Nueva Tribuna, 11 de junio de 2024.
El diálogo político y la conversación pública sobre los futuros posibles o deseables de la Unión Europea (UE) merecían haber estado en el centro de la campaña electoral. No fue así, el debate se despilfarró en demagogia divisiva y navajeo político. La información, el análisis y las propuestas de reforma quedaron fuera de la campaña y el horror al vacío llenó la propaganda política de ese pensamiento mágico que confunde la repetición de consignas y la formulación de deseos con propuestas. Una abstención del 50,8% da cuenta de la indiferencia con la que una parte significativa de la ciudadanía observó a distancia una campaña que no le decía nada o no le importaba. Ni los partidos que aspiran a representar a la ciudadanía ni esta UE despiertan la confianza o las ilusiones que podrían llevar a la mayoría a dedicar una hora de su tiempo libre del domingo a ir a votar.