Marzo de 2022.
Mi primera reacción estuvo condicionada por la idea de que Ucrania no tenía nada que hacer frente a la maquinaria de guerra rusa y que lo mejor que podría ocurrir era que la ofensiva rusa alcanzara sus objetivos lo antes posible para que las pérdidas de vidas humanas y el destrozo material no fueran muy elevados.
No tardé en comprobar que estaba equivocado.
Dos hechos me hicieron cambiar de opinión.