Podemos: control de daños

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Héctor Meleiro, 17 diciembre 2017

Ha transcurrido poco menos de año y medio desde las elecciones generales del 26 de junio de 2016, pero para Podemos se han movido muchas cosas. De soñar con el sorpasso al PSOE se ha pasado a hablar del virtual sorpasso de Ciudadanos al partido morado en algunas encuestas. A continuación, propongo hacer un pequeño ejercicio de control de daños para saber qué votantes se están desenganchando de Podemos.

Para ello he cogido dos estudios del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS): el estudio postelectoral de las elecciones generales del 26 de junio (estudio 3145) y el barómetro de octubre de 2017 (estudio 3191). Para el primer estudio, cojo el recuerdo de voto a Unidos Podemos. Para el segundo, uso la variable voto + simpatía.

Comparando estos dos conjuntos podemos saber en qué sectores está retrocediendo más Podemos. Empecemos por las variables sociodemográficas: sexo, edad, nivel de estudios y clase.

Como ya han dejado claro numerosos análisis, Podemos se constituyó desde un principio como un partido eminentemente joven, más popular entre quienes tienen estudios superiores y Formación Profesional. que entre quienes tienen secundaria o menos, más o menos transversal en términos de clase, pero con un apoyo mayor entre las clases medias y altas, y con un importante sesgo masculino en su electorado.

Pues bien, por si alguno tenía dudas estas cuatro características siguen siendo ciertas. Podemos seguiría siendo el partido más votado entre los menores de 35 años y entre los universitarios, aunque retrocede en todos los grupos de edad y niveles de formación. El sesgo masculino de sus apoyos no solo se mantiene, sino que crece: solo un 10,5% de las mujeres encuestadas en octubre estaban dispuestas a votar o simpatizaban con el partido de Pablo Iglesias, frente al 21,8% que lo hacían por el PSOE o el 18,3% que lo hacían por el PP. En cuanto al apoyo a Podemos por clase social, los datos apuntan a que estaría retrocediendo en mayor medida entre las clases medias y altas.

Hasta aquí todo correcto. Son números que deberían preocupar a Podemos, pero no especialmente. El partido morado está perdiendo fuelle, pero lo hace más o menos homogéneamente entre todos los sectores. El apoyo de las clases medias es quizás más preocupante, pero lo verdaderamente grave en mi opinión es lo que viene a continuación.

Más a la izquierda y menos español

Como sabemos, históricamente la mayoría de los españoles (entre un 25% y un 30%) se ha autoubicado entre el 3 y el 4 en el eje ideológico, siendo 1 extrema izquierda y 10 la extrema derecha. Aunque es conocido el rechazo inicial de Podemos a etiquetarse con las categorías clásicas de izquierda-derecha, emergió seduciendo sobre todo a una mayoría progresista que iba desde la extrema izquierda hasta la izquierda moderada, pasando también por un conjunto de votantes más desideologizados y desencantados con la política tradicional. El giro a la derecha del PSOE iniciado con los recortes de mayo de 2010 había allanado el terreno para una operación política de este tipo.

En esa capacidad de seducir a la vez a una mayoría progresista y a un conjunto de votantes desideologizados residían las posibilidades de Podemos de asaltar los cielos. Sin embargo, a día de hoy podemos decir que está cada vez más lejos. Si el 26J (2016) ya supuso un retroceso en este sentido respecto al 20D (2015), los últimos datos del CIS al respecto dan cuenta de hasta qué punto Podemos está siendo acorralado en la esquina izquierda del cuadrilátero: Podemos retrocede entre los votantes de izquierda moderada y los desideologizados que ni saben ni contestan sobre su ubicación en el eje ideológico (éstos suponen nada menos que el 25% de los encuestados). Lo más sorprendente de todo es que no es el PSOE quien recuperaría esos votos, sino Ciudadanos. El partido de Albert Rivera está siendo capaz, por ahora, de crecer al mismo tiempo entre los votantes de izquierda moderada y los de extrema derecha.

En paralelo a la izquierdización del perfil de su votante, Podemos se está desconectando también de quienes defienden el Estado de las autonomías tal y como existe en la actualidad, y entre quienes quieren una mayor centralización del Estado. Como podemos ver en los siguientes gráficos, Podemos aguanta bien entre quienes defienden una mayor descentralización y entre quienes querrían unas comunidades autónomas con derecho a independizarse (que suponen poco más del 23% de los españoles), pero retrocede de forma significativa entre el resto de opciones (en las que se encuentra más del 65% de los españoles). De forma correlativa a lo anterior, Podemos también retrocede entre quienes se sienten más unívocamente españoles, pero también entre quienes se sienten tan españoles como de su comunidad autónoma. En definitiva, el perfil del votante de Podemos es cada vez más de extrema izquierda y menos español. Y eso es lo peor que le puede pasar a quien lo que pretende es refundar la patria desde valores progresistas.

Una hipótesis plausible de por qué le está ocurriendo esto puede ser la de que los costes sobre su posición sobre Cataluña están empezando a pasarle factura. Podemos no se ha caracterizado por tener posiciones políticas extremadamente estables. Desde la indefinición de sus orígenes pasó más tarde a concretar su programa en términos de políticas públicas y a base de opiniones políticas sobre la Transición. Posiciones a menudo cambiantes y muchas veces matizadas o cuestionadas por las diferentes caras y corrientes que configuran el espacio político morado.

Sin embargo, la posición que más clara e invariablemente han mantenido desde el inicio es la de que el problema catalán ha de resolverse con un referéndum acordado. Una posición firmemente defendida, pero de la que no se presumía públicamente en exceso (al menos no fuera de Cataluña). Pero entonces, ¿por qué le pasa factura ahora?

Mi respuesta es que en la medida en que la cuestión territorial no fue una cuestión central en la campaña del 26 de Junio (ni en la del 20 de Diciembre), Podemos pudo seducir a un electorado que, en el fondo, preferiría una recentralización o simplemente el mantenimiento del statu quo, y que le votó a pesar de su posición respecto al encaje de Cataluña en España. Esos ciudadanos probablemente votaron a Podemos pensando más en su sólida defensa de los servicios públicos o en su carácter de partido anti-casta que en sobre cómo se debería articular territorialmente el Estado.

Ahora que la cuestión territorial cobra un importante protagonismo más allá de las fronteras de Cataluña, puede que Podemos esté sufriendo el coste de una posición difícil de comprender en la España interior y entre los ciudadanos de la periferia más identificados con la nación española.

Según datos de una encuesta de My Word, solo un 41,6% de quienes recuerdan haber votado a Unidos Podemos el 26J prefieren un referéndum como solución a la cuestión de Cataluña. El 37,5% de los votantes morados prefiere una reforma constitucional federal, e incluso un 7,1% preferiría la reducción de la autonomía del Gobierno de Cataluña. Esto significa que Podemos está defendiendo el referéndum a pesar de que más de la mitad de sus votantes no prefieren, en principio, su celebración como solución al problema. Es sin duda una posición coherente, pero puede suponer una merma importante de apoyos si el marco de la articulación territorial de España protagoniza las próximas elecciones (ya sean autonómicas o generales).

Es cierto que, como han señalado algunos, las opciones que ofrece la pregunta de My Word no son mutuamente excluyentes. Es perfectamente razonable suponer que haya gente que esté a favor de un referéndum acordado, sea contrario a la independencia y defienda una reforma de la Constitución española en sentido federal. De hecho, es el espacio electoral que se disputan Catalunya en Comú y el PSC. Pero lo cierto es que Podemos se enfrenta al nudo gordiano de la izquierda española: conciliar las demandas de mayor autonomía que vienen de la izquierda de determinados territorios con las voces que piden todo lo contrario desde la mayoría de comunidades autónomas. Frente a una derecha cuyas bases electorales tienen una posición más clara a lo largo y ancho del territorio español a favor de la recentralización (o, como mucho, del mantenimiento del statu quo), para la izquierda la articulación territorial del Estado es un verdadero rompecabezas.

El nudo gordiano de la izquierda

Como evidencian los estudios postelectorales del CIS sobre las elecciones autonómicas, solo en cuatro comunidades autónomas existe una mayoría de votantes de partidos de izquierda estatal que desean una mayor descentralización. En el resto, o bien la mayoría se decanta por la recentralización de competencias o por el actual Estado de las autonomías.

No creo que lo aquí planteado sea la única razón por la que Podemos cotice a la baja en los estudios demoscópicos. Pero sí que, a la larga y si no se da una solución a esta cuestión, puede suponer el principal obstáculo para consolidar la coalición de votantes que optó por Unidos Podemos el 26J. Y ese debería ser, en mi opinión, el objetivo primordial de sus dirigentes ahora mismo.

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