El País, 23 de agosto de 2021.
Lo que acaba de ocurrir en Afganistán es emblema del fracaso político y cultural de la visión del mundo de Occidente, encabezado por Estados Unidos, frente a un país que no pertenece a la misma esfera de pensamiento. Los talibanes afganos encarnaban, a fines de los noventa, un poder sanguinario y medieval, predecesor del ISIS iraquí y sirio. Como respuesta inmediata a los atentados del 11-S de 2001, EE UU los expulsó del poder, interviniendo con su vieja estrategia de destrucción total de un país que se concebía cuna de los terroristas. Desde aquel entonces y hasta 2021, los demócratas afganos prooccidentales han vivido entre la espada fundamentalista que seguía luchando en el país y la pared del ejército occidental de ocupación.