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CAPÍTULO X

“SI DESAPAREZCO DEL PRESENTE”

- Ya no me llama. Jesús María Alvarado ya no me llama –dijo el funcionario progresista con una cierta tristeza. El perro, con una mirada mucho más triste todavía, parecía confirmarlo.

- No, ahora me llama a mí –dijo Belascoarán sacando y tendiéndole la cinta del contestador. Había aparecido a las dos de la madrugada, “Vi su luz encendida y por eso llamé”, dijo a modo de excusa, mientras impúdicamente sacaba de sus ensueños al detective. Ahora funcionario y perro cojo estaban acabándose la última reserva de cocacolas, sentados en el suelo de la sala de Belascoarán, aunque Héctor les había ofrecido el sillón.

- Me da como tristeza, ya me estaba gustando lo de estar mezclado en una locura, en una investigación. Lo reconozco, es un poco morboso... Como que mi vida a veces se vuelve medio aburrida –dijo Monteverde.

- A mí me gusta cuando mi vida se vuelve medio aburrida; duermo un montón... duermo horas y horas, duermo días y días, leo todos los libros que no había podido leer, veo películas de Stan Laurel y Oliver Hardy.

Al perro pareció gustarle la idea porque puso cara de El Gordo cuando El Flaco no entendía nada, y se comió los restos de un chorizo viejo que Belascoarán le había regalado.

- Oiga, qué bueno que sigue hablando Alvarado. Aunque le hable a usted y no a mí. ¿Y está usted cerca de descubrir algo sobre ese Morales?

- Que hay más de uno –dijo Héctor enigmático, como cura de pueblo hablando de la santísima trinidad.

- Aunque no me mande mensajes yo sigo pagando su investigación dijo Monteverde con un cierto tono de firmeza, poniéndose en pie y tendiéndole a Belascoarán un sobre.

- ¿Y qué estoy investigando? ¿Quién es el Jesús María Alvarado que nos llama? O será acaso, ¿quién es y dónde anda el Morales que un día lo asesinó?

- Usted diga, usted es el detective.

- La segunda, lo digo porque no podría aceptar su dinero si quiere que el centro de todo esto lo pongamos en descubrir al nuevo Alvarado.

- Por mí... Yo últimamente empezaba a pensar en él como en un amigo que nos quería contar cosas... sí, claro, está bien, téngame al tanto.

El perro se acercó rengueando a Belascorán y le lamió los pies descalzos. El detective lo interpretó como un gesto de solidaridad y encendió un cigarrillo. Abrió un ojo, el ojo, y dijo en voz alta:

- El perro se llama Tobías.

No sabía por qué hablaba en voz alta en las mañanas. Quizá porque necesitaba del sonido de su propia voz pastosa para acabar de despertar. El sol espléndido de invierno que entraba por la ventana hacía relucir las paredes blancas del cuarto. Encendió un cigarrillo y saltó de la cama tropezando con una pila de novelas históricas, gruesas, de pasta dura, que prometían centenares de horas de lectura. Camino al baño se preguntó también en voz alta:

- ¿Cuál es mi Morales? ¿Cuál es mi pinche Morales?

Cojeando doblemente, Héctor Belascoarán Shayne, detective independiente mexicano, se miró al espejo y decidió que había llegado el momento de pasar a la acción. ¿Cuál acción? Decidió que todo sería mejor si se lavaba la cara con agua bien fría.

Héctor contempló la enorme galería. Lo que había sido una de las crujías de la cárcel, ahora acotado por un mostrador. Tras él, las celdas. Asu lado varias mesas. La mirada de un par de estudiosos se alzó de los polvorientos manuscritos para evaluarlo. No debió parecerles gran cosa el tuerto detective, porque volvieron a lo suyo. Fritz le hizo una seña para que salieran al patiecito que había a un costado de la galería. Un par de árboles bastantes tristones, una fuente sin agua, un par de pájaros mutantes, de esos a los que la contaminación ha vuelto extremadamente inteligentes en la ciudad de México.

- Pausa para fumar –dijo compartiendo sus Delicados con filtro.

Belascoarán le largó de una parrafada el resumen que había venido armando en el camino a la prisión convertida en archivo:

- Creo que puedo conectar al compañero de cárcel y después asesino de Alvarado con la Brigada Blanca, pero nada después del 80. Si hubiera hecho carrera en las policías políticas de este país a ti te tendría que sonar. Morales. Estos cuates ascienden. Un Morales. El de la foto, nariz afilada, muy flaco y con lentes de miope. Si tenía 25 años en el 71, ahora debe tener un poco menos de 60. ¿Existe públicamente ese personaje? ¿Te suena?

- No –dijo Fritz. –Y mira que le rasqué a mis notas y a los albums de fotos, y conversé con un montón de gente, y enseñé la foto que vimos el otro día. Nada, naranjas de la China. Se esfumó. Pero eso es muy común en la historia de la guerra sucia en México. Hay personajes que aparecen en estos vericuetos, hacen sus marranadas, les toca alguna lotería, se roban algo grande, hacen un favor y se esfuman. Por ahí andarán: Próspero empresario de una cadena de mueblerías en San Antonio, Texas; narcotraficante muerto anónimo en Ecuador, se piensa que era mexicano; honesto presidente de la asociación de padres de familia de un colegio de monjas...

- Tú tienes algo –afirmó Belascoarán.

- ¿Cómo sabes?

- Porque eres poblano, y los poblanos cuando tienen misterios son como los de Pénjamo, sonríen y se ladean –dijo el detective.

- Sí, tengo. Jesús María Alvarado tenía un hijo. ¿Te acuerdas de lo que te conté la primera vez, de aquel chavito que yo recordaba, y una señora mayor... La señora era la madre de Alvarado y el chavito, su hijo.

- ¿Y cuántos años tendría ahora?

- Mi edad, dos años menos, algo así.

Pasados los 40 calculó Héctor.

- Y se llama Angel Alvarado Alvarado.

- ¿Y por qué el apellido doble?

- Sepa, sería que Alvarado era padre soltero.

- ¿Un Alvarado hablando por su padre? ¿Recuperando la voz de su padre muerto porque ha descubierto en el presente a Morales? ¿Al Morales que recuerda de cuando era niño? Héctor tiró el cigarrillo que estaba fumando y encendió otro.

- Y tiene un teléfono para que lo llames.

Héctor tomó el papelito que Fritz le tendía sonriendo.

- Y un empleo que te va a encantar. Dobla monstruos en las caricaturas. Hace voces de osos y dragones y renos. Hace doblajes para la tele. Es la voz de Scubydoo y de Barnie.

- ¿Quién es Barnie?

- Según mis sobrinas, no me hagas caso, es como un dinosaurio morado.

- Con esa definición podía ser ministro del actual gobierno.

- Será. Cosas más raras hemos visto en estos años.

En la oficina, Gilberto Gómez Letras y Carlos Vargas parecían muy atareados. Héctor saludó con un gruñido y fue directo a su mesa, marcó el teléfono del Alvarado hijo y lo dejó sonar. Cinco timbrazos, seis. Nadie en casa ni en la oficina ni en la lonchería. Se volvió hacia donde reposaba el montón de papeles dentro de un fólder verde titulado “Morales”. Tenía que separar a los Morales. Al menos a los tres que según sus conversaciones con Elías Contreras se habían definido. El asesino de Alvarado, el zapatista traidor y el operador de matanzas y negocios en Chiapas. Una vez que hubiera logrado separarlos, encontrar los hilos que surgían de cada una de sus historias para poder moverse hacia algún lado. Todo deja hilos, todo tiene cola, todo deja rastros. Era coherente que el ex guerrillero chaquetero se hubiera vuelto oreja, lo hubieran puesto en Lecumberri para sonsacar a los presos políticos y luego hubiera matado a Alvarado al salir de la cárcel.

Era coherente que este mismo personaje hubiera formado parte de la Brigada Blanca y que hubiera sido uno de sus torturadores; sería sin duda el mismo que se había fugado con el archivo en el 83. Había que eliminar al que había hecho negocios sucios en el temblor, ese tenía otra descripción física y podría ser el Morales de Chiapas y de Contreras. Y eso nos llevaba a relacionar aquel Morales, el que llevaba en la nada 20 años con el delirio del Morales de Juancho y de Bin Laden que era conectado a la historia por la voz del muerto.

Ese era su Morales. Ayudado por los martillazos de Carlos y los frecuentes madrazos que Gómez Letras le daba a una llave oxidada con un tubo, Héctor trató de cambiar de perspectiva: Lo que parecía obvio, se volvió verdadero. Un niño descubre (se encuentra accidentalmente, tropieza, reconoce) muchos, muchos años después de que sucedió, al asesino de su padre y se pone a hacer llamadas telefónicas, porque no sabe qué hacer con esa información. El rostro de certeza de Héctor no pudo pasar desapercibido para sus vecinos que lo miraban de reojo.

- ¿Y usted es muy culto? –preguntó de sopetón Gómez Letras.

- ¿Quién? ¿Yo? –respondió Belascoarán atrapado fuera de la base.

- Sí, usted.

- No hombre, yo soy ingeniero. Para las cosas que importan soy autodidacta, las aprendí oyendo, mirando, caminando y, sobre todo, leyendo. Pero sobre todo de los todos, las aprendí escuchándolos a ustedes.

- Te dije, güey, sabiduría popular –le dijo Gómez Letras arrojándole una tuerca a Carlos Vargas que la recibió en el cogote y se zarandeó tantito.

- ¿Así nos llevamos, pendejo? –dijo Vargas sobándose el chipote y avanzando sobre el plomero con su martillo tachuelero en ristre.

- Sabiduría popular mis huevos, usted anda todo el pinche día leyendo la enciclopedia, puro conocimiento pendejo.

Gómez Letras huyó escondiéndose tras el escritorio de Héctor.

- Sálveme jefe, está poseído de furia homicida.

- Doctor Vargas, si lo va a matar favor de no salpicar con sangre, sangre de plomero putañero, muy mal rollo –dijo Héctor alzando las manos para protegerse del inminente ataque.

- Mamón... furia homicida... Se lo perdono todo si me sopla un huevo.

El sonido del teléfono salvó la situación. Carlos Vargas dejó a un lado el martillo, tomó el auricular con la derecha y se siguió sobando la cabeza con la izquierda. Escuchó un instante en silencio y luego dijo:

- Su amigo Gritz-Pitz tiene un recado importante para usted, detective Belascoarán.

Héctor respiró hondo, encendió un cigarrillo y tomó el aparato.

- ¿Quieres hablar con uno de ellos? Puso condiciones dijo Fritz al teléfono.

- ¿Uno de ellos?

- Uno de ellos.

- ¿Cuáles condiciones?

- Yo no puedo decir quién es, tú no puedes preguntar, y no se trata de hablar de él, sólo de tu Morales. Y no puedes grabar la conversación.

- ¿Y para qué “uno de ellos” quiere hablar conmigo?

- Todo el rato se pasan mandándonos mensajes a los que estamos trabajando sobre la etapa de la guerra sucia, cantos de amor de sirenas: que si tenemos un rato, que les gustaría conversar con nosotros. Ahora que todo se está destapando quieren hablar pero no quieren. Quieren contar una parte de su versión, quieren inventar una versión. Eran clandestinos, nunca salían en las fotos y no les daban medallas. Sienten que “otros” los embarcaron, que “otros” les dieron las órdenes. Si algo odian más que a la izquierda es a los presidentes a los que obedecían. Son además una punta de psicópatas mitómanos, les gustaría tener otra historia.

- A nadie le gusta ser la bruja de Blancanieves dijo Héctor –¿Y le vas a hacer caso a las condiciones de uno de esos tipos?

- Por ahora sí, si te hace falta destaparlo, ya veremos. Te espera en media hora en el café La Habana, a 20 metros de tu oficina. Es un hombre de unos 60 años. Para que lo reconozcas va a traer una Constitución en la mano.

- No mames. Eso es un abuso.

- Así dijo.

El café La Habana fue durante mucho tiempo tierra de nadie, hoy es tierra de nada. Las meseras o se han avejentado o no les gusta el café que sirven. El café no es tan bueno como solía, y de todas maneras a Héctor no le gustaba el café. En los años 60 los periodistas del Partido Comunista convivían con los agentes federales de la cercana Secretaría de Gobernación. Era un café donde si se escuchaba atentamente podría parecer que se sabían cosas. Ahora, si se escucha atentamente se oyen los rumores de la música narcorranchera, y si se mira atentamente hay en las tristes mesas, varios narcorrancheros jubilados. La nostalgia no suele reparar los desperfectos. El hombre sentado en solitario con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos frente a él, algo que a Belascoarán le parecía un cuento de Disney en versión aburrida (ojo, la bruja de Blancanieves de travesti Blancanieves), no tenía rostro, era alguien que se aproximaba a la vejez con la cara promedio que les gusta a los que hacen encuestas o comerciales chafas de la Lotería Nacional. Era medianamente moreno, tenía un mediano bigote con canas, era de altura mediana, complexión mediana, pelo negro pero no mucho y un traje gris rata. Quizá en el señor Anónimo lo único que lucía era la corbata, rojo granate brillante, brillosa, y un gran anillo con una piedra del mismo color en el anular de la mano izquierda, no la derecha, con esa se dispara y no tiene chiste estorbarle al gatillo.

Héctor trató de disimular su cojera. Siempre lo hacía cuando se relacionaba con el enemigo, y puso su más fiera mirada en el ojo bueno, esperando que el parche en el otro la mejorara. Se sentó enfrente del personaje sin decir palabra.

El tipo dijo en seco:

- Había una guerra. Una bola de escuincles culeros que se creían la mamá del Che Guevara y que pegaban tiros en la nuca a soldados del ejército mexicano. ¿Qué, los íbamos a dejar?

No, no los habían dejado. Los habían perseguido, a ellos y a sus familias, los habían asesinado, los habían torturado, habían matado a sus hijos, habían violado esposas enfrente de sus compañeros, habían escondido los cadáveres y mentido a las madres de los desaparecidos. Héctor había conocido a más de uno, torturadores y torturados, había escuchado historias que le habían robado el sueño durante meses. Y lo peor es que las había oído diez años después que habían sucedido. Porque él era un marciano cuando todo esto pasó. El estaba siendo un ingeniero feliz cuando todo esto pasó.

- ¿Qué, no han entendido que nosotros somos la justicia?

Sí, claro, Héctor lo había entendido. Lo que no entendía era el uso del “ellos”, “otros ellos”, “ustedes” y “nosotros” que hacía el personaje.

- No me vengan ahora con mamadas. Si hubieran ganado nos hubieran puesto a todos enfrente de las rejas de Chapultepec y nos hubieran fusilado: paredón, paredón, como en Cuba cuando Fidel.

- ¿Conoció usted a Jesús María Alvarado?

- Oí hablar de él, pero nunca lo vi –dijo el Anónimo jugando con su anillo.

- ¿Conoció usted a un tal Morales?

- Era un pobre diablo, era de ellos, pero chaqueteó. Nunca le tuvimos mucha confianza, e hicimos bien, fíjese. Bueno eso de no tener confianza. Terminó robándose cosas. A nosotros nos robó –el tipo intentó una sonrisa, no le salió bien.

- Nos robó a nosotros papeles, para cubrirse. Pero no era tan güey, nunca los sacó, nunca nos intentó hacer un chantajito pendejo.

- ¿Cuándo dejó a su equipo?

- No era de mi equipo.

- Usted dice “ellos” y “nosotros”. De qué habla cuando dice “nosotros”.

El Anónimo no contestó y se limitó a darle un sorbo largo a su café.

- ¿Cuándo dejó usted de verlo?

- Allá por el 83. No sé si le dieron comisión en provincia, o nomás se desapareció, o se fue a comprar cigarros, ahorita vengo... chaqueteó otra vez. Chaquetero una, chaquetero muchas...

- ¿Y sabe usted algo de su vida privada? ¿Esposa? ¿Tenía otro trabajo? ¿Dónde vivía? ¿Amigos?

- Era un solitario. Por eso de que a sus amigos y a su esposa se los había chingado. Y trabajo... Vendía muebles –y al decirlo se le salió una risa un tanto fuera de lugar. –Vendía muebles viejos... Vivía en la Santa María, creo... ¿Y a usted por qué le interesa ese pobre pendejo del Morales?

Ahora le tocó a Héctor guardar silencio. Con un gesto le señaló a una mesera que iba pasando con refrescos que le trajera uno a él también. Durante un instante Héctor y el Anónimo se miraron.

- Morales no es un nombre, es un seudónimo. ¿Cuál era el nombre real de Morales? ¿Usted lo sabe?

- Yo sé todo –dijo el Anónimo sonriendo.

Héctor no le devolvió la sonrisa. Encendió un cigarrillo.

- Se llamaba Juvencio. Me acuerdo porque no podría haber nombre más pendejo en todo el pinche mundo. Y el apellido no lo tengo en la memoria, pero le voy a dar una pista. Una pista bien chingona. Una vez alguien le dijo: “Te apellidas igual que el ministro de Juárez”.

- ¿Cuál Juárez?

- Ahora me va a salir con que los de izquierda ya no saben quién es Juárez... Don Benito, chingá.

- Ah.

Y parece ser que la evocación fantasmal del presidente liberal Benito Juárez le revolvió la memoria, porque el anónimo dijo:

- Sabe qué, que en lugar de andarnos chingando con los papeles esos que andan sacando, deberían ponernos una estatua, una pinche estatua en la Alameda, con...

Y de repente dejó la palabra en el aire, se puso de pie. La conversación había terminado. Le tendió la mano al detective. Héctor la ignoró y tomó la nota, él iba a pagar el refresco y el café, no iba a permitir que se lo pagara.

- Están pagados –dijo el Anónimo y se fue caminando lentamente hacia la puerta.

Con un poco de suerte el tráfico terrible de la calle Bucareli a las 12 de la mañana iba a hacer justicia divina y algún microbús lo atropellaría. Pero Dios no existe, porque el Anónimo, con su pasito cansino, cruzó la calle sorteando los coches e ignorando el repiquetear de uno u otro claxon. Tenía un par de hilos para seguir la investigación, pero para sacarse de la boca el mal sabor que le había dejado la entrevista con el Anónimo, Belascoarán salió del café La Habana y tomó un taxi rumbo a Chapultepec.

Un vientecillo gélido corría por las terrazas del castillo de Chapultepec. Cuando el sol no sale en las mañanas en la ciudad de México es una mala señal. Los chilangos, que son como lagartijas aunque jamás lo reconocerán, se ponen nerviosos y hablan de onda polar y otras cosas que puede que en Siberia o Gotemburgo estén bien vistas, pero que aquí nunca arribaron. Cuando llegó al patio donde estaban los carruajes, el guía se estaba echando un mini mitin a escondidas, con voz suavecita, pero no menos enfática:... una vergüenza que tengan aquí las carrozas de Maximiliano, que están muy bonitas y muy lujosas, al lado del carruaje de Juárez, donde estuvo la patria.

Cuando el grupo se alejó, Héctor se quedó dándole vueltas al carruaje de Juárez. Había leído una novela donde se contaba la historia de la república itinerante, perseguida por los ejércitos franceses a lo largo de 4 mil kilómetros. Un carruaje donde viajaba la legalidad republicana y una escolta de soldados descalzos, porque el presidente no tenía ni para pagar sus botas ni para pagarse a sí mismo su salario. De la ciudad de México a Paso del Norte en los confines de Chihuahua, que por algo hoy se llama Ciudad Juárez. Mientras el carro siga y esté rodando sobre territorio nacional, la República existe. Era una historia bien bella.

Se acercó, esperando un descuido de los celadores, a sobar la rueda del carruaje estirando la mano sobre el cordón rojo que establecía el perímetro de seguridad. La rueda estaba brillante como si muchas manos la hubieran sobado a lo largo de los años.

Decidió comer en su casa. Pasó al mercado de Michoacán a comprar unas chistorras con el Teacher, y aguacates, papitas, jitomate y fruta en el puesto de verduras. Le dio tres vueltas al asunto y se decidió por un melón chino magullado pero que tenía buena calada.

Al entrar en su casa la lucecita del contestador telefónico estaba parpadeando. Héctor se lo tomó con calma, dejó las papas hirviendo en la cocina y el jitomate rebanado con sal y pimienta agarrando aire, y se sentó con una cocacola en el sillón del destino. Apretó la tecla.

- Don Héctor, le habla Jesús María Alvarado. Nomás se me ocurrió. No tenía nada mejor que hacer y dije, vamos a hablarle al detective. Me recuerda el chiste ese del que va al médico un sábado en la tarde y le dice: Doctor, estoy muy preocupado porque tengo tres huevos, y el médico le dice, pues vamos a hacerle un tacto, una auscultación, ¿así se dice, no? Y comienza a revisarle, y luego le dice: Pues no, se ve normal, sólo tiene usted dos testículos. Y el paciente le dice: - No, a fuerzas, lo que pasa es que era sábado en la tarde y no tenía nada que hacer y me dije: vamos a ver al doctor para que me toque un rato los huevos... Pues eso. Y de pasada decirle que yo fui hace años tras Alvarado, pero él me encontró antes y me puso el cañón de la pistola en la nuca y me mató y eso...

La voz se interrumpió. Sólo grababa mensajes de un minuto y medio.

Una vez que se hubo limpiado de la camisa las huellas del melón, Héctor hizo una llamada a Fritz y luego salió paseando hasta La Torre de Lulio, una librería de usado a unas cuadras de su casa, sobre la calle Nuevo León, y se consiguió por módico precio las obras completas, cartas, discursos, notas y escritos de Benito Juárez en 15 tomos. El problema no fue conseguirlas, sino cargar con las tres bolsas de plástico de supermercado de regreso a su casa. Luego, como si hubiera regresado a sus peores días de estudiante universitario, revisó los 15 tomos de portadas de horrible color naranja, de arriba para abajo buscando todos los nombres de los ministros de Juárez. Oscurecía cuando dio la tarea por terminada, absolutamente seguro de que algo se le había pasado por alto, que seguro había algún cambio de ministro en algún gabinete aquí o allá.

Marcó el teléfono del hijo de Alvarado y escuchó los reglamentarias timbrazos que nadie contestaba.

De repente, Héctor recordó algo, un poema que había anotado. ¿De quién? Y había guardado en un libro. ¿Qué libro? ¿Qué estaba leyendo cuando lo anotó? Estaba leyendo Robin Hood. Buscó en uno de los libreros del pasillo hasta localizar la despastada edición de Thor, cuyo lomo amarillo se estaba cayendo. Sacudió el libro hasta que un papelito se deslizó volando hacia el suelo.

El poema del autor que no podía recordar, decía:

Si desaparezco del presente

y habito en el pasado

no hay duda

que terminaré siendo

real.

Las dos niñas correteaban alrededor del sillón. Debía parecerles muy divertida una casa sin muebles, porque recorrían gozosas los pasillos y aceleraban para entrar en la sala, a punto de caerse al darle la vuelta al sillón. Niñas disciplinadas se habían quitado los zapatos al entrar en la casa y los habían dejado formaditos en la puerta.

- ¿Para qué querías a mis sobrinas? Mira si te tengo confianza, que tú nomás llamas y dices y yo te las traigo. Pero me costó un huevo que su mamá me las prestara. No puedes andarle diciendo a las mamás, “préstame a tus hijas, ahorita te las traigo, vamos a ver a un detective –dijo Fritz.

- Quiero que oigan algo, niñas.

Deberían tener seis o siete años, no más, pero sin duda eran disciplinadas y se frenaron en seco, poniendo su atención en el señor tuerto.

- Quiero que cierren los ojos y escuchen una voz, y luego me digan de quién es la voz que van a escuchar.

Las niñas asintieron moviendo la cabeza y cerraron los ojos. Belascoarán apretó el play de la contestadora telefónica.

- Mira, mano, habla Jesús María Alvarado. Espero que tu cinta dure un rato porque te voy a contar una historia que me pasó. Una historia bien pendeja, bien loca. Estaba yo en Juárez en una cantina, y como todas las mesas estaban...

- Mira, es Barnie y dijo “pendeja”, dijo “pendeja” susurró la mayor de las niñas, la otra asintió sonriendo y abriendo los ojos.

Desde la ciudad de México. Paco Ignacio Taibo II.

CAPÍTULO XI

“LA HORA DE NADIE”

El truco está en hacer que la gente mire para otro lado

Así me dijo el compa ciudadano que se llama Alakazam y que es mago, que sea que hace magias. Y es que me fui a despedir de él porque ya me tenía que regresar para acá. Y entonces estábamos comiendo unos tacos que se llaman “de suadero”.

Bueno, no estábamos comiendo, él estaba comiendo y yo nomás lo estaba viendo, porque el otro día me comí unos de esos tacos y nomás me pasaba el día pegado a la letrina, que sea al excusado. Y entonces el Alakazam me estaba explicando cómo hace sus magias, que sea esas cosas que aparece y desaparece cosas y que lee el pensamiento de la gente. Y entonces yo muy no le entendí y él me explicó que él hace que la gente mire una mano y ya con la otra mano esconde o saca lo que tiene escondido. Y entonces yo le pregunté si es como hacen los políticos que te ponen a mirar una cosa mientras por otro lado están haciendo sus maldades. Y entonces el Alakazam me dijo que eso mero, pero que los políticos no eran magos sino que eran unos hijos de puta, así dijo. Y entonces el Alakazam me empezó a explicar que, por ejemplo, hay dos agendas. Y entonces yo le pregunté qué cosa es “agenda” y él me dijo... me dijo... pérenme porque así como tengo revuelto el pensamiento también tengo revuelto mi cuaderno... aquí está, después de la palabra “perspectiva”, dice que “agenda” es un como cuadernito donde uno apunta lo que va a hacer y cuándo lo va a hacer y cómo lo va a hacer y con quién lo va a hacer, y también quiere decir como la orden del día y según qué es lo más importante. Y entonces el Alakazam me explicó que hay dos agendas: la agenda de los poderosos y la agenda de los jodidos. Y entonces la agenda de los poderosos es lo que es más importante para ellos, que sea aumentar sus riquezas y sus poderes. Y entonces la agenda de los jodidos es lo que es más importante para nosotros, que sea luchar por la liberación. Y entonces el Alakazam me explicó que los poderosos, que sea los ricos y sus malos gobiernos, quieren convencer a todos que su agenda, que sea la agenda de los poderosos, es la agenda de todos, hasta de los jodidos. Y entonces que ahí nos tienen escuchando todo el día de sus preocupaciones de los ricos y nos convencen que eso es lo más importante y lo que es urgente que tenemos qué hacer. Y entonces nos tienen mirando para ese lado y no miramos que por otro lado se están robando todo y están vendiendo a la Patria y a sus recursos naturales, como el agua, el petróleo, la energía eléctrica y hasta la gente. Y entonces, cuando nos demos cuenta, ya se habrán obado todo mientras nosotros estábamos mirando para otro lado. Y entonces la maldad no nada más está en que estamos distraídos, sino que también arresulta que sus preocupaciones de los ricos las agarramos como que son nuestras. Y entonces la política moderna, dice el Alakazam, se trata de que la democracia sea que la mayoría, que sea los jodidos, trabaje y se preocupe porque le vaya bien a la minoría, que sea a los poderosos. Y entonces también se trata de que todos los jodidos miremos para otro lado mientras nos roban nuestra tierra, nuestro trabajo, nuestra memoria, nuestra dignidad. Y entonces los poderosos quieren que hasta les aplaudamos con votos. Y entonces el Alakazam me dijo que hay magia negra, que sea que se hace con los demoños; y que hay magia blanca, que sea es la que hace el Alakazam y otros magos; y que hay magia sucia, que sea es la que hacen los políticos.

Y entonces todo eso me dijo el compa Alakazam cuando me despedí de él. Ya antes me había yo despedido de los demás ciudadanos. Bueno, no de todos. Porque arresulta que no me vine solo, que sea que vino también la Magdalena. Y es que ella, que sea él, me dijo que quería venir a conocer tierras zapatistas y que me quería ayudar a buscar al mal y al malo. Yo le dije que no alcanza la paga para que viájemos los dos, y entonces él, que sea ella, me dijo que iba a agarrar de lo que tenía ahorrado para su operación. Y entonces yo lo pensé que está bueno que me acompañe la Magdalena para que vea cómo es la lucha de las comunidades zapatistas. Y pues ya hicimos el viaje. Una parte del camino nos fuimos con el Muciño y otra pues en camión.

EL VIAJE DE REGRESO DE ELIAS

Mi nombre no importa ahora, pero me dicen “Muciño”. Sí, como el jugador de futbol. Pero a aquél le decían “El Centavo Muciño”, y creo que jugaba con el Cruz Azul. Nomás que yo no soy futbolista, sino policía. Sí, de la Policía Federal Preventiva. No, no se asuste. Ya ve que en todo hay bien y mal. Aquí en la policía también hay buenos y malos, aunque creo que si hay una votación, pues los buenos perdemos por mucho. Bueno, pues yo le di un aventón a Elías. Lo llevé de México hasta Puebla. Es que yo tenía que entregar la patrulla, que si no pues hasta Chiapas lo llevo. Sirve que pasaba a saludar a los compas. Pero no, nomás hasta Puebla lo llevé. No, no iba solo. Lo acompañaba una mujer. Bueno, no mero mujer, pero vestida como mujer. Elías dijo que se llamaba “Magdalena”. Bueno, es que me topé a Elías y me dijo que había venido al DF a curarse y que ya se iba de regreso y entonces yo le ofrecí llevarlo aunque sea un tanto del camino. Sí, la verdad es que yo quería platicar con él. Elías es muy buena gente, escucha con atención y, aunque tiene un modo muy raro de hablar, siempre da buenos consejos. ¿Los zapatistas? Bueno, yo ya había oído hablar de ellos desde el alzamiento. Yo estaba más chavo. Luego pues me tocó lo de la Marcha Indígena en el 2001 y, como estábamos cuidando a la delegación zapatista, pues me chuté todos los discursos de los comandantes en todos los actos. Después de eso un grupo de compañeros nos juntamos y, platicando, nos dimos cuenta de que es bueno lo que proponen ellos, los zapatistas. No, no hacemos nada en concreto, sólo leemos y comentamos lo que sale de allá. Sí, una vez fui a Chiapas, a una de las Juntas de Buen Gobierno. No, no fui a espiar. Aunque iba de civil, claro dije en la entrada que yo era policía. Sí, me recibieron y los compañeros de la Junta me explicaron todo lo que están haciendo. Ahí conocí a Elías. No, él no es de la Junta de Buen Gobierno ni es autoridad. No, él estaba ahí porque había ido a un encargo. Yo estaba esperando un carro para regresarme a la ciudad y empezamos a platicar. Me gustó mucho su palabra porque le entendí todo. Sí, es que a veces los comunicados del Sup son muy complicados, como que no se entienden porque a veces usa palabras muy elevadas. En cambio Elías habla así como nosotros. Cuando me despedí de él le dije que si alguna vez venía a México podía contar conmigo para lo que fuera, y pues se llegó el día. No, él casi no habló en el camino, pero me escuchó con atención. ¿Yo? Le conté de lo de San Juan Ixtayopan, en Tláhuac. Sí, donde lincharon a dos compañeros de la policía y al otro lo dejaron medio muerto. Sí, salió en todas las noticias. Sí, para que se lo contara al Sup, quien quita y a lo mejor sacaba un comunicado. Bueno, pues lo que pasó no es lo que dicen que pasó. Y es que pues ahí tiene usted que estaban los de un canal de televisión. Estaban haciendo uno de esos programas que se llaman reality show o algo así.

Bueno, pues ahí tiene usted que unas personas de la televosa ésa empezaron a decir que los robachicos para acá y los robachicos para allá y se empezó a juntar la gente. Sí, estaban frente a la escuela esa. Sí, como quien dice que empezaron a calentar a la gente. Pero era mentira, o sea que querían filmar cómo reaccionaba la gente. Sí, estaban filmando para un programa. No, no recuerdo el nombre. Bueno, pues ahí tiene usted que por ahí andaban estos policías, pero de civil, y entonces alguien de los que estaban haciendo el programa empezó a decir que ellos eran los secuestradores de niños. No, se supone que en determinado momento iban a decir que todo era actuando, que era para un programa de televisión, pero se les salió de las manos, como quien dice. Se pelaron. Sí, los de la televisora se pelaron y dejaron a la gente enardecida. Luego los dueños de la televisora pagaron carretadas de dinero a los del gobierno para que no dijeran nada de cómo había empezado todo. Sí, por eso da coraje ver cómo ahora algunos medios de comunicación se dizque preocupan mucho por lo que pasó. Puras mentiras. Si ellos son los primeros en andar diciendo que todos los policías somos unos ladrones y delincuentes, y ahora se desgarran las vestiduras. Bueno, sí, hay policías que de por sí son peores que los delincuentes, pero también habemos policías buenos. No, a ellos no les importan los muertos, sólo les interesa vender, vender mentiras. Y claro, también sirve para que ellos quiten y pongan funcionarios según les conviene. Y es que ahora los que gobiernan son los medios de comunicación. Bueno, las televisoras principalmente. Sí, los de abajo ponemos los muertos y los de arriba ponen los anuncios comerciales. Dan ganas de vomitar. No, como quiera le voy a poner la infracción porque no trae una luz trasera. No, no me ofenda. Sí, la infracción la tiene que ir a pagar a la Junta de Buen Gobierno. A cualquiera, hay una en Oventic, en La Realidad, otra en Morelia, otra en Roberto Barrios y otra en La Garrucha. Sí, ahí ya me conocen. Sí, a todos los que infracciono los mando para allá, para que aprendan. Sí, como yo.

LA HORA DE NADIE

Bueno, pues les cuento que nos reunimos con el Sup para pensar sobre de los informes que habíamos juntado sobre el tal Morales. Fue el día 4 o 5 de febrero de este año, que sea el 2005. Porque arresulta que, además de lo que yo había juntado con el Belascoarán en mi viaje a la ciudad de México, que sea al monstruo, acá en Chiapas también habían juntado un buen tanto de informaciones y todas eran sobre el caso o cosa, según, del tal Morales que me había tocado a mí en la repartición de los males y malos que habíamos hecho en la reunión aquella en su trabajadero del Belascoarán. Y entonces, una de las informaciones que el Sup tenía era la que había mandado el Frayba a la Junta de Buen Gobierno de los Altos, que sea a Oventic, como respuesta a la carta que les habían mandado los compas cuando las autoridades autónomas le pidieron apoyo al Frayba de información sobre de los paramilitares. Unos días después, el mero día 9 de febrero de 2005, que sea cuando se cumplían 10 años de la traición del Zedillo contra de los zapatistas, el periódico mexicano que se llama La Jornada publicó parte de ese informe del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, o sea del Frayba, que es así como le decimos los indígenas acá en Chiapas y que es una organización que está en Jovel, que sea en San Cristóbal de Las Casas, y que anda pendiente de que no se violen los derechos humanos de los indígenas. Que sea ese informe era o es sobre de los paramilitares y cómo los apoyan los malos gobiernos.

Y entonces pues ya no les digo todo lo que decía el informe porque ya está publicado en el periódico que se llama La Jornada, pero ahí claro se ve que hay un acuerdo de los malos gobiernos para chingar a los pueblos indígenas zapatistas por medio de lo se llama guerra sucia que quiere decir que es una guerra así como escondida, que no se muestra, que sea que hacen como que todo está bien pero no está bien, sino que hay muertos y desaparecidos y desplazados y muchas desgracias para los jodidos. Y entonces la problema es que no sólo se trata de los que hicieron sus maldades en aquellos años del gobierno del Zedillo, sino que todavía por ahí andan los culpables y todavía se sigue haciendo lo mismo por razón de que los zapatistas no nos rendimos si nos vendemos, que sea que no nos olvidamos de por qué luchamos y por eso nos quieren derrotar como quiera que sea.

Y entonces pues les cuento que estábamos con el Sup viendo todos los informes que se habían juntado y claro se veía que una gran maldad se estaba, que sea que se está apoderando de nuestro país que se llama México. Y entonces no estábamos tomando un cafecito caliente, que sea que nomás lo estábamos mirando, porque estaba muy ardiendo y aluego nos quemábamos la lengua.

Y entonces, mientras fumábamos y esperábamos a que se le bajara la calentura al café, lo estábamos pensando cómo es que el Mal y el Malo estaban haciendo todas sus fregaderas, que sea sus maldades, y nomás la gente no decía nada. Y entonces pensábamos si será que la gente no se da cuenta o nomás ya no le interesa. Y entonces pues lo vimos que lo que pasa es que la gente no lo mira al Mal y al Malo, pero no es porque estén escondidos, que sea que el Mal y el Malo estén escondidos, no, si ahí se andan paseando onde quiera. Que sea que no se esconden, pero como quiera no los mira la gente, como si fuera magia. Y entonces yo me acordé de lo que me explicó el compañero Alakazam y se lo conté al Sup. Y entonces el Sup dijo que sí es cierto, que lo que pasa es que estamos mirando para otro lado. Que sea que los poderosos, que sea los ricos y sus malos gobiernos, tienen a la gente mirando para otro lado y entonces están distraídos todos los cristianos y entonces es cuando el Mal y el Malo nos pasan a perjudicar a todos y nomás ni en cuenta. Y entonces lo probé mi café a ver si ya le pasó su calentura y no le había pasado todavía, y entonces yo le dije al Sup que la están desgraciando a la Patria, que sea a México, y entonces nos vamos a quedar todos como huérfanos, llorando, perdidos, sin saber de ónde venimos y olvidados de nosotros mismos. Y entonces el Sup no dijo nada, pero también lo probó su café y se dio una buena quemada, y entonces empezó a decir muchas groserías y a mentar madres, no sé si porque el café estaba muy caliente o porque lo están matando a nuestro país y estamos mirando para otro lado. Y entonces yo pensé que es como si estuviéramos viendo la televisión mientras nos están robando la casa. Y entonces la gente dice que está muy bien informada pero es que sabe muchas cosas o casos, según, pero de otro lado, y no sabe bien de que nos están robando el corazón. Y entonces yo me acordé de cómo se brinca de una cosa a la otra en las noticias y nomás hasta duelen los ojos de estar brincando de un lado a otro.

Y entonces lo miramos que ya se descalentó un poco el café y entonces ya lo empezamos a tomar el cafecito sin pena de quemarnos la lengua.

Y entonces ya el Sup me dijo:

- Cómo ves Elías, creo que ya llegó la hora de Nadie.

NADIE

La ubicación estratégica del suroriental estado mexicano de Chiapas ha despertado el interés de las grandes potencias mundiales. Debido a esto, los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Japón, Rusia, China y los de la Unión Europea han colocado agentes de sus respectivos servicios de inteligencia. Sumando éstos a los que mantienen las diferentes dependencias del gobierno mexicano, tenemos lo que se llama “saturación” del teatro de operaciones. Como cualquiera sabe, la “saturación” de servicios de inteligencia provoca lo que se llama “intoxicación”, que quiere decir que la información recopilada no sólo no sirve, sino que hace daño al aparato de inteligencia en cuestión. Puede ser que a estos fenómenos de “saturación” e “intoxicación” se deba el que ninguna agencia se haya dado cuenta de que en el organigrama del EZLN hay una rama que es el equivalente a las tropas especiales o de elite de otros ejércitos. Su existencia es conocida sólo por algunos cuantos: los miembros del Estado Mayor del EZLN y algunos de los más antiguos comandantes y comandantas del CCRI. Esa parte de la estructura neozapatista está formada por sólo seis personas y han desempeñado labores de gran importancia, pero secretas, en distintos momentos de la historia del EZLN. Por ejemplo, sus integrantes fueron los que protegieron al Sub Marcos cuando la traición de hace 10 años, en febrero de 1995. Cuentan que, con la comunidad de Guadalupe Tepeyac completamente rodeada por tropas aerotransportadas del ejército federal, sacaron al Sub del cerco y lo pusieron en un lugar seguro. También a este equipo especial se debe la investigación, en menos de 24 horas, de lo sucedido en Acteal el 22 de diciembre de 1997. La información que los miembros de este equipo obtuvieron fue con la que se elaboraron la serie de comunicados de aquellas fechas, mismos que, junto con la información proporcionada por algunos medios de comunicación y por ONG derrumbaron la estrategia gubernamental de presentar la matanza como una pelea entre indígenas. En enero de 1998, este equipo fue el encargado de poner a salvo a la Comandancia General del EZLN cuando el ejército federal intentó tomar la comunidad de La Realidad el mismo día en que tomaba posesión Francisco Labastida Ochoa como secretario de Gobernación.

Si pocos saben de su existencia, el nombre de este equipo especial sólo es conocido por sus integrantes y por el Subcomandante Insurgente Marcos. Sólo ellos saben que su nombre clave es... NADIE.

1.- La Erika. Insurgenta. Indígena, 15 años entrados en 16. Tenía cuatro años cuando el alzamiento. Su papá murió en los combates de Ocosingo y ella se crió en la resistencia. Se decidió a entrar como tropa insurgente del EZLN en 2001, después de la marcha indígena. Elías habló con ella. Entonces echó su mentira, porque dijo que ya tenía 16 años y en realidad tenía 11 entrados en 12. Es operadora de radio y, a veces, cuando el Sup y el Monarca no suben rápido la loma del radio, inicia como locutora las transmisiones de Radio Insurgente, la voz de los sin voz. También es conocida porque seguido se pelea con los varones de la tropa zapatista porque hacen comentarios despectivos o burlones de las mujeres. Muy buena para lo militar y para lo político. Experta en radiocomunicación. Le gusta mucho la poesía, las canciones de Juan Gabriel, Los Bukis y Los Temerarios. En las noches usa sin permiso la lámpara para leer un maltratado libro de poemas de Miguel Hernández que encontró en un viejo buzón de montaña. Desafina cuando canta la canción de los caracoles zapatistas. Es la de comunicaciones de NADIE.

2.- La Doña Juanita. Indígena. Se dice que es la viuda del Viejo Antonio, fallecido en 1994. No se sabe cuántos años tiene pero ya está grande. Tiene grandes conocimientos de medicina herbolaria, buen ojo clínico y una paciencia de 500 años. Sabe hacer tostada dulce y marquesote, que es un pan de maíz con azúcar y manteca. Cuando habla en las asambleas de su pueblo todos la escuchan con atención y respeto. Fue una de las compañeras que redactó la llamada Ley Revolucionaria de las Mujeres y la primera en plantear que las mujeres pueden ser autoridad. Hasta los hombres más machitos acuden a ella para pedirle orientación y consejo. Es la enfermera de NADIE.

3.- La Toñita. Indígena. Tiene como 10 años entrados en 11. Hija de padres insurgentes. Su madre la llevaba en el vientre cuando salió a la toma de Las Margaritas en enero de 1994. Es muy hábil para obtener e interpretar informes. Se disfraza muy bien y puede pasar desapercibida en cualquier lugar y situación. Le gusta mucho dibujar y correr. No hay varón que le gane a subir a un árbol ni que la supere en puntería con la tiradora (resortera). Va a la escuela autónoma y cuando sea grande, dice, va a ser autoridad y va a prohibir las matemáticas, porque batalla mucho con los números. Es la de inteligencia de NADIE.

4.- El Maa Jchixuch (Maa quiere decir guacamaya en tojolobal y Jchixuch quiere decir puercoespín en tzeltal; guacamaya también se dice Moo en tzeltal y puercoespín se dice ixchixuch en chol y tek tikcal chitom en tzotzil). Joven mestizo. Debe andar por los 20 años. Se peina al estilo punk, por lo que tiene los pelos parados como puercoespín, y pintados de muchos colores, como guacamaya. Es locatario en el Mercado de los Ancianos, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Vende de todo, según como corre el agua. Vendiendo fuegos, pirotécnicos se hizo un experto en su uso. También es cantautor. Bueno, hace canciones y las canta, pero no él les pone música. Según dicen, les manda las letras que escribe a otras personas y ya ellos le ponen la música. Un ejemplo es la canción que se llama Otras caricias y que dice así: En un rincón del mundo,/ Unas pieles se encuentran./ Se hablan, se escuchan./ Se preguntan, se responden./ Se acarician./ Porque una caricia es una pregunta./ Porque una caricia es una respuesta./ Un pedacito de piel pregunta: ¿aquí?, ¿así?/ Y un pedacito de piel responde: ahí, así./ No siempre./ Hay en el mundo hombres y mujeres./ Y también hay fantasmas./ Los fantasmas, por ejemplo, son muy otros./ Los fantasmas, cuando acarician, lastiman./ Pero eso no es lo grave o lo malo./ Tampoco que esa caricia deje una herida./ Tampoco que esa herida no cicatrice nunca./ Lo grave es que los fantasmas dedican toda su torpe ternura/ En acariciar la tierra entera./ E impedir así que cicatrice la memoria./ Cuando un fantasma acaricia./ Pregunta y responde./ Rebeldía.

La canción se la mandó a unos roqueros de Europa y, según también dicen, tiene otras canciones que serán parte de un disco que se llamará Fantasmas. Maa Jachixuch es el de explosivos de NADIE.

5.- El Justiciero. Mestizo. Como de 40 años. Negro como la noche. Antes fue obrero-albañil. Ahora es chofer de un camión de transporte de materiales de construcción. En la defensa trasera de su camión, El Justiciero puso un letrero que dice “Materialista Histórico y Dialéctico”, más arriba del que advierte de “Viejo, pero no de todas”. Se habló con Elías cuando se le descompuso su camión una noche frente al caracol de La Garrucha. Dicen que los encontró la madrugada todavía hablando. Apartir de ahí se hizo zapatista. Habló con sus compañeros y se registraron todos en la Junta de Buen Gobierno. Después reclutó a los taxistas, a los de las tortillerías, a meseros y meseras, y hasta a algunos soldados. Es el chofer-mecánico de NADIE.

6.- Elías, comisión de investigación. Ya lo conocen en parte. Está al mando de NADIE.

7.- La Magdalena. Ya la conocen. Se incorporó momentáneamente, a ofrecimiento de Elías, como séptimo elemento. Apenas es parte de NADIE.

LLORAME UN RIO

La hablé a la Magdalena y le dije que iba a ir a agarrar al Malo, que me espera a que vengo, pero ella, que sea él, me dijo que quiere apoyar en algo. Y entonces pues lo llevé, que sea la llevé a donde nos reunimos con el colectivo que se llama NADIE. Y entonces pues ya la presenté con todos y les dije que era mi hijo o hija, según, y se saludaron y ya. Y entonces yo les dije que tenemos que hacer un plan para agarrar al tal Morales y que no teníamos mucho tiempo, que tenía que ser mero el día 9 de febrero, o sea que ya. Y entonces los vimos los informes que se habían juntado. Y entonces los miramos con perspectiva. Y entonces yo les expliqué qué cosa es la palabra “perspectiva” y todos lo apuntaron en sus cuadernos de vocabulario. Y entonces ya que analizamos en colectivo y por todos lados el caso o cosa, según, del tal Morales, pues lo hicimos un nuestro plan con una agenda. Y entonces yo les expliqué que es lo que quiere decir la palabra “agenda” y todos lo apuntaron en su vocabulario. Y entonces la Erika se instaló su chocolatera, que sea así es como le decimos nosotros a los radios de comunicación. Y entonces antes lo puso su antena y la calibró bien para que llegue bien lejos su señal. Y entonces ya se empezó a comunicar con las bases de radio que hay en los pueblos zapatistas y en los cuarteles insurgentes. Y entonces la Toñita empeñó a escribir todos los mensajes que estaba recibiendo la Erika. Y entonces el Maa Jchixuch se puso a preparar unas cosas que nos iban a servir luego para agarrar al tal Morales. Y entonces El Justiciero se fue para tener listo el camión según ónde teníamos que ir. Y entonces la Doña Juanita empacó en su morraleta unas yerbas, pozol y tostadas, porque qué tal que vamos a tardar. Y entonces la Magdalena empezó a preparar sus pinturas y sus ropas que se iban a necesitar. Y entonces yo, que sea Elías Contreras, comisión de investigación, lo di varias vueltas en mi cabeza al plan para agarrar al Mal y al Malo, que sea al tal Morales que andaba haciendo sus maldades en tierra zapatista. Y entonces en esas estaba, que sea pensando el plan, y que me acuerdo de algo y rápido les digo a todos que dejen de hacer lo que estaban haciendo y que les digo que apunten en sus cuadernos la palabra “susodicho”, y ya les expliqué que en este caso o cosa, según, el “susodicho” era el tal Morales. Y entonces ya todos se fueron a seguir preparando el plan para agarrar al susodicho, que sea al tal Morales, para presentarlo con la justicia zapatista.

Y entonces todo este plan lo hicimos la madrugada del día 8 de los corrientes, que sea, de febrero del año 2005. Y entonces ya estaba pardeando la mañana cuando la Erika y la Toñita llegaron a decirme que, según los informes, el tal Morales, que sea el susodicho, se había ido para la cabecera municipal de Ocosingo y que ahí andaba emborrachándose y echando desmadre con las mujeres. Y entonces que el tal Morales, que sea el susodicho, traía dos hombres como escolta, que sea que lo andaban cuidando ónde quiera que iba, y creo que hasta al baño iban juntos. Y entonces la Toñita dijo que en Ocosingo tal vez no había mucha gente ni bulla porque ya había pasado la fiesta de la Candelaria y ya la gente no tenía la paga para seguir fiestando. Y entonces dijo la Toñita que tal vez podíamos agarrar al tal Morales, que sea al susodicho, sin hacer tanta bulla.

Y entonces El Justiciero dijo que el carro ya está listo. Y entonces el Maa Jchixuch dijo que ya está listo. Y entonces la Doña Juanita dijo que ya está lista. Y entonces la Magdalena dijo que ya está lista. Y la Erika y la Toñita ya lo habían dicho que estaban listas. Y entonces yo dije que no estoy listo, que me esperen porque voy a 50 y ya entonces luego nos vamos. Y entonces ya regresé del 50 y nos subimos todos en el camión de El Justiciero y llegamos a Ocosingo cuando la noche ya se estaba acomodando en las calles. Y entonces nos acomodamos en un ranchito, que sea en una champita que está en la orillada de la ciudad, que sea que el ranchito se llama El Paraíso. Y entonces la Erika lo puso su antena y su chocolatera y pasó el mensaje que decía: “Ojo Grande a Caballo Viejo. Ojo Grande a Caballo Viejo. Nadie está listo. Repito. Nadie está listo”. Y entonces que sea que ese era un mensaje para el Sup de que ya estábamos listos para cumplir nuestra agenda en perspectiva para agarrar al susodicho, que sea al tal Morales. Y entonces la Toñita sacó de su morraleta una caja de chicles y dijo que ahí tiene uno de esos que tienen purgante y se salió a vueltear para mirar ónde mero andaba el susodicho, que sea el tal Morales. Y entonces la Doña Juanita se fue para hablarla a una su comadre que trabaja en el mercado de Ocosingo y que es bien chismosa y onde quiera se mete, que sea que la comadre de la Doña Juanita es la chismosa, no la Doña Juanita. Y entonces el Maa Jchixuch acomodó en el patio del ranchito lo que había preparado. Y entonces El Justiciero lo fue a acomodar su camión onde estuviera a la mano pero que no muy se viera. Y entonces la Erika acomodó su aparato de sonido y cableó una bocina al patio y otra onde se acomodan los carros, que sea al zaguán. Y entonces la Magdalena se empezó a arreglar. Y entonces yo pensé que NADIE es bueno para los trabajos especiales que en veces encarga la Comandancia General del EZLN. Y entonces ya regresó la Toñita y dijo que el susodicho, que sea el tal Morales, estaba en el infierno. Y entonces yo dije que no que habían dicho que estaba en Ocosingo, que ya dimos nuestra vuelta de balde. Y entonces la Toñita se me quedó mirando y me dijo que de por sí, pero que así se llamaba la cantina onde estaba el tal Morales, que sea el susodicho. Y entonces yo entendí que la cantina se llamaba El Infierno. Y entonces la Toñita dijo que el tal Morales, que sea el susodicho, tiene como mi edad y es como de mi rodada, que sea que andaba por los 60, está canoso y era un poco gordo. Y entonces la Toñita dijo que seguro era el susodicho, que sea el tal Morales, porque lo escuchó que así le decían sus escoltas. Y entonces la Toñita dijo que los escoltas eran unos grandulones, bien dobles, que sea bien fuertes, y que tenían cortado el pelo como de por sí se lo cortan los soldados del mal gobierno. Y entonces ya regresó la Doña Juanita y entonces dijo que decía su comadre que el susodicho, que sea el tal Morales, ya andaba medio chiles, que sea que andaba medio tomado, y que también sus escoltas.

Y entonces ya nos reunimos todos para revisar bien el plan. Y entonces lo esperamos a que la noche se camina otro tanto y a que se llegue la madrugada. Y entonces ya se llegó la madrugada. Y entonces ya me puse mi sombrero. Y entonces ya todos entendieron que ya iba a empezar la misión que nos había encargado el mando. Y entonces NADIE estaba listo.

Y entonces ya el Maa Jchixuch, la Erika, El Justiciero y la Doña Juanita se pusieron todos en sus posiciones. Y entonces ya nos fuimos caminando con la Toñita con su caja de chicles y con la Magdalena que se puso unos zapatos de tacón bien altos que onde quiera se andaba cayendo. Y entonces ya llegamos a las puertas del infierno, que sea a las puertas de la cantina que se llama El Infierno. Y entonces ya se metió la Toñita con su caja de chicles. Y entonces ya salió otra vuelta la Toñita. Y entonces ya nos dijo que no había mucha gente, que apenas unos cuantos, que ahí mero estaba el susodicho, que sea el tal Morales, y que estaba bien bolo y que también estaban bolos sus escoltas. Y entonces la Toñita dijo que les había regalado de sus chicles con purgante a sus escoltas del tal Morales, que sea del susodicho. Y entonces la Toñita nos dijo que no luego hacían efecto los chicles con purgante y que tardaban un tanto. Y entonces le dije a la Toñita que se fuera a su posición. Y entonces ya le dije a la Magdalena que se entrara al infierno, que sea a la cantina que se llama El Infierno. Y entonces yo también me entré al infierno para mirar que no le fuera a pasar algún mal a la Magdalena.

Y entonces la Magdalena entró moviéndose muy otro al caminar. Y entonces al susodicho, que sea al tal Morales, nomás se le caía la baba mirándola a la Magdalena. Y entonces también los escoltas estaban de babosos. Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, le empezó a decir de cosas a la Magdalena, que por qué tan solita mi reina, que presta pa’ la orquesta y otras cosas que son groserías y que no les digo porque qué tal que hay niños oyendo o leyendo, según. Y entonces la Magdalena se acercó al tal Morales, que sea al susodicho, y le dijo que andaba buscando un hombre que le cumpliera porque ella era mucha hembra, que sea que la Magdalena era mucha hembra. Y entonces la Magdalena dijo que ahí no había hombres de a deveras y que mejor se iba a ir con los zapatistas a ver si ahí. Y entonces el sudodicho, que sea el tal Morales, dijo que los zapatistas son putos, así dijo. Y entonces los escoltas se rieron. Y entonces la Magdalena se acercó al tal Morales, que sea al susodicho, y nomás paró la nalga y, sin que se dieran cuenta, me volteó a mirar y me guiñó el ojo mientras decía:

- De por sí, tal vez uno que otro zapatista es puto.

Y entonces la Magdalena se le sentó en las piernas al susodicho, que sea al tal Morales y le dijo que oyes papito qué haces en el infierno si yo te puedo llevar a conocer el paraíso. Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, dijo que llévame mi chula. Y entonces ya se levantaron y se salieron. Y entonces yo me fui detrás de ellos. Y entonces en la puerta el susodicho, que sea el tal Morales, la empezó a manosear a la Magdalena. Y entonces la Magdalena le dijo que ahí no, que mejor en su cuartito porque ahí tenía unas cositas para que el tal Morales, que sea el susodicho, estuviera contento. Y entonces el susodicho, que sea el tal Morales, dijo que bueno, que vamos. Y entonces fueron a onde tenían su coche del tal Morales, que sea del susodicho. Y entonces ya yo me fui corriendo para llegar antes. Y entonces ya llegué y tomé mi posición.

Y entonces al ratito se vieron las luces del carro. Y entonces ya el carro se metió en el zaguán. Y entonces ya se bajaron todos del carro. Y entonces uno de los escoltas dijo que oiga jefe ya me anda del baño que yo creo que me hizo daño la botana. Y entonces el otro escolta dijo que a él también le andaba del baño. Y entonces la Magdalena les dijo que ahí nomás en el patio estaba la letrina. Y entonces se fueron corriendo los escoltas para ganar primero la letrina, pero se van tropezándose porque estaban bolos. Y entonces la Magdalena entró en la casita. Y entonces le dijo al susodicho, que sea al tal Morales, que espérame corazón que me voy a poner algo más cómodo que te va a gustar mucho. Y entonces la Magdalena entró en el cuartito onde estamos metidos todos. Y entonces ya di la seña. Y entonces la Erika prendió su aparato de sonido y empezó a decir por el micrófono que ya se rindan todos, que los tienen rodeados. Y entonces el Maa Jchixuch ya prendió los cohetes que tenía preparados. Y entonces se escuchó como una balacera. Y entonces se hizo un relajo que parecía que había muchos tiros y mucha bulla. Y entonces los escoltas salieron corriendo. Y entonces apenas podían moverse porque estaban bien bolos y con los pantalones bajados y bien cagados, que sea de miedo y de cagada, porque los había agarrado la bulla mero en la diarrea por causa del purgante de los chicles con maña de la Toñita. Y entonces se fueron corriendo al monte. Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, dijo que qué chingaos pasa. Y entonces yo creo que del susto se le bajó la borrachera, porque se escuchaba que ya estaba en su juicio. Y entonces ya salimos todos del cuartito. Y entonces ya lo rodeamos para que no se corretiara. Y entonces ya le dije yo al susodicho, que sea al tal Morales, que estaba detenido por órdenes de las autoridades autónomas de justicia de las Juntas de Buen Gobierno y que lo íbamos a llevar para que diera cuenta de sus maldades. Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, dijo:

- A mí nadie me va a detener.

Y entonces la Erika dijo:

- De por sí nosotros somos NADIE.

Y entonces la Doña Juanita le iba a amarrar las manos al susodicho, que sea al tal Morales. Y entonces fue cuando el tal Morales, que sea el susodicho, sacó una pistola y nos apuntó y nos dijo que arriba las manos. Y entonces ya levantamos todos las manos. Y entonces el tal Morales, que sea el susodicho, dijo que él era mucha pieza para los pinches zapatistas, que a poco a él lo iban a detener unos don nadie. Y entonces le apuntó con la pistola a la Toñita y dijo que pinche escuincla, y luego le apuntó a la Doña Juanita y dijo pinche vieja arrugada, y luego le apuntó a El Justiciero y dijo pinche perro negro, y luego le apuntó al Maa Jchixuch y dijo pinche punketo aretudo, y luego le apuntó a la Erika y dijo pinche chamaca, y luego le apuntó a la Magdalena y dijo pinche puto, y luego me apuntó a mí y dijo pinche indio. Y luego nos encañonó a todos, que sea que nos apuntó a todos con su pistola y dijo que nos iba a matar a todos de una vez, que nosotros somos los que siempre estorban, que nadie nos iba a extrañar porque de por sí gente como nosotros siempre sobra.

Y entonces cuando el tal Morales, que sea el susodicho, nos estaba echando su rollo neoliberalista, la Magdalena como que le entró su coraje y se le aventó encima y empezaron a pelear cuerpo a cuerpo. Y entonces, como si fuera la señal, todos nos aventamos en montón encima del susodicho, que sea del tal Morales. Y entonces se escuchó un disparo. Y entonces ya lo agarramos bien y le quitamos la pistola. Y entonces ya entre la Doña Juanita, El Justiciero, la Toñita y la Erika lo amarraron bien al tal Morales, que sea al susodicho. Y entonces la Magdalena había quedado en el suelo. Y entonces pensé que es porque la golpearon. Y entonces la fui a levantar. Y entonces, lo miré que tiene un balazo en la barriga. Y entonces le dije a la Doña Juanita que rápido, que la Magdalena está herida.

Y entonces la Doña Juanita rápido buscó en su morraleta unas yerbas. Y entonces le empezó a poner las yerbas para pararle la sangradera que tenía la Magdalena. Y entonces le dije a la Erika que avise rápido por radio que tenemos un herido. Y entonces le dije a la Magdalena que no se preocupe, que la íbamos a llevar al hospital para que la curen. Y entonces la Magdalena se iba poniendo bien pálida. Y entonces le dije a El Justiciero que preparara el camión para irnos. Y entonces les dije a los demás que lo suban al susodicho, que sea al tal Morales, al camión para irlo a entregar a la justicia. Y entonces les dije que hagan lugar para llevarnos a la Magdalena al hospital. Y entonces yo me quedé con la Magdalena. Y entonces la Magdalena me preguntó que cómo estuvo en la misión. Y entonces yo le dije que muy bien, que gracias a ella, que sea a él, habíamos agarrado al Malo. Y entonces él, que sea ella, me preguntó que si se veía bonita. Y entonces yo le respondí que parecía una princesa. Y entonces ella, que sea él, se puso a chillar. Y entonces yo pensé que era por la herida y le dije que no chille, que ya pronto la íbamos a llevar a curar. Y entonces él, que sea ella, dijo que no chillaba por la herida sino porque nunca le habían dicho princesa. Y entonces yo le dije que de por sí siempre parecía una princesa, pero que no le había dicho nada porque qué tal que iba a pensar mal. Y entonces ya regresaron todos para estar pendientes de la Magdalena. Y entonces la Doña Juanita la estaba cuidando de su herida a la Magdalena. Y entonces la Doña Juanita me dijo al oído, bien quedito pa’ que nomás yo lo oyera, que la Magdalena no se va a lograr, que le perjudicaron todas las tripas. Y entonces yo no me despegaba de la Magdalena y la tomaba de la mano y la animaba. Y entonces ella, que sea él, me preguntó si se va a morir. Y entonces yo le dije que no, que no se va a morir. Y entonces él, que sea ella, me dijo que quería que la llevaran a un hospital zapatista, que porque quería que de una vez la operaran para tener el cuerpo de por sí de lo que era, que sea de mujer. Y entonces yo le dije que de por sí. Y entonces ella, que sea él, dijo que qué tal que enamoraba a un zapatista y que se casaba con él y que me iban a decir “suegro”. Y entonces yo le dije que seguro. Y entonces él, que sea ella, dijo que papá Elías, lo chingamos al Mal y al Malo. Y entonces yo dije que de por sí lo chingamos mija. Y entonces la Magdalena me dijo que oye papá Elías, si me muero llórame un río. Y entonces yo le dije que no se va a morir, que sí pero no luego, que todavía va a tardar unos años. Y entonces la Magdalena ya no dijo nada. Y entonces la Doña Juanita le tomó el pulso y dijo que la Magdalena ya se había finado.

Y entonces todos nos quedamos bien callados, como si todos nos hubiéramos muerto...

EL TAL MORALES NO ES EL TAL MORALES

Acta de Averiguación.

Comunidad de la Realidad, Municipio Autónomo Rebelde Zapatista de San Pedro de Michoacán, Junta de Buen Gobierno.

Siendo las 1000 horas, 10 de la mañana, del día 9 de febrero del 2005, reunidos las autoridades de justicia de todos los municipios autónomos rebeldes zapatistas de las cinco Juntas de Buen Gobierno de Los Altos de Chiapas, Zona Selva Tzetal, Zona Norte, Zona Tzotz Choj y Zona Selva Fronteriza, para arreglar la problema que sucede en Montes Azules, que está en nuestro estado de Chiapas de nuestro país que se llama México, por culpa de los malos gobiernos nacionales e internacionales. La problema es que los ricos y poderosos los quieren robar a los Montes Azules que es de toda la humanidad y los quieren usar para su beneficio propio sin importar las grandes desgracias que pueden provocar.

Para poder encontrar los presuntos responsables de estos hechos se detuvo en este mismo día a una persona acusada de cometer este crimen con el apoyo de los malos gobiernos. El detenido fue puesto ante su mano de las autoridades autónomas para su investigación. El compañero que hizo la detención es el compañero Elías Contreras, comisión de investigación del EZLN, que no se encuentra presente por causa de que un su pariente quedó mal herido en la detención del detenido que fue presentado con el nombre del tal Morales, pero que no mero se llama así sino que tiene muchos nombres. El detenido fue presentado en buen estado de salud, sin golpes o heridas y sólo tiene un poco bolladas las manos por causa del amarre que le hicieron los detenedores para que no siguiera haciendo perjuicios, y además está un poco crudo por causa de una borrachera que tenía. Junto con el detenido, fueron entregadas a esta autoridad zapatista las cosas o casos que portaba el detenido y que son las siguientes:

Un arma corta o sea pistola escuadra. Colt de calibre 45 acp, de las que usan los oficiales del ejército federal mexicano. La pistola tiene el escudo nacional de México en las cachas y tiene borrado el número de serie, o sea que no se mira el número. Con el arma viene un cargador con seis tiros útiles. Diversas credenciales y pasaportes, todos con la foto del detenido y con diferentes nombres, como son: Diego Manuel de Jesús Cevallos Bartlett y Ortega. Santiago Felipe Creel Calderón y Sahagún. Onésimo Iñiguez Cepeda Sandoval. Roberto Carlos Madrazo Salinas de Gortari. Vicente Ernesto Fox Zedillo. Enrique Mario Renán Cervantes Castillo. Jorge Morales Serrano Limón.

Nota: Algunas son credenciales de elector y pasaportes con la foto y huella del detenido y otras sólo la tienen la foto del detenido, como son las credenciales de Pro Vida, Movimiento Universitario de Renovadora Orientación, Unión Nacional de Padres de Familia, Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana.

- En moneda nacional, 150 mil pesos; 12,000.00 dólares en billetes americanos, y tarjetas de crédito de varios bancos.

-  Un teléfono satelital marca Goldstar, o sea que es un teléfono que habla desde cualquier parte del mundo y a donde sea. Una computadorcita que dice que se llaman de mano y que tiene muchos nombres, teléfonos y direcciones.

Ya después de que todas estas cosas o casos fueron presentados en su vista del detenido y que él las reconoció como que son suyas de su propiedad, pasamos a informarle al detenido que está acusado de muchas maldades que ha estado haciendo en contra de los pueblos indios de México y de todos los que vivimos en este país, como son la venta al extranjero de los recursos naturales de nuestra Patria y de planear la muerte de hermanos indígenas. Que claro le decíamos que está acusado de hacer negocio, junto con los malos gobiernos y los neoliberalistas, vendiendo las riquezas que hay en la región de Chiapas que se llama Montes Azules.

Primera declaración preparatoria pública del tal Morales.

El detenido dijo que no así se llama, o sea que no se llama Morales sino que Morales es uno de los nombres que usa en su trabajo, que ya no se acuerda mero cómo se llama porque ha cambiado muchas veces de nombre, según con quién trabaja.

Dijo que lo detuvieron en la cabecera municipal de Ocosingo, aquí en el estado de Chiapas, México. Dijo que nadie lo detuvo. Se le preguntó que cómo está eso de que nadie lo detuvo y él dijo que así le dijeron los que lo detuvieron, que son nadie. Las autoridades no entendieron qué mero está diciendo el detenido y le dijeron que diga claro sus respuestas. El detenido se embraveció y empezó a mentar madres en contra de las autoridades y de todo el zapatismo y dijo claro que él tiene muchas influencias en la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en el Congreso de la Unión y en la Presidencia de la República y con el Bush, el Blair, el Berlusconi, los reyes de España y otros nombres que no alcanzamos a apuntar porque el detenido hablaba muy rápido por su coraje. Las autoridades nomás lo miramos y esperamos a que acabara de hablar. El detenido pasó de su encabronamiento a ponerse mansito y dijo que nos puede dar dinero o trago o viejas, pero que lo dejemos ir. Entonces la compañera autoridad que se llama Lupe se empezó a encabronar por la falta de respeto a las mujeres que hacía el detenido, pero la Lupe no dijo nada y también esperó. Como no decíamos nada y sólo lo mirábamos, el detenido pasó a darse a la lloradera diciendo que no lo fuéramos a matar. Ahí tardamos. Entre las mentadas que nos daba, las cosas que nos ofrecía para que lo soltáramos y la lloradera del detenido, se llegó la hora del pozol y las autoridades decretaron un descanso. El detenido no quiso pozol.

Segunda declaración preparatoria pública del tal Morales que no se llama Morales.

Ya después de que tomamos el pozol, pasamos a tomarle otra vuelta su palabra al detenido con preguntas y respuestas. Pero antes se le informó al detenido que si no decía claro su palabra y se dejaba de amenazas, entonces lo íbamos a entregar a las autoridades del mal gobierno en presencia de los periodistas y ahí íbamos a mostrar todo lo que le ncontramos en su posesión. Entonces el detenido dijo que no, que mejor no hiciéramos así, que porque sus patrones lo iban a matar para que no dijera nada, porque en la maldad que hacía estaban metidas muchas personas muy poderosas de México y del mundo y que entonces lo iban a callar para que no acusara a todos. Dijo que de por sí así hacían los poderosos, que cuando alguien ya no les sirve o los pone en peligro pues lo eliminan y se buscan a otro. El detenido dijo entonces que está dispuesto a cooperar y a responder con la verdad. Autoridad.

Se pregunta al acusado que para qué traía un teléfono satelital entre sus cosas. El que no se llama tal Morales. Responde que era para comunicarse directamente desde Montes Azules con sus amigos que tiene en Estados Unidos y en Europa.

Autoridad.¿Para qué se comunicaba con esos amigos?

El no tal Morales. Para informarles cómo iba el plan en Montes Azules.

Autoridad.¿Cuál plan?

El no tal Morales. El de conseguir la privatización de esas tierras para venderlas. Primero teníamos que desalojar a las comunidades indígenas que están ahí. El plan era provocar un problema ahí para justificar la ocupación militar de toda esa zona y que limpiaran el lugar de gente. Nuestro plan, porque no crean que estoy solo en esto, era primero sembrar drogas y con eso de pretexto meter al ejército, pero no se pudo porque ustedes prohíben la droga. Luego el plan era provocar incendios forestales, pero tampoco se pudo por lo de la ley de protección de bosques. Después el plan era provocar un enfrentamiento entre indígenas. Ya habíamos contactado a unos lacandones, a los de SOCAMA y unos de la ARIC oficial. Les íbamos a dar entrenamiento de paramilitares, como hicimos en el norte de Chiapas y en los Altos, y los íbamos a enfrentar con las comunidades zapatistas que están en la zona, pero eso también se chingó, porque ustedes decidieron reacomodar a esas comunidades y entonces nos quitaron el pretexto. Con ese movimiento echaron abajo nuestro plan y teníamos que hacer otro. En eso estaba cuando me agarraron.

Autoridad.¿Por qué dice que no está solo en eso quehace?

El no tal Morales. Porque en el negocio está metida mucha gente de dinero y poderosa. Sus representantes se reunieron con Fox hace unos días, ahí en la selva lacandona. Para eso fue la visita de él y su esposa. Lo de que fueron a promover el ecoturismo es mentira. Fueron porque los poderosos lo están apurando para que privatice todo y lo puedan comprar ellos y hacer negocios. Estuvieron ahí Zedillo y Carabias. Precisamente el teléfono satelital es para comunicarme directamente con alguien que anda con Fox, muy cercano a él, en su gira por Europa. Yo me quedé encargado de ver cómo le íbamos a hacer con lo de las tierras y para conseguir unos animalitos que querían en la corte española. Si los conseguía pues les iba a hablar por teléfono a España, pero ahora se van a quedar esperando la llamada.

Autoridad.¿Para qué es el dinero que lleva?

El no tal Morales. Pues para pagar el transporte de los animales hasta España y para darles una parte a los indígenas que habíamos comprado para que nos apoyen en lo de la privatización. Además hay que repartir dinero por todos lados, con funcionarios chicos, medianos y grandes, municipales, estatales y federales.

Autoridad. ¿Quién o quiénes iban a organizar a los paramilitares?

El no tal Morales. Pues las armas y el entrenamiento lo iba a poner el ejército federal. Pero la idea, o sea la selección de la gente y su preparación ideológica, lo iba a hacer El Yunque.

Autoridad.¿Qué cosa es El Yunque?

El no tal Morales. Es una organización clandestina de derecha, de extrema derecha, son los que ahorita están metidos en el PAN y en el gobierno de Fox. Y también están metidos en otros partidos políticos. En esa organización hay políticos, empresarios, obispos. Llevan años siguiendo con las enseñanzas de sus antecesores, o sea de Salinas y Zedillo. El plan es vender todo lo que se pueda y hacerse ricos. No les importa nada, ni la Patria ni la religión ni la gente, aunque digan lo contrario.

Autoridad. ¿Usted es del Yunque?

El no tal Morales. No, a mí me contactaron ellos porque trabajé en lo de los paramilitares del norte de Chiapas, con los de Paz y Justicia. Y también en los Altos con los cardenistas y Máscara Roja. Y en otras partes con Los Puñales, Los Chinchulines, Los Albores de Chiapas, los Aguilares, el MIRA, SOCAMA. Además de en Montes Azules, estaba yo organizando a los perredistas de Zinacantán. El Yunque piensa que el zapatismo es el principal obstáculo para sus planes. Está dispuesto a todo, hasta la guerra, para eliminarlos a ustedes. Y ahora está envalentonado por la victoria de Bush en Estados Unidos. Los gringos ricos quieren todo el planeta y los políticos mexicanos quieren vender la parte del mundo que se llama México. El Yunque es uno de los vendedores, pero hay otros grupos en los partidos políticos. El que quede, no importa si es PAN, PRI o PRD, va a vender.

Autoridad. Estas cosas que está diciendo, ¿las saben los malos gobiernos?

El no tal Morales. Claro que las saben. Si ellos son los que están organizando todo. Yo soy sólo un empleado.

Nota: Se suspende la segunda declaración porque llegó un enlace de la Comandancia General del EZLN que dice que ya se investigó lo del teléfono satelital y que ese número que usa está contratado a nombre de la Fundación Vamos México que dirige la señora Marta Sahagún de Fox, que sea la esposa del Fox.

Tercera Declaración Preparatoria del no tal Morales.

Se le preguntó al acusado si tiene algo más que declarar y el no tal Morales dijo que sí, y se soltó con un gran rollo que nomás iba de un lado a otro y no muy se entendía también porque un rato estaba enojado y otro rato estaba llorando y un rato gritaba y otro rato hablaba quedito como nomás para escucharse él. Y un poco lo que se entendió de lo que dijo es que habló del finado Pável González, que era un estudiante de la UNAM que fue matado y el no tal Morales dijo que lo del finado Pável había sido una advertencia de El Yunque a las autoridades que querían destapar sus actividades en la UNAM y en otros lados, que el mensaje era que iba a haber guerra. Que lo de Digna Ochoa fue también una advertencia. Que El Yunque, que sea la ultraderecha, usa lo mismo que los gobiernos gringos o sea la guerra preventiva, que matan gente antes que preguntar quiénes son o qué quieren. Que todos los gobiernos tienen que hacer como que las cosas cambiaron aunque no cambien, y que si no pues otra vez se va a repetir todo. Que él, que sea el no tal Morales, es sólo uno más, que aunque lo chinguemos van a venir otros igual o peores que él. Que lo perdonen por favor, que ya no lo vuelve a hacer. Que quiere irse con su mamá. Que todos nos vayamos a chingar a nuestra mamá. Que ojalá nadie se muera. Que lo perdonemos. Que tiene miedo, mucho miedo. Y entonces el no tal Morales se hizo en los pantalones, que sea que se cagó y se meó en los pantalones y no avisó sino que así nomás hizo su cochinada y entonces se suspendió la declaración preparatoria porque mucho olía, o sea que apestaba muy feo, y entonces lo suspendimos para que el no tal Morales se limpiara un poco y ya luego regresó y dijo que es todo lo que tiene que decir.

Se cierra la declaración preparatoria del no tal Morales.

Firma el detenido y acusado, así como los compañeros y compañeras de las comisiones de Honor y Justicia de los diferentes municipios autónomos rebeldes zapatistas.

Dictamen de sentencia. Las comisiones de Honor y justicia de todos los municipios autónomos zapatistas que están organizados en las cinco Juntas de Buen Gobierno, se reúne para dictar sentencia en el caso del tal Morales que no es el tal Morales.

Siendo las 26:40 hrs. (cuatro de la tarde con 40 minutos), del día 9 de febrero del 2005, las comisiones de Honor y Justicia de los municipios autónomos y después de tomar la primera, segunda y tercera declaraciones del tal Morales, acusado de vender la soberanía nacional o sea la Patria, y de planear la muerte de indígenas mexicanos y que queda comprobada su participación en este hecho de crimen calificado, las autoridades determinan.

1.- Que el señor conocido como el tal Morales y que no así se llama y tiene muchos nombres, se le condena a 10 años de trabajo comunitario en los proyectos que las Juntas de Buen Gobierno tienen en diferentes comunidades zapatistas por su participación en esta gran maldad de crimen contra la humanidad.

2.- No alcanzará libertad bajo fianza hasta que cumpla su sentencia condenatoria.

3.- No habiendo otro asunto que tratar se da por terminado el dictamen de sentencia a las 17 horas (cinco de la tarde) del mismo día y fecha.

Firma del detenido, acusado y ahora condenado.

Firma de las autoridades de las comisiones de Honor y Justicia de los municipios autónomos.

PARTE DE LA TRASCRIPCION DE LA LLAMADA TELEFONICA COMPARTIDA CON PUNTOS DE ORIGEN EN WASHINGTON, ROMA, MADRID, LONDRES, MOSCU Y MEXICO, INTERCEPTADA EL DIA 10 DE FEBRERO DEL 2005 POR EL SISTEMA DE ESPIA SATELITAL ECHELON Y BORRADA DE LOS ARCHIVOS POR INSTRUCCIONES DE CONDOLEEZZA RICE, SECRETARIA DE ESTADO ESTADUNIDENSE.

- Agarraron a Morales en Chiapas.

- Que lo suelten.

- No se puede, lo agarraron los zapatistas y esa justicia no la controlamos.

- ¡Fuck! Ese va a decir todo y los zapatistas lo van a hacer público. Hay que hacer algo.

- ¿Dónde lo tienen?

- Lo juzgaron y lo encontraron culpable de lo de Montes Azules y los paramilitares. Lo condenaron a trabajo comunitario en los pueblos indígenas. Seguramente le encontraron todo lo que cargaba. Las identificaciones no son problema porque podemos decir que las inventaron los zapatistas, pero la agenda electrónica tiene nombres que pueden echar a perder todo.

- Hay que localizarlo y eliminarlo.

- Sí, lo matamos y le echamos la culpa a los zapatistas.

- Es mala idea. Nadie nos va a creer. Si los zapatistas no mataron al general Absalón Castellanos Domínguez, que era igual o peor, menos van a matar a Morales.

- Tiene razón. Pero hay otras opciones.

- ¿Sabes dónde lo tienen?

- No, pero lo puedo averiguar.

- Hazlo y manda a alguien para que le dé algo que lo enferme de gravedad. Tiene que ser rápido, porque seguro los zapatistas no tardan en hacer público todo.

- Voy a mandar a López, que ya tiene tiempo allá disfrazado de periodista, es igual que Morales y capaz de matar a su misma madre.

- Ok, pero recuerda que si algo sale mal, tú caes primero...

YO NOMÁS HASTA AQUÍ LLEGO

Pues así pasó este caso o cosa de cuando fui a la ciudad de México, que sea al monstruo, a buscarlo al Mal y al Malo, de cómo trabajé con el Belascoarán, y de la gente que conocí y lo que hice allá y acá, en Chiapas, México. Hace un rato le mandé una carta al Belascoarán platicándole que el tal Morales no era el tal Morales y todo lo que pasó en este caso o cosa, según del Mal y el Malo. De la Magdalena no le conté nada y tal vez a ustedes tampoco les cuento porque, como les dije al principio de esta historia, hay heridas que no sanan manque uno las platique y que, al contrario, más sangran cuando se visten de palabras. Ahorita que termine con ustedes voy a llevarle unas sus flores a su tumba. También va a ir NADIE. Por cierto, en su tumba de la Magdalena yo le puse en el cemento estas palabras que dicen: “Aquí descansa el corazón de NADIE”.

Bueno, pues ya me voy. Yo nomás hasta aquí llego. Todavía lo tengo que ir a pepenar la mula, sin agraviar, pero antes les quiero dar muchas gracias porque nos voltearon a mirar aunque sea un rato. Yo ya hice mi trabajo. Falta saber cómo le fue al Belascoarán allá en el monstruo, que sea en la ciudad de México. Ahora que como quiera les digo que se estén pendientes, porque así son los zapatistas, que sea cuando parece que ya nos acabamos, de repente salimos con otra cosa o caso, según. O sea que así es nuestra lucha: siempre falta lo que falta. Y, ¿saben qué?, pues arresulta que el Sup no está porque se fue a hablar con el Moy y el Tacho y entonces pues acá estoy yo solitillo, y entonces pues a mí me toca poner el final de nuestra participación en esta historia de muertos incómodos y toda la cosa, o caso, según. Así que yo voy a firmar:

Desde la montañas del Sureste Mexicano. Elías Contreras. Comisión de Investigación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. México, febrero del 2005.

CAPÍTULO XII

“Y VIVO EN EL PASADO”

Había amanecido rarísimo. Héctor siguió el proceso con precisión, casi con delicadeza matemática. Primero la presencia invisible del sol en un cambio de la forma de la oscuridad, luego unas rayas grises en el horizonte y al fin el descubrimiento de unas nubes extrañamente moradas; luego, la luz estaba allí. “El esmog hace cosas maravillosas”, se dijo el detective. Y bajó a tratar de despertar a los de la lonchería que solían poner las mesas del desayuno absolutamente dormidos, para que le dieran un jugo de naranja fresco, recién sacado del refrigerador y exprimido hacía un mes y medio en una empresa de concentrados de Miami.

Cuando Monteverde salía por la puerta de su casa, Héctor lo estaba esperando.

- ¿Y el perro?

- No, cómo lo voy a llevar a la oficina. Se queda en casa.

- ¿Usted conoce a Barnie? Barnie, el dinosaurio morado.

- ¿Perdón?

- Creo que sé quién nos ha estado llamando –dijo Héctor encendiendo un cigarrillo. –Jesús María Alvarado tenía un hijo, Angel Alvarado Alvarado, y me dicen que trabaja doblando caricaturas en la tele, a los Picapiedra, a un dinosaurio morado…

- Los Picapiedra ya no pasan en la tele.

- Bueno, pues cosas así... ¿Lo conoce?

- No.

- Me lo sospechaba.

Al llegar a la oficina descubrió que sus compañeros de día habían salido en comisiones de servicio. Dos respectivas notas lo atestiguaban: “Fui arreglarle plomería a una ñora. Gilberto” y “Toy en la Merced comprando telas, de Java y de Juir. Carlos”. Eso significaba que debería sumar a sus tareas de detective las de contestador de teléfono y tomador de recados. Marcó por enésima vez el teléfono que le habían dejado de Angel Alvarado y escuchó los interminables timbrazos. Nadie en casa. ¿Existía Alvarado?

Tomó sus notas sobre los ministros de Juárez, y usando la sección amarilla del directorio telefónico, antes de tratar de cruzar los apellidos con los de una mueblería, usó la lógica más simple: no eran Ruiz, Ramírez o Guzmán, apellidos muy comunes. Nadie diría, tienes apellido de ministro de Juárez frente a esos apelativos, dirían tú y otros 10 mil güeyes en la guía telefónica se llaman así. Tenía que ser uno de los ministros muy conocidos, no cualquier ministro apache, y con un nombre que más o menos sonara a calle o a estatua en el Paseo de la Reforma. No era Melchor Ocampo, demasiado conocido, con una calle muy grande con su nombre; él sólo era una referencia, no lo mencionarían como “ministro de Juárez”. ¿Prieto? ¿Zarco? ¿Santos Degollado? ¿Lerdo de Tejada? No era González Ortega, a no ser que usara el apellido compuesto.

La guía telefónica es como la Biblia para los fundamentalistas de Kansas o el Tarot para los vividores del cuento. Si sabes las preguntas, ahí están, en ese enorme volumen de hojas amarillas, todas las respuestas: tres mueblerías Prieto, un vendedor de muebles usados Lerdo, una tienda de electrodomésticos Zarco, un “depósito mueblero” Degollado. Seis para empezar. Anotó direcciones, y celebró la investigación bebiéndose un refresco.

Héctor marcó de nuevo el teléfono de su “garganta profunda” y finalmente una voz dio señalesde vida al otro lado de la línea.

- ¿El señor Alvarado?

- No ha llegado, pero estará aquí como a las12, tiene un doblaje.

- Perdone, ¿dónde es aquí?

- Está llamando a los estudios, los estudios Gama; estamos en la colonia Roma, en la calle Puebla 108, muy cerquita del Metro Insurgentes.

El dinosaurio Barnie más bien parecía un mexicano de pelo en pecho que no se afeitaba y con casi 40 panzones años. Cuando terminó de doblar, poniéndole una voz muy coqueta a uno de los tres cochinitos, le pasaron la nota de Héctor que lo contemplaba del otro lado del cristal de la cabina. La tarjetita decía: “Jesús María Alvarado quiere hablar contigo”.

–Buenas –dijo poco después, algo tímido, tendiendo la mano muy ceremonioso. Una mano peluda y acogedora. La voz resultaba inconfundible.

Se habían sentado en un parquecito afuera de los estudios y Alvarado- Barnie sacó un paquete de pan duro para darle de comer a las palomas. Héctor sacó a su vez su paquete de delicados con filtro y se dedicó a echarle humo a los animales que se acercaban por el pan.

–Usted ha de ser de los que recibían las llamadas.

Héctor asintió volviendo a la cara de Alec Guinness. Lo iba a dejar contar tranquilamente su historia.

–Fue una idea que se me ocurrió.

Héctor le sonrió. Angel Alvarado le caía bien.

- No era una mala idea –dijo.

- ¿Verdad? Es que eso es lo que yo sé. Hablar por un micrófono. ¿Qué iba a hacer, ¿pegarle un tiro a ese güey? No, ¿verdad? ¿Ir a la policía? Ni madre. ¿Qué les digo? Vean, me encontré en la calle a un cabrón que creo que mató a mi padre hace 30 años, un tal Morales que no se llama Morales. Por cierto, él también es policía, como ustedes, o era, o ustedes eran de los de él, o no eran. No, ¿verdad?

- ¿Y por qué llamaba a Monteverde?

- ¿Quién es Monteverde?

- El que era amigo de su padre en el 68, el que tiene un perro que se llama Tobías, el que me metió en esto.

- Ah, pues era uno más de los que llamaba. Encontré una libreta de direcciones de mi padre y me puse a llamarlos a todos. La mayoría de sus amigos de los años sesenta ya no respondían en esos teléfonos, unos se habían muerto, otros estaban fuera de la ciudad de México. A muchos les dejé recado, los recados en las contestadoras.

- ¿Y a mí? ¿Por qué me llamaba a mí?

- Héctor Belascoarán.

- El detective.

- A veces.

- No, pues eso fue bien chistoso. Estaba llamando a uno y dejando el recado en la contestadora. Y levantó el teléfono y me dijo: “Ya no estés chingando, mano, por qué no llamas a un detective que se llama Belascoarán, a ese me lo encontré en el Archivo General de la Nación buscando fotos tuyas”.

- ¿Y?

- Y órale.

- ¿Y Morales?

- ¿Qué pedo?

- Eso.

- Hace una semana voy caminando por el Eje Central Lázaro Cárdenas, por esa calle que se llamaba San Juan de Letrán, para comprar videos piratas, de esos de 15 pesos que salen buenísimos y a tomar un chocolate con donas y, de repente, en la madre, lo veo. Veo a un cuate y me da un mal aire, me da como un escalofrío. ¿Usted cree en los fantasmas?

- En unos sí y en otros no –dijo Belascoarán, que no es que quisiera parecer enigmático, sino establecer la diferencia entre Hollywood y el Holocausto.

De repente, lo miré bien. Era él, era el Morales que yo había visto en Lecumberri. Que una vez me regaló su colección de yoyos, todo zalamero el hijo de la chingada. El que mató a mi papá. Y me puse a temblar bien pinche. Pero me repuse y lo vi entrar en la Latinoamericana y tomar los elevadores. Ahí ya me culeé, pero el elevador paró en los pisos 7, 17 y 41.

- ¿Y entonces?

- Pues me fui a mi casa y no le dije nada a mi hija. Y me pasé la noche despierto, sudando frío. Y en la mañana tomé la libreta de mi papá y me puse a hacer llamadas.

- ¿Y esa historia que cuenta de Morales, de cuando puso una pluma metálica en un camino vecinal para robarles el café a los campesinos?

- Pues una vez me la contaron.

- ¿Y toda su teoría de que hay una amnistía bajo cuerda en este país y que Morales se benefició de ella.

- ¿A poco no es verdad? ¿A poco no es la más pura y repinche verdad? ¿A poco los asesinos no andan sueltos, bien contentos?

- Héctor asintió.

-  ¿Y lo del tiro en la nuca?

- Yo tenía siete años y mi padre acababa de salir de la cárcel. Y estaba acostado en la cama leyendo el Diario del Che en Bolivia. Nunca se me va a olvidar, y yo guardo el libro, la edición esa de Siglo XXI, todo deshojado, pero lo guardo. Y lo llamaron por teléfono, se puso los zapatos y salió de la casa. Mi abuela siempre dijo que era Morales el que lo había llamado... Y ya no volvió. Lo encontraron en el jardín del Tlatelolco, sentado en una banquita, con un tiro en la nuca.

Alvarado-Barnie se había despedido con un: “¿Lo puedo seguir llamando?” Héctor estuvo a punto de contestar con un rotundo no. Pero viéndole la mirada tristona, accedió con la cabeza. Se quedó un rato en el parque uniendo los cabos sueltos. Ninguna de las mueblerías de su lista tenía su oficina en la Torre Latinoamericana. Bueno, pero en la Latino podía estar por accidente. Al acabarse el último cigarrillo del paquete se dio cuenta de que no le había preguntado a Barnie por Bin Laden.

Fue a buscar el taxi del asaltante, casi seguro de que alguien lo había encontrado y se lo había robado, pero no, ahí estaba herrumbroso y potente.

Manejando en un tráfico que se volvía denso conforme acababa la mañana, fue recorriendo las direcciones de la lista. Las mueblerías Prieto eran propiedad de tres hermanos muy jóvenes que las habían heredado de su padre hacía dos años. El vendedor de muebles usados Lerdo, en la colonia Doctores, era un libanés que había comprado la tienda al Lerdo original en la década de los cincuenta. En uno de los viajes, le hicieron la parada y dio servicio a una pareja de recién casados que iban a la terminal de Toluca. Cuando se negó a cobrarles, lo atribuyeron al amor y a la suerte, y Héctor no quiso desengañarlos explicando que era un taxi pirata robado a un asaltante y que él no era profesional del volante.

Se acercaba la hora de comer. Lo sabía porque se le agudizaba el olfato. Desde que se había quedado tuerto olía mejor y a más distancia. Dejó que el olfato lo guiara y fue a dar a una taquería michoacana de carnitas en la colonia Escandón, cerca de donde más tarde buscaría el depósito Degollado.

Una hora y 13 tacos campechanos más tarde, Héctor Belascoarán se detuvo en la calle Prosperidad, de sorprendente nombre para una colonia que había vivido en la decadencia después de que la Revolución le quitó su hacienda al señor Escandón.

El ingreso al depósito era un portón metálico cerrado por fuera con un candado. Aún así golpeó tres veces sin esperar respuesta.

- A veces el señor no oye, está medio sordo el güey, entre por atrás –le dijo un niño que estaba jugando futbol, señalando el callejón de una vecindad.

Dándole vueltas fue a dar a un patio lleno de cascajo y a un segundo portón que ni llegaba a candado, tan sólo dos alambres entrelazados. Volvió a tocar, y siguiendo la máxima sabia de que no conocía a ningún gato al que la curiosidad hubiera matado, desenlazó los alambres y entró.

Cuando cerró tras de sí el portón se dio cuenta que había ingresado en la oscuridad absoluta. La ausencia de ventanas y tragaluces no le permitía siquiera darse una idea de la dimensión del lugar. Obviamente no traía una linterna, y con un encendedor minúsculo bic, como proletaria Estatua de la Libertad, Héctor Belascoarán trató de abrir un camino de luz en las tinieblas. Tropezó con algo que medio adivinó como unos huacales y trató de buscar una pared, y al lograrlo volvió a donde pensaba estaba la puerta tratando de localizar un apagador. Lo encontró casi por casualidad, mucho más abajo de donde lo estaba buscando. Las luces, unas cuantas barras de mercurio, iluminaron un fantasmagórico cementerio de muebles. Apilados por géneros, en zonas: aquí las mesas de cocina, de patas metálicas; allá los viejos tocadiscos de mueble, arcaicos; por allá medio centenar de refrigeradores que habían tenido su estreno hacía 30 años, y sillas de mesa, de jardín, taburetes y una docena de barras de bar. En una esquina de la bodega, unos 50 metros de largo por otro tanto de ancho, cajas abiertas con juguetes.

Alguna vez, en plan filosófico, un amigo suyo historiador le había dicho que había que saber distinguir lo antiguo de lo viejo. A Héctor le parecía una tontería, pero aquí había algo diferente, no sólo eran cosas viejas, era un cementerio de la clase media que se había quedado a mitad del camino, la gloriosa clase media de los años sesenta, asfixiada en los ochenta, difunta en el fin de siglo. ¿Era eso?

En una esquina del galerón, un escritorio aislado parecía dar razón de lo que sería una oficina. Buscó un hierro viejo para forzar el cajón, pero no hacía falta, estaba abierto. Abierto y vacío. Ni listas, ni registros, ni siquiera un mugroso inventario. Tan sólo una caja de tarjetas de visita que ofrecía dos teléfonos y dos direcciones, la de la colonia Escandón donde estaba, y una oficina, en el piso 41 de la Torre Latinoamericana, encabezadas por el nombre Juvencio Degollado, gerente.

La Torre Latinoamericana fue durante muchos años el centro de la ciudad de México. El Zócalo era el centro ceremonial, el centro simbólico. Pero el lugar para hacer una cita de amor memorable, era al pie de la Latinoamericana, en la esquina de Madero y San Juan de Letrán. Allí, a la sombra del edificio más grande de México, se reunían los futuros suicidas, hasta que el mirador de la torre fue rodeado por una malla metálica, y se encontraban también las futuras parejas, para subir hasta un bar en las alturas desde el que podía verse casi el fin del mundo conocido. Ahora la torre no era la más alta de la ciudad más grande del mundo, y hasta andaban diciendo que la ciudad de México no era la más grande del mundo, que era mayor Tokio o Buenos Aires. Y de cualquier manera, con la contaminación había días en que poco se podía ver desde las alturas. Y de cualquier peor y pinche manera, para acabarla de joder, la ciudad de México había perdido el centro, no tenía centro, se había vuelto una serie de barrios cuyos habitantes no conocían a los de enfrente, cuyos chilangos habitantes no salían a contemplar el esplendor peligroso del mundo urbano.

La oficina tenía un pequeño letrero a un lado de la entrada: Muebles Degollado. La puerta no tenía seguro y se limitó a darle vuelta al picaporte. Un solo cuarto, con un escritorio al fondo, bajo una alfombra verde sucio, donde Morales, sentado en un sillón giratorio de respaldo muy alto y con las manos sobre la cubierta extrañamente vacía, lo miraba.

- Usted es el que me anda siguiendo. Lo sabía.

- No, yo soy un amigo del que lo anda siguiendo.

- Héctor buscó una segunda silla donde sentarse, pero no había nada. Un refrigerador, un obsoleto paragüero, dos malas reproducciones de Velasco y su valle de México y sus paisajes porfirianos enmarcadas en la pared.

Morales usaba lentes muy gruesos y su mirada miope iba siguiendo la mirada de Belascoarán escrutando el cuarto.

- Una mierda de oficina, ¿verdad?

Héctor asintió de nuevo

- Hace años era elegante tener oficina en la Torre Latinoamericana. Era como de licenciados chingones, de usureros, de dentistas que ponían amalgamas de oro, de representantes de maquinaria alemana.

- Hace muchos años –dijo Héctor reposando sobre el pie bueno. Podía caminar muchas horas, pero no soportaba estar parado, dentro de un rato le dolería la espalda.

- ¿Quiere un refresco? –dijo Morales y señaló al desvencijado Iem Westingouse de un metro setenta. Héctor lo abrió. Estaba casi vacío, una cocacola y media docena de cervezas Sol.

- Nunca me fui. Aquí me quedé en esta ciudad pendeja. Y de vez en cuando como que me veía alguien fijo y como que me reconocía, pero no. Nomás sus puros pinches miedos, y se daban la vuelta y se iban para otro lado. Y a veces era yo el que se culeaba y se metía en el Metro y me pasaba con el culo sudado viéndole atrás de mi espalda.

Morales traía un traje azul deslavado y una corbata roja sobre camisa azul pálido. No tenía a nadie que le planchara la ropa y él no había aprendido a planchársela. Héctor abrió el refresco con la base de una engrapadora que encontró sobre el refri y le dio un largo trago. Sabía a rayos. ¿Morales lo quería envenenar? Escupió el buche sobre la mesa. Morales espantado saltó hacia atrás y abrió un cajón del que estaba sacando una pistola cuando Belascoarán se lo cerró con todo y mano adentro de una patada. Mientras Morales gritaba cosas ininteligibles, el detective se sintió muy orgulloso del paso de ballet que había dado para darle la vuelta al escritorio y patear el cajón con la pierna mala; ahora sí se iba a pasar toda la noche con dolor de espalda. Sacó su pistola y se la mostró al personaje que trataba simultáneamente de secarse la camisa empapada de cocacola rancia y sobarse la mano magullada.

- ¿Qué le puso a la cocacola?

- Héctor pensó que le había puesto una docena de valiums. Morales no le latía para arsénico. Chance 100 gramos de polvo para matar ratas. ¿Todavía vendían eso?

- ¿Qué chingaos, ay, ay, le voy a poner?

–Sabía a mierda –dijo Héctor como disculpándose por el lío que había armado.

–Estaría vieja.

Héctor le señaló con el cañón de la pistola la esquina del cuarto que daba a la ventana. Una buena ventana, cuarenta pisos abajo debería estar la ciudad. Morales se levantó de la silla y Belascoarán ocupó su lugar. No estaba mal el sillón.

- Usted es Morales –dijo Héctor a la nada, sin mirar de frente al tipo que sostenía la mano que se le iba poniendo morada en la muñeca. Tomó la pistola de Morales del cajón y se la metió en el bolsillo de la chamarra.

- Usted mató a Jesús María Alvarado.

- Para nada. Yo nomás lo estaba espiando. Se lo juro por la Virgen de Guadalupe. Yo nomás lo espiaba. Lo mató Ramírez.

- No, usted estaba allí y lo mató.

- Me cae que no. Yo se lo señalé a Ramírez, pero ese día ni arma traía. Le dije, mira, ese es Alvarado, pero nada más. Yo lo apunté con el dedo, pero con el dedo no se mata. Ni sabía qué quería hacerle

- Usted fue torturador en los años setenta.

- ¿Eso le dijeron? ¿Esos cabrones le dijeron eso?

- Usted denunció a su mujer y por su culpa casi la matan.

- Ya nos habíamos separado. Ya no estábamos juntos, y me había puesto una demanda dizque porque le había robado unos cuadros y unas joyas de su abuela.

- Usted estuvo en la Brigada Blanca.

- Yo andaba por ahí, pero no mandaba. Mandaba una pura chingada. Si cuando se ponía bueno un operativo me enviaban a comprar refrescos. Morales comenzó a sollozar. Se quitó los lentes y los tiró al suelo. Luego se le salieron unos enormes lagrimones.

- Yo soy un pobre culero. No soy caca grande. ¿Sabe cómo me hice de algo de lana? De la manera más pinche, robando refrigeradores y estufas en las casas de los que secuestrábamos y luego los desaparecían. Se me hizo fácil. Total, los íbamos a matar. ¿Para qué chingaos querías una estufa si te iban a torturar tres meses y si de churro no te mataban, pues te ibas a pasar años en el bote? ¿Qué?, ¿se las íbamos a dejar a los caseros, a los dueños de los departamentos? Porque nadie de ellos se atrevía a regresar, a entrar a una casa que habíamos tomado. Olía a muerto, estaba quemada. Y ahí me tiene vendiendo estufas y mesas pinches de comedor de formica, y sillones que tenían un hoyo de una quemadura de cigarro. Con eso hice una lana, no mucha.

Era un pobre miserable, un canalla menor. Y Héctor Belascoarán no dudada que en las sesiones de tortura hubiera actuado de suplente, y que se robara archivos, y que de vez en cuando le diera al gatillo, o al puñal, o a la botella de Tehuacán para asfixiar al detenido, o que pateara a alguien desnudo y sangrante que estaba en el suelo.¿Y ahora qué hacía con él? ¿A quién lo denunciaba? ¿En México?

- Vamos a la calle –dijo Héctor de repente.

El pasillo estaba vacío. Héctor señaló las escaleras; 41 pisos a pie, no estaba mal como castigo. Como castigo para su pierna mala.

- ¿Y a dónde me lleva? –preguntó Morales conmedia sonrisa –¿A dónde vamos?

- Usted, a chingar a su madre –dijo Belascoarán repentinamente, con toda la rabia que le daba acordarse de un Jesús María Alvarado al que nunca había conocido y cuyo fantasma le hablaba por teléfono, metiéndole la zancadilla y luego dándole un empujón con el hombro y viendo como el hombre rodaba por las escaleras infinitas, interminablemente, probablemente todos los 41 pisos de la Torre Latinoamericana, hasta la avenida San Juan de Letrán, también llamada Lázaro Cárdenas, conocida por algunos como Eje Central. Hasta el fin. Hasta el infierno.

FIN

Epílogo

Camino a su casa, Héctor Belascoarán vislumbró a dos o tres posibles Morales. Uno de ellos descendiendo de un coche ante un hotel de la avenida Reforma. Trató de sacarse la paranoica sensación de encima, de sacudírsela como quien se quita un mal pensamiento que viene acompañado de un escalofrío, pero sólo logró acrecentarla.

Se cruzó con una mujer que lloraba, silenciosa, sin aspavientos, tratando de cubrirse con un klínex azuloso. Habló de futbol con un vendedor de lotería. Vio a un par de campesinos perdidos y los guió hasta el paradero de camiones del Metro Chapultepec. El traía en la mano un saxofón, ella un saco de pan duro.

La ciudad tenía hoy un tono apacible, pero Héctor no podía sintonizar con ella. Los Morales seguían apareciéndose de vez en cuando: a mitad del beso furtivo de unos adolescentes que se despedían al pie de un trolebús, en la puerta de una joyería que estaba cerrando las cortinas...

¿Se estaba volviendo loco? ¿Era más lúcido y más sabio que nunca? ¿Estaba más solo que perro y por eso vivía con fantasmas que salían del pasado?

La idea del perro le recordó que tendría que llamar a Monteverde para reportarle el final de la historia. Tenía también que llevarle un regalo al perro. Le había gustado el chorizo. ¿Medio kilo de longaniza de Toluca? Se iba a morir el pobre Tobías, pero de felicidad; decidió que el perro bien podía librarla con un cuarto de kilo y el otro cuarto de kilo se lo podía comer él con huevos revueltos.

Se quitó los zapatos y los fue empujando a punta de calcetín hasta el centro del cuarto. La habitación estaba vacía. Nunca había podido, ni querido, ni pensado en comprar muebles. Tan sólo la alfombra y, en una esquina del cuarto, una lámpara de pie, el sillón de sentarse a pensar y el teléfono a su lado, vacilando sobre la pila de los directorios telefónicos de la ciudad de México, los viejos y los nuevos.

Buscó un refresco en el refrigerador y encontró una enorme Lulú de grosella de tres litros sin estrenar. Se sintió feliz. ¿A qué hora se la había comprado? ¿Cuándo había pensado en tener una fiesta de refresco de grosella, tabaco y Mahler? En la calle los adolescentes yuppies que habían invadido el barrio para cenar de restaurante, hacían ruidos, ruiditos, carcajadas; frenaban ruidosamente sus automóviles y sonaban bocinas. ¿Qué estaría haciendo Elías Contreras en estos momentos en Chiapas? Allá todo debería ser más claro, más transparente el aire, más nítidos los enemigos, más simples las cosas, más claras las trampas, los hoyos en la vereda. Se asomó a la ventana y miró por encima de la calle, a muchas más calles de distancia, hacia el invisible Ajusco, hacia las pálidas luces del Castillo de Chapultepec, por encima de la selva de antenas de televisión.

Pensó en mandarle un telegrama a Elías Contreras, pero seguro que si escribía algo como “Mi Morales chingó a su madre”, se lo iban a censurar.

El timbre del teléfono sonó repentinamente. Héctor miró con desconfianza el aparato negro y viejo, de orejitas, como de los años sesenta, que le había heredado un inquilino al que se lo había heredado otro viejo casero, y dejó que sonara otro par de veces. Luego saltó la contestadora.

- Belascoarán, habla Jesús María Alvarado. ¿Qué crees? Que si querías pescar a Morales y quitarle al Juancho, ya te la pelaste. Se los vendió a los gringos, que se lo llevaron de nuevo a Burbank. Hubiera estado a toda madre que se quedara en México, Juancho podía seguir en la tele haciendo anuncios de Gansitos Marinela en el canal 2. “Osama Bin Laden dice que el mejor pastelito cubierto de chocolate...” Nomás te lo digo para que cuando veas otro comunicado de ese güey en CNN te fijes bien en la marca que trae arriba del ojo derecho, la pequeña cicatriz; porque resulta que...

Héctor dejó que la grabadora cortara al acabarse su minuto y medio. Luego se acercó al teléfono, lo levantó y marcó un número al azar. Contestó una voz pregrabada de una sucursal de Inversora Financiera Internacional:

- Nuestras líneas se encuentran temporalmente ocupadas. Si desea dejar un mensaje marque uno, si desea atención personalizada, marque dos, si desea entrar en nuestro menú principal, marque tres...

Marcó el uno.

- Oiga, les habla Jesús María Alvarado para decirles que si forma parte de su directorio un tal Morales, se anden con mucho cuidado, porque es un tipo muy nefasto, experto en fraudes financieros a la nación en los que trata de chingarse a la inmensa mayoría del personal para beneficio de los menos. Más o menos lo que ustedes hacen, pero en delictivo. O sea que es muy mal rollo el tal Morales...

Colgó sintiéndose enormemente satisfecho, como niño estrenando pelota. Como adolescente que ha descubierto la suscripción clandestina de su papá a Playboy. Levantó nuevamente el teléfono y marcó de nuevo al azar.

- Este es contestador de Susana Quirós –dijo una voz juvenil –si desea mandar un fax hágalo ahora, si quiere dejar un recado espere al bip...

- Le habla Jesús María Alvarado, para informarle que... –comenzó a decir Héctor Belascoarán Shayne, detective independiente.

(segundo) FIN Ciudad de México, fin del invierno de 2005