAN. En fin, que el tal Morales redactó y Tello sólo firmó, parece que hasta ahí es la relación entre esos dos. Zedillo quedó tan contento con el resultado del libro que metió a Tello en su círculo íntimo. Mientras Juan Ramón de la Fuente dopaba a Nilda Patricia, Zedillo inició una relación digamos que muy íntima con Julia Carabias. Los pasados viajes turísticos de Tello a la Selva Lacandona coinciden con las apariciones de Zedillo y Carabias en la zona. En las reuniones nocturnas, Tello Díaz comparte algo más que la cena con esos dos. Tello podría ser algo así como el puente entre Zedillo- Carabias y los grupos de las revistas Nexos y Letras Libres, pero parece que no. Creo que sólo es el patiño de Zedillo, que sigue con el mismo sentido del humor que lució durante su sexenio. No creo que Krauze o Aguilar Camín arriesguen nada vía Tello, no porque no les interese sacar raja, sino porque para ellos Tello no es más que una servilleta desechable. Aunque puede ser que Tello vaya a ser el “teórico” de la selva lacandona en su versión disneylandia ecológica. Saqueo de riquezas naturales con fachada de protección ecológica y respaldo intelectual, un negocio redondo.

-¿Será que el tal Morales tuvo algo qué ver con Acteal?.

- No lo sé, pero no me extrañaría.

- ¿Averiguaste algo sobre el Yunque?.

- Eso se mueve en un círculo más cerrado. No he obtenido nada.

- ¿Tiene el tal Morales contacto con el gabinete de Fox?.

- Parece, pero no estoy seguro. Si es que lo hay, está muy mediado y difícil de encontrar. En una reunión salió a relucir su nombre, todos voltearon a ver a Creel y cambiaron de tema. Creo que el que lo mencionó fue Martín Huerta. Tal vez te interese saber que el tal Morales tiene paso franco en la embajada norteamericana. Según mis informes lo vieron comer con el embajador Tony Garza en un restaurante muy exclusivo.

- ¿Tienes alguna foto del tal Morales?

- No, sólo descripciones aproximadas. Entre los 50 y los 60, como de mi rodada. Digamos que parece un próspero banquero. Le gusta vestir bien y la buena mesa.

- Bien, creo que con eso basta. ¿Tuviste algún problema para llegar acá?

- No, ninguno. Consideré que tenía que venir a decirlo personalmente, porque no confiaba en mandarlo por escrito. Lo que sí te digo es que se cuiden. Están como locos con la sucesión presidencial.

- ¿Los gringos?.

- No, ésos no se preocupan porque, salga quien salga, lo tienen comiendo de su mano. Yo hablo de la mierda nacional, de lo que tú llamas la clase política. Hay en juego mucho dinero. Hay una cantidad estratosférica para quien consiga las privatizaciones de la energía eléctrica y el petróleo. Como se ve que ya no salen en este sexenio, la apuesta es para el siguiente. Se van a dar con todo. A López Obrador lo atacan no porque le tengan miedo por ser populista o de izquierda. No es ni una cosa ni otra. En sus 4 años de gobierno no ha hecho sino tratar de congraciarse con los de arriba. Lo que pasa es que él va adelante en la carrera por el premio mayor. Hoy lo atacan a él, mañana a quien puntee en las encuestas. A López le están aplicando los relevos: le avientan por turnos a la PGR, a Gobernación y a la Suprema Corte de Justicia, luego todos en bola. Las reuniones de gabinete no son para acordar acciones de gobierno, sino para revisar encuestas y acordar el siguiente golpe. Cuando se aplaque la polvareda, sólo va a quedar Martita de pie. En el PRI se están dando con todo, lo que pasa es que los medios no se dan cuenta por los otros escándalos. Lo de Enrique Salinas fue Carlos. Es un claro mensaje para Raúl y dice “cállate”. En el PRD están haciendo cuentas para ver si es mejor negocio vender la cabeza de López Obrador o subirse al tren. En la subasta, Cuauhtémoc es uno de los que más pujan pidiendo la cabeza del Peje. Al final quedarán los peores de cada lado: Martita por el PAN, Madrazo por el PRI y Cárdenas por el PRD.

- Te pedí informes de inteligencia, no análisis políticos.

- Ya lo sé, pero es que estos cabrones están convirtiendo a la Patria en una fulana sifilítica. Con perdón de las fulanas, pero da coraje... Oye, diles a los compas del Comité que ya me saquen de ahí. Lo pendejo se puede contagiar.

- ¿No decías que hay aves que cruzan el pantano y no se manchan?.

- Es que eso no es un pantano, es un pinche drenaje profundo y se va a reventar. Vamos a nadar en mierda.

- ¿”Vamos”? Me suena a Unión Europea...

- No chingues, si yo soy de este lado.

- Ya pues, no te angusties. Falta lo que falta...

OTRA TARJETITA

La mera verdad, me dio envidia su tarjetita del Belascoarán. Entonces lo que hice fue irme para las imprentas de Santo Domingo, por allá por el Zócalo, y ahí me hice unas tarjetas que dicen... que dicen... Pérenme, aquí traigo una en mi morraleta. Si aquí está. Mírenla:

Elías Contreras. Comisión de Investigación. EZLN. Montañas del Sureste Mexicano, casi esquina con Guatemala. Chiapas, México.

Ora que la problema es que tengo que hacerme otras con lo mismo, pero en tzeltal, tzotzil, chol y tojolabal. Ahí será en otra vuelta que vaya al monstruo. Bueno, pues estaba en que no podía ir mero directo a buscarlo al Belascoarán ése, porque tenía que preguntar primero si ya lo busco o todavía no lo busco. Entonces lo escribí uno mi informe y se lo mandé al Sup y le pregunté si ya lo busco al Belascoarán ése y si ya lo hablo o según qué me va a decir el Sup. Al tiempo me respondió:

-Todavía no lo busques al refresquero. Espérate a que te mando unos papeles. Ya que los tengas, lo buscas. No lo veas en sus tienditas. Que sea en otro lado que reconozcas bien antes. Chécalo a ver si no trae cola. Si está limpio, lo contactas. Y ahí lo ves tú, si te da buen pensamiento, entonces le muestras los papeles y le dices que le proponemos trabajar coordinadamente. Si ves que es un baboso, entonces sólo le dices que lo mando saludar y ya. Es a tu criterio. Informa luego. Es todo. Un abrazo.

Desde la montañas del Sureste Mexicano. Subcomandante Insurgente Marcos. México, Diciembre del 2004 EZLN.

CAPÍTULO VI

 “UNA VEZ QUE HAS ENTREGADO EL ALMA...”

Héctor Belascoarán Shayne estaba enamorado de una mujer fantasma.

Una mujer que había desaparecido. Eso era habitual en su historia pasada. No el que se enamorara de mujeres fantasmas, el que la mujer de la que estaba enamorado, y lo había estado por largos periodos de amor y desamor durante los últimos años, desapareciera.

Según los misteriosos calendarios de la muchacha de la cola de caballo, que ya no era una muchacha y que hacía mucho tiempo que no se peinaba de cola de caballo, sino de fleco tapando el ojo, a lo Verónica Lake, tenía algunas maravillosas y elegantes canas, era doctora en Filosofía y bebía caballitos de tequila; según pues esos azares que ella programaba, estaba en ninguna parte.

Y ni siquiera se había tomado la molestia, como era su costumbre, de despedirse. Simplemente se había esfumado. No aparecía en su trabajo, en la Universidad estaban de vacaciones, su teléfono no sólo no contestaba sino que se había tornado mudo y en la puerta de su departamento se amontonaban los sobres de publicidad, recibos de luz, saldos bancarios y ejemplares de La Jornada y Proceso.

A veces, Héctor asumía estas desapariciones como descansos obligatorios de una relación que no podían definir claramente: ¿Enamorados ocasionales pero regulares? ¿Pareja inestable con fugas siderales? ¿Matrimonio a la maorí?

¿Amantes de “Un hombre y una mujer” pero 25 años después? ¿Pareja de hecho con derecho a deshecho? Pero esta vez no debería haberse desaparecido así, porque sin quererlo había logrado que Héctor se quedara triste, desvaído, como desvalijado por un pesero pirata, y probablemente un poco más viejo que de costumbre.

¿A qué horas se había enamorado perdidamente de esta mujer al grado de estar voluntariamente dispuesto a cortarse las venas por ella? Ella era esas inquietudes repentinas, esos dolores de ausencia absolutamente adolescente que lo perseguían, esas cadencias cinematográficas de su rostro que se le aparecían cuando se estaba lavando la cara, comiendo tacos de carnitas o escuchando a Mahler.

Mahler. ¿Qué tenía que ver la ex muchacha de la cola de caballo con ese maravilloso judío azotado del inicio del siglo XX? Había conocido a Gustav Mahler muchos años después que a la muchacha de la cola de caballo. Ella había llegado antes. Y lo que unía al músico y a la muchacha no era el adagietto de la Quinta sinfonía (pasó meses antes de que descubriera que un adagietto es un adagio pinchón, un adagio que no acaba de animarse, y adagio una composición que se interpreta lentamente), aquel que mucha gente recuerda asociándolo a la película “Muerte en Venecia” de Thomas Mann pasado a mejorar por Visconti. Ese incremento de pasiones que se pierden y se van, ondas en el agua, y no hay chingada madre nadie que pueda recuperarlas. No, no era ese Mahler el que asociaba a la muchacha de la cola de caballo y sus gloriosas apariciones y desapariciones. Curiosamente era una música tremenda, grande, enorme, que había descubierto cuando los de la Sinfónica del DF le pidieron que interviniera para recuperar un camión cargado de instrumentos. Una tarde, a mitad de un ensayo, Héctor se descubrió, en un teatro vacío, habitado tan sólo por los músicos y sus sonidos, a sí mismo llorando con una música que lo sacudía y agitaba. Y por eso se había pasado más tiempo en los ensayos que en la investiga-ción. Era la Octava de Mahler. Era ese canto a la grandeza de los seres humanos, que Belascoarán intuía como algo personal, en medio de las miserias del DF. Y ella, estaba asociada a eso. Y no te pregunten Héctor Belascoarán Shayne, solitario detective de la ciudad más trastornada, extraviada del planeta, por qué. No te lo pregunten, porque no sabrías decirlo.

O sea, que, con querencia femenina y mahleriana, se sentó en el borde de la cama, que no había hecho en los últimos quince días y que merecía una cambiada de sábanas, y puso a Mahler y su Octava en el tocadiscos con orden de repetir el disco hasta la infamia, y de pasada se dedicó a repasar su conversación con el chino Fuang Chu Martínez, mientras fumaba un cigarrillo y luego otro y así hasta llenar el cuarto de humo.

- Ay, no mames– dijo el Chino como si le saliera del alma.

Héctor no se sintió obligado a explicar por qué era detective en México, y aguantó estoico la mirada del chino que no estaba dispuesto a tomárselo en serio. Chino contra tuerto. Ganó el tuerto, quizá porque concentraba todo su poder en un solo ojo.

- ¿Y por qué me pregunta sobre Jesús María Alvarado?

- Porque la persona que me encargó este trabajo ha estadorecibiendo mensajes de él en el contestador del teléfono.

El chino volvió a mirar de Héctor de pies a cabeza. 

- Alvarado está muerto. Yo no estuve en su velorio, porque estaba en la cárcel, pero está muerto. Murió en el 71, hace un chingo de años... Y usted dijo que era policía independiente. ¿De qué parte de la Secretaría de Gobernación?

Belascoarán encendió un cigarrillo. En las funerarias dejaban fumar; por alguna extraña razón se habían quedado a salvo de la ola de puritanismo antitabaco que bajando de Estados Unidos había arrasado con el México de clase media.

¿Cómo le explicaba a Fuang Chu Martínez estos últimos 30 años? ¿Cómo le explicaba sus relaciones tortuosas y más bien cabronas con el poder? Optó por el camino de las cicatrices. La vía de las cicatrices como dirían sus amigos cheyenes.

- El ojo que me falta me lo voló un ex comandante de la judicial, hoy finado. Cojeo por culpa de un escopetazo que me metieron los mismos que organizaron los halcones. Y me he pasado 7 meses y 3 días en una cárcel en Tabasco por documentar un fraude electoral del PRI hace unos añitos. Me apalearon las hordas de un cura de Tlaxcala que quería exorcizar los pokemones y yo fui el que reunió la documentación para encarcelar a Luisreta, el banquero.

- Ah, usted es gente seria– dijo el Chino. Como quien dice, gente decente.

- Alvarado... Cuénteme. Todo lo que sé es que ustedes fueron compañeros de celda después del 68.

- ¿Y para qué quiere saberlo?

Héctor le tendió copia de los cinco mensajes que había recibido Monteverde del muerto.

- Ah, qué Alvarado, qué cabrón, volviendo de entre los muertos...– dijo el chino sonriendo. Sonreía como personaje del cine mudo, sólo con una parte de la cara.

- ¿Usted sabe quién lo mató?

- Mandando mensajes desde el más allá, qué a toda madre– dijo el chino respondiendo y sin responder– Y se trae a Morales con él.

- ¿Qué sabe usted de Morales?– preguntó Héctor jurándose que sería la última pregunta que le hacía al chino. Que contara lo que le diera la gana, que lo contara como quisiera.

- Pues a mí, me llegó esto– dijo el chino y sacó del bolsillo del pantalón un papel de fax todo ·arrugado.

Héctor tomó el papel y lo leyó en voz alta: 

- “No es perro, pero muerde. o es Speedy González, pero sale borroso en las fotos No es veneno pero mata No es avestruz pero tiene pluma Es como yo, vuelve hasta después de muerto.¿Quién es?” Tu viejo compañero de celda, Jesús María Alvarado

Era una adivinanza medio pendeja, se dijo Héctor, pero aún así juntó el fax con las copias de los otros mensajes sin que el chino tratara de evitarlo.

- ¿Usted tiene contestadora telefónica?

- No– dijo el Chino– Yo soy premoderno, no tengo tele, ni gas estacionario.

- Por eso se lo mandó por fax.

- No me lo mandó a mí, lo mandó a unos baños públicos, ahí en Guadalajara, donde trabajo. - Héctor puso cara de Alec Guinnes y le rezó a San Le Carré para que funcionara. Funcionó. El chino tomó aliento y contó:

- ¿Sabe usted cómo se cocinan los traidores? No se pudren de un día para el otro. No se acuestan guerrilleros y se levantan agentes de Gobernación. Simplemente se debilitan. Se traiciona por cansancio, por aburrimiento, por inercia. Es como si el tejido del que están hechos los hombres a fuerza de estirarse fuera volviendo guango, flácido; y en los intersticios de los músculos se fueran depositando pequeños pedazos de mierda, viejos temores. Y todo ello necesita de una permanente autojustificación, de un montoncito creciente y denso de autoengaño y explicaciones.¿Sabes lo que hizo Morales cuando cumplió 25 años? Delató a su ex esposa a la policía política y a ella la terminaron torturando en los sótanos de las oficinas que tenían enfrente del Monumento a la Revolución. ¿Sabes lo que hizo Morales para justificar la delación? Dijo que la estaba salvando de la muerte. ¿Sabes en qué soñaba Morales? Soñaba con su ex mujer paseando descalza por las arenas de una playa en Veracruz. Mientras a ella la violaban tres veces y le rompían la mitad de la dentadura a patadas.

- ¿Y usted cómo lo sabe?

- Porque en una celda de 6 metros donde hay tres personas, nos sabemos hasta los sueños. Hasta los pinches sueños conocemos. Aunque no haya palabras. Porque Alvarado era cabrón y decidió que al Morales, que era un traidor y un soplón, que por casualidad le sabíamos su historia, que lo habían puesto en la celda para ver si nos sacaba algo, no le iba a dirigir la palabra, y yo como soy chino, pues me sumí en el más oriental de los silencios e hice como si Morales no existiera... y ahí estábamos los tres en la celda como si fuéramos sólo dos, y si Morales nos dirigía la palabra no le contestábamos, si nos pasaba una cuchara la dejábamos caer, tropézabamos con él y no nos disculpábamos, pasábamos a través suyo.

Héctor guardó silencio. El Chino se había quedado vagando por el pasado.

- ¿Era Morales su verdadero nombre?

- Vaya usted a saber. Con ese nombre alguna vez se presentó y así quedó.

- ¿Tenía nombre o sólo apellido?

- Morales. Sólo Morales. Salió mucho antes que Alvarado, y mucho antes que yo que salí tres meses después que Jesús María.

- ¿Y usted piensa que Morales mató a Jesús María Alvarado?

- Lo pienso. No me pregunte por qué, pero lo pienso. Jesús salió de la cárcel dispuesto a rearmar la red que había creado cuando lo detuvieron al fin del 68, y quería todo, decía que ya no había tiempo de palabras, y que las manifestaciones sólo servían para ponerle los blancos al ejército. Iba muy grueso. Cinco días después de salir, lo mataron. Un tiro en la nuca.

- ¿Y cómo lo conecta usted a Morales con esto?

- No lo conecto. Sólo lo sé. Recuerdo su mirada.

Héctor se quedó pensando, era un argumento tan bueno como cualquier otro.

- Yo me fui a Guadalajara, pero durante un tiempo checaba las sombras, andaba con la espalda pegada a la pared, no fuera a ser la de malas.

- ¿Volvió a ver a Morales o supo algo de él?

- Nunca. Pero cuando llegó el fax me acordé de una frase de Henry Miller: “Una vez que has entregado el alma, lo demás sigue con absoluta certeza.” Era un buen retrato de Morales. Y si ahora Jesús María Alvarado, quiere venganza, pues en su derecho está, y en el nuestro, y ojalá se lo chingue–le dijo el chino, y entró al interior de la funeraria dando por terminada la conversación.

Héctor recordaba vagamente a Henry Miller. Los trópicos, que eran cualquier cosa menos tropicales, eran calzones de mujeres volando por el aire, eyaculadores voladores, y la puritana capacidad de espanto que tenía un estudiante de ingeniería de 19 años, hijo de la exótica clase media mexicana que podía producir una cantante irlandesa de folk y un marino vasco exilados en el DF. ¿A qué hora el muerto se había encontrado con Morales y con Henry Miller? ¿Por qué sacarlo del olvido? A Héctor el Marqués de Sade y Miller, no le parecían subversivos, le parecían simplemente putañeros. Y en el fondo de su más silencioso corazón, aquel que se negaba a hablar de literatura con nadie, no fuera a ser que le volvieran pecaminosos, políticamente incorrectos, o simplemente anticonvencionales sus amores y sus odios, pensaba que Miller era un gringo que debería tener un huevo mucho más grande que otro. Sin embargo lo de entregar el alma era algo conocido. Algo sorprendentemente conocido para un ateo que no creía en las almas, sino más bien en las “almacenes”. Las imágenes de las historias de las novelas de Miller se le superpusieron a las frases sobre la ex mujer de Morales. Hizo un gesto de asco, un repeluz; un escalofrío le subió por la espalda.

Con ese escalofrío acompañándolo se quedó dormido en una esquina de la cama, como si no quisiera ocuparla toda, como si una parte fuera para los fantasmas y los muertos.

Fritz iba caminando unos metros por delante de él, cruzando la galería siete y previo permiso para mirar, nomás tantito, una celda.

No había nada que ver. Cajas y papeles. Las huellas habían desaparecido. El archivo histórico se había comido a la memoria histórica, a la simple memoria.

- ¿Hay manera de encontrar los registros del penal en 68?– preguntó Héctor.

- Fácil, vamos a la sala de lectura, ahí hay un cuate que está trabajando sobre el 68 y Lecumberri. Se acercaron a un cuate con lentes de un grueso similar al fondo de una botella que estaba casi oculto por cajas de documentos y legajos.

- Mi amigo Belascoarán necesita saber algo sobre los presos del 68.

El supermiope levantó la mirada sonriendo.La celda que compartían Jesús María Alvarado y Fuang Chu Martínez... ¿había alguien más en ella? ¿Hubo durante un tiempo alguien más ella?

- ¿Crujía?

- La “C”– dijo Fritz sin dudar.

El estudioso se quitó una mata de pelo que amenazaba bloquearle la visión y escarbó entre lo que parecían sus notas. Rápidamente llegó hasta una lista que fue siguiendo con el dedo.

- Alvarado Estrada, Jesús María. Chu Martínez, Fuang

- ¿Y el tercer hombre?

- No hay. Según la dirección del penal nunca hubo un tercer hombre allí. Porque mira, en la lista se muestran cambios, ingresos. Y cuando hay temporales, se ven las fechas entre paréntesis... Y esta es la lista oficial de los presos del 68, la que tenía en su mesa el director del penal.

- ¿Tienes en la lista de los presos un “Morales”? Morales a secas.– preguntó Belascoarán ansioso.

Los dedos recorrían ahora otra lista buscando el orden alfabético.

- Ningún Morales estuvo preso a causa del movimiento del 68.– afirmó categórico el eficaz miope.

Héctor tamborileó sobre la mesa provocando la mirada castigadora de otro estudioso al que el ruido parecía desconcentrar.

- Sácale la foto– dijo Fritz.

- ¿Qué foto?– preguntó Belascoarán.

- Esta– y una docena de fotos aparecieron sacadas de las carpetas mágicas.

Héctor observó con cuidado. Eran los presos del 68, reconocía a Pepe Revueltas y a los más conocidos: Cabeza de Vaca, Salvador Martínez, Luis González de Alba. Posaban de manera caótica frente a una fuente.

- Hay tres que aún no logro identificar, pero todos los demás ya sé quienes son– dijo el estudioso orgulloso y sacó un croquis de la foto donde en cada silueta había apuntado un numerito que se correspondía a una tabla de identificación.

- ¿Cuál es Jesús María Alvarado?

- Éste– dijo sin dudar el investigador mostrando a un joven fornido de potente bigote y melena rizada.

- Y este a su lado es el chino Fuang Chu, ¿verdad?

- Sí, ese era fácil.

- Y este otro– dijo Héctor señalando con el índice– seguro que es uno de los tres que no puedes identificar.

- ¿Cómo lo supiste?

- Aquí mi amigo es detective– dijo Fritz muy orgulloso mientras los tres contemplaban la foto medio borrosa, medio de perfil de un joven de nariz afilada, muy flaco, con lentes de miope, que no llegaría a los 25 años, un joven común y corriente.

Horas más tarde, en su oficina, su amiga Cristina Adler le informó a Belascoarán que en el directorio de servidores públicos de primer nivel del gobierno federal no había Morales machitos de primer apellido, sólo una Morales que trabajaba con Creel en la Secretaría de Gobernación, haciendo galletas de animalitos para los regalos de compromiso del ministro.

Héctor salió a la calle buscando el frío de la calle para ver si podía volverlo más inteligente.Cuanto más escurridizo se volvía Morales, más real parecía. Hizo la parada al primer taxi que pasó frente a la puerta de sus oficinas y dio la dirección del supermercado de Pachuca, en la Condesa. Quería comprarse un cuarto de kilo de chorizo de cantimpalo y un provolone para cenar.

Un cuarto de hora más tarde, el taxista, al entrar en una de las cerradas que abundan en torno a la avenida Mazatlán, comenzó a estacionarse en una zona oscura, se volteó y le mostró un cuchillo de cocina. Héctor que había estado tratando de ponerle treinta años más al rostro de la foto de Morales lo miró sorprendido.

- ¡Dame toda la lana que traigas y las tarjetas!¡ Órale, güey, en chinga!– dijo el taxista transmutado en asaltante

- Míreme joven, el ojo éste que tengo malo - dijo Belascoarán señalándose el parche sobre el ojo. Y cuando el ex taxista sorprendido lo miró mientras le movía el cuchillo a unos cinco centímetros de la cara, Héctor manoteó el cuchillo con la derecha y con la izquierda le sacó una cuarenta y cinco escuadra de la funda sobaquera y le apuntó a mitad de los ojos mientras alzaba el percutor. - ¡Quihubole!

- Te vas a morir, güey. Suavecito, deja caer el pinche cuchillo, porque si no lo haces al grito de újule, disparo.

El tipo soltó el cuchillo mientras a Héctor le costaba trabajo no disparar porque la adrenalina cuando salta es cabrona. Y porque como tantos otros mexicanos ya estaba hasta la madre de la violencia gratuita que impedía que un tipo terminara su jornada laboral a gusto y se fuera a su casa a comer chorizo con provolone.

- ¿De quién es el taxi? ¿Tuyo o lo robaste?

- Es de mi primo que me lo presta– el asaltante tenía cara de cabrón, a pesar de que repartía la mirada entre el agujero de la pistola y su propio cuchillo tirado en el suelo, no tenía cara de derrota, sino de rabia.

- Pues ya se chingó también tu primo por estar prestándote el taxi para hacer chingaderas– dijo Héctor y le pegó tremendo putazo en el rostro con el cañón de la pistola.

Puede ser que en las películas cuando esto sucede la gente se desmaye apaciblemente, pero el taxista se puso a gritar como si él fuera el asaltado, sangrando por la cabeza a lo güey, y Héctor tuvo que sonarle otras dos veces en la cabeza antes de que se quedara quieto. Lo sacó del taxi arrastrándolo por los pies y lo encadenó a un árbol usando una cadena y candado que encontró en la cajuela protegiendo que no se robaran la llanta de refacción. Debería ser cierto lo de que se trataba de un taxi real, prestado y no robado, porque tenía cubierta la placa trasera con lodo.

Decidió robarse el taxi. Ladrón que roba a ladrón... la mano estaba sangrando de una cortada que llegaba de la parte inferior del dedo meñique hasta la muñeca. No era muy profunda, pero sangraba mucho. Por otro lado tenía la camisa cubierta de sangre, de la cabeza del taxista asaltante. Condujo hasta una farmacia que estaba a unas tres cuadras y logró que la farmacéutica le hiciera en la trastienda una cura de emergencia.

- Qué fea cuchillada. ¿Cómo se la dio, joven?

- Mi mamá, sin querer, cuando estaba cocinando– dijo Héctor, al que le encantaban las mentiras inocentes.

Se llevó el taxi hasta el barrio. Aprovechó la oscuridad de la calle Mexicali, para dejarlo allí estacionado, anónimo de todo anonimato. Revisó los papeles:

Como el dueño del carro se llamara Morales... Afortunadamente, la factura estaba a nombre de Casimiro Alegre, nada que ver con “Autos Morales”, “Morales Motors” o cosa por el estilo. La cena se había jodido, a estas horas no iba a llegar al súper todo cubierto de sangre a comprarse el chorizo y el queso. Abandonó el carro con la puerta semiabierta, y dejó la llave escondida en el interior del forro del asiento delantero. Si se lo robaban, ni modo, ladrón que roba a ladrón, que roba a ladrón...

En la puerta de su casa lo estaban esperando Monteverde y el perro cojo.

- ¿Qué le pasó en la mano?

- Me corté con una sierra tratando de salvar a niño que se estaba ahogando– dijo Héctor sin darle mucha importancia. El perro pareció mirarlo con interés. La calle bullía de pachanga. Los restaurantes de las cuatro esquinas estaban repletos, los selocuidos de lo más animados, y los motociclistas de una versión nagual de nacidos para perder estaban bien tranquilos ante la puerta de un supercito, consumiendo paletas heladas de limón y de fresa.

Monteverde dudó si seguir preguntando por la salud del detective, o hacer algún comentario pendejo sobre lo insegura que era la ciudad, o acaso decir que a él nunca la pasaban esas cosas.

Pero ante el rostro despreocupado de Héctor decidió dejarlo correr.

- Tengo un nuevo mensaje de Alvarado. En su oficina me dijeron que aquí lo podía encontrar, y como somos casi vecinos...

- Suban y lo escuchamos– dijo Héctor.– Tengo una torta de pavo vieja para su perro.

- A Tobías le encantan las tortas.

El contestador telefónico recitó: Esta es la lección de historia contemporánea de México número 27, proporcionada gratis por Jesús María Alvarado. Comienza cuando al triunfo de las pasadas elecciones, el gobierno saliente del PRI y el gobierno entrante panista firmaron un pacto. Era un pacto muy chistoso, porque nunca se escribió. El pacto secreto, tenía que ver con la amnistía. “Si tu me dejas gobernar, todo el pasado será olvidado”, decía el pacto que nunca se escribió. No había que escribir nada, bastaba con guiños de ojo, sugerencias, alusiones, certezas sin certeza. Si alguien hubiera jurado algo habría perdido verosimilitud. Nadie de estos güeyes se cree un juramento, ni aunque lo hagan invocando a la virgen de Guadalupe y a la selección mexicana de fútbol. Pero ahí estaba el pacto. Pocos días más tarde el ex presidente de la república apareció como miembro, con derecho a sillón de cuero negro, de dos consejos de administración, el de la Procter and Gamble y el de unas empresas ferroviarias gringas. Curiosamente ambas compañías habían recibido favores durante su régimen: ventas a bajo precio de ferrocarriles mexicanos, terrenos baratos y libres de impuesto.

Pero la amnistía estaba dada. El que el presidente entrante no hubiera dicho ni pío, no hubiera comentado el sorprendente hecho de que su antecesor hubiera pescado un paquete accionario tan importante como para agarrar sillita en esas ilustres reuniones, significaba que el pacto había sido cerrado. Quizá el operador del asunto había sido el canciller Jorge Castañeda, quien frecuentemente había dicho en el pasado que sin amnistía no habría transición. Pero eso sólo era un botón. Los últimos 30 años habían tenido abundantes juegos sucios; muchas fortunas extrañas, muchos asesinatos, muchas inexplicables afinidades, mucha mierda que hay que barrer y esconder en tapete bajo la puerta. Pero a veces las presiones son muchas y el pacto se resquebraja. Y ¿a poco el pobre Morales se va a quedar colgando de la brocha? No, cómo va a ser... Continuará próximamente...

Y luego silencio. Y luego el tono de ocupado.

Cuando Monteverde y su perro se fueron Héctor trató de substituir el provolone con chorizo cantimpalo por una tortilla de ostiones ahumados japoneses. Cocinó escuchando a Mahler.Comenzaba a caerle bien el muerto, tenía una cierta perspectiva histórica que los vivos no tienen, unida a un extraño sentido del humor.

* * * El teléfono sonó al amanecer. En las luces difusas del primer día, el cuarto estaba malamente iluminado. Avanzó hacia la entrada de la casa tropezando con un paquete de 24 cocacolas envueltas en plástico y dejó la mitad del dedo gordo embarrado. Echando grititos bastante ridículo y agarrándose el pie, o sea que cojeando de ambos lados, llegó hasta la mesa que estaba al lado del sillón de los sueños. En ese momento saltaba el contestador:

- Óyeme manito, habla Jesús María Alvarado. (Una racha de tos) Sé que Monteverde y su perro te encargaron el caso.¿Qué vas a hacer? ¿Demostrar que estoy muerto? ¿Y cuando lo demuestres? En vía de mientras te dejo un regalo: ¿Sabes dónde está Juancho? ¿Sabes quién tiene a Juancho? ¿Sabes dónde está el taquero Bin Laden de Ciudad Juárez? Morales lo tiene... Para más datos, Juancho, con su maleta de billetes de cien dólares, decidió que le gustaban el fucki fucki y las taquerías y entonces, pensó en el DF. Donde dicen que hay chingo de las dos cosas. Y órale, pero...

Belascoarán sonrió a la cinta del contestador que comenzó a reproducir el tono de ocupado. Ni por un momento había dudado en descolgar, las reglas eran las reglas. Uno lo buscaba, el otro le dejaba recados. Así era el juego, así se tendría que jugar. ¿Cómo había conseguido su teléfono? Taquerías había muchas... Pero eso de que abundaba el sexo en el DF. Puros rumores.

Delirios de grandeza generados en los subterráneos de la ciudad más grande del mundo. Los pinches chilangos que andábamos de ostentosos. Y por lo visto el mítico y metafísico y probablemente metafórico Juancho Bin Laden el taquero, el inexistente, Osama, el genio del mal, había caído en la trampa de creerles a los defeñosdefectuosos nativos, que en el DF se cogía mucho. Desde la Ciudad de México. Paco Ignacio Taibo II. México, enero de 2005

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