A. Laguna
El peso de la imagen proyectada
(Página Abierta, 182, junio de 2007)
Ay, que no que no
Que yo no voy al Rocío
Porque el porvo que levantan los bueyes...
... las carretas, los tractores de la duquesa
No me deja ver er camino
(Los Mártires del Compás)
El titular escogido para las notas que publicamos en el 2003 sobre las elecciones municipales y autonómicas era “Los límites de la oposición al PP”, entonces en el Gobierno y con mayoría absoluta en el Parlamento. ¿Habría, ahora, que titular este texto correspondiente a las recientes elecciones “Los límites de la oposición al PSOE” o mantener aquel título? Los dos valdrían igual y, sospecho, agradarían a unos posibles lectores y a otros. De todas formas, se ha elegido otro.
Corría entonces en el 2003, previa a las elecciones, una ilusión entre el electorado de izquierdas: hacer morder el polvo al PP, recogiendo para ello el malestar social, sobre todo, por su apoyo a la guerra de Irak y por sus responsabilidades en la catástrofe del Prestige.
Las elecciones se saldaron con muy pocos huevos rotos en la canasta del PP: menos votos que el PSOE, pero más concejales y algunos retrocesos. El PSOE “ganaba” las elecciones, y con los diputados de IU lograba algo muy importante: el Gobierno de la Comunidad de Madrid. La “traición” de dos de sus diputados dio al traste con ello y hubo que repetir las elecciones. A pesar de que todo apuntaba a una implicación corrupta de algún dirigente del PP madrileño, la imagen de la FSM quedó deteriorada; la de su candidato y dirigente, Rafael Simancas, también. Celebrada esa especie de segunda vuelta electoral, el PP de Esperanza Aguirre obtuvo la mayoría absoluta (1).
Pasadas las elecciones de 2003, nada hacía pensar que el PP perdería las siguientes, las generales del 14 de marzo de 2004, hasta dos días antes de que la gente acudiese a las urnas. Nadie lo esperaba, ni tan siquiera el mismo PSOE. Hasta esa fecha, todo indicaba que la alternativa de cambio de Gobierno, que podía pasar por el PSOE, no estaba madura. No en vano la impresión era que seguía aún su travesía del desierto. Zapatero y su grupo se habían hecho con la dirección del partido, con escaso margen frente a Bono, algo menos de cuatro años atrás (julio de 2000) y el partido precisaba de mucha renovación y de un impulso de imagen pública.
Con Zapatero en el poder, una nueva ilusión fue naciendo en la izquierda, junto a una gran desazón y cabreo, por una interpretación muy propia de la imagen proyectada por el PP: la crispación que generaba en la vida política, las insidias, las arteras maniobras, le pasarían factura al final. Ilusión que chocaba, en parte, con las sucesivas encuestas de estos años.
Nuevas imágenes
Desde hace tiempo se viene observando que el Gobierno del PSOE parece ir contracorriente, a merced de la estrategia de propaganda y opinión que proyecta el PP. Siempre del lado de la respuesta, pocas veces adelantándose y presentando sus bazas, sus logros, y con poca fuerza de convicción.
Algo similar parece estar pasando ante los resultados electorales de la municipales y autonómicas de este año. Existe un salto entre lo que pesa la realidad de los resultados del conjunto y lo que pesa lo que hace valer el PP.
Todo el mundo está de acuerdo –los datos cantan– en que el PP es el vencedor por el número total de votos de estas elecciones, y que, sin embargo, el PSOE, con unos 156.000 votos menos que el PP, gana poder territorial. Entonces, ¿por qué la imagen que parece superponerse sobre cualquier otra es la de la gran victoria del PP y el desastre del PSOE? Dos posibles razones se me ocurren: también en esto se defiende mal el PSOE y Madrid es un amplificador potente, por la influencia, entre otras cosas, de lo que concentra en lo político, económico e institucional, y también en el plano informativo.
Pero cabría hablar también de otra tercera: lo que aún en algunos sectores de la población de izquierdas “pesa” la memoria, esa visión del territorio madrileño y valenciano históricamente de izquierdas. Hay quien, no obstante, de un modo menos vasto (o basto), se pregunta por la inclinación hacia la derecha del electorado madrileño, cuando un 39% de los ciudadanos se declara de izquierda, un 27% de derecha y sólo un 16% de centro (2). Pero esos datos querrían decir que al PSOE y a IU juntos les corresponderían 1.755.000 electores del conjunto y han obtenido 1.140.100 votos; mientras que al PP le corresponderían 1.215.000, y sin embargo ha conseguido ese número de votos y 270.000 más. La explicación habrá que buscarla en tres ámbitos: el de lo votos de centro que se inclinan hacia la derecha, en el de la abstención, sobre todo del electorado que se declara de izquierda, y en que las razones del voto en este tipo de elecciones son muy particulares y no siguen la única pauta de la adscripción ideológico-política.
Elecciones municipales: algunos datos
Conviene, pues, hacer un repaso de los resultados para colocar una imagen menos distorsionada de la que se resalta más. Empezaremos por las elecciones municipales.
A estas alturas ya es bien sabido que la participación electoral (63,7% del censo) –gran motivo de preocupación– ha descendido en cuatro puntos en relación con la de 2003 (67,68%); participación esta última, por cierto, superior en más de tres puntos a la de 1999 (64%). Un dato a retener.
El comportamiento del electorado de cada comunidad autónoma en relación con la participación no es llamativamente diferente al de ocasiones como la de las elecciones de hace cuatro años. Pero ante un aumento de la abstención como el habido (no han votado unos 12.773.000 electores), sí resaltan por arriba y por abajo algunos datos. Las comunidades de mayor participación han sido Extremadura (74,7%), Castilla-La Mancha (73,46%), Navarra (73,1%), que supera incluso en dos puntos las participación de 2003, Cantabria y Castilla-León. Por la amplia abstención, superior al 40%, destacan Illes Balears y Cataluña, en donde Barcelona-provincia da la mínima (51,19%). Muy cerca de ese 40% han estado Asturias y Canarias. Ahora bien, dentro de alguna comunidad, como ha sido el caso de Andalucía (62,75%), los porcentajes han sido muy diversos, por debajo de la media se han colocado Cádiz, Málaga y Sevilla, y muy por encima Jaén (71,27%), posiciones similares a las de las anteriores elecciones locales.
La gran incógnita, como suele suceder, se coloca en las causas de la abstención. De entrada, parece evidente que, a pesar de que para lo más militante de la izquierda eran muy importantes desde un punto de vista de la política general, no específicamente de la local: “había que impedir una victoria del PP”, esa tensión sólo quizá se ha dado en algunos casos, pocos, y en ellos se ha notado. Cabría pensar que la bronca política haya llevado a la desgana o desinterés en la gente joven, más proclive a votar a la izquierda. O el cansancio tras tantas convocatorias electorales y el desapego hacia los políticos, caso posible de Cataluña.
Seguramente, como ha sido claramente el caso de Madrid –ciudad, comunidad y algunos pueblos importantes–, los candidatos para bien, y sobre todo para mal de los socialistas, han influido lo suyo; como probablemente el desinterés producido en algún sector del electorado madrileño de izquierda por lo inevitable de la victoria del PP, a tenor de las previsiones que cantaban las encuestas. Pero, también, hay quien le ha echado la culpa al Rocío...
En estas elecciones municipales, el PP sólo ha ganado algo más de 38.000 votos (un 0,5%), mientras que el PSOE ha perdido 241.000 (un 3%). En relación con ese incremento de votos del PP, hay que analizar cómo se ha comportado el electorado en todo el territorio. Para ello escogemos tres comunidades en donde el PP “arrasa”. En Madrid gana unos 98.500 votos sobre lo obtenido en 2003; en la Comunidad Valenciana, algo más de 96.000, y en Murcia, casi 18.000. En total: 212.500 votos. Lo que quiere decir que ha debido perder en el resto del Estado 174.000 votos.
En cuanto a la pérdida de votos del PSOE –seguimos hablando de las elecciones municipales–, más del 65% se corresponde con sus resultados en Madrid. El comportamiento, sin embargo, de su electorado en la Comunidad Valenciana es diferente: pierde muy pocos votos, aunque bien es verdad que la participación es superior en 6,5 puntos a la estatal.
La cosa cambia si hablamos de concejales: el PSOE gana al PP. De los 66.162 concejales a elegir, el PP ha perdido 267, mientras que el PSOE gana 802. En relación con el PP, si volvemos a hacer similar operación también en las tres comunidades citadas antes, veríamos que entre las tres gana 423 concejales, lo que da como resultado que, si ha perdido en el conjunto 267, en el resto de las comunidades ha perdido 690 concejales. Lo que no quiere decir que ni en esto ni en los votos se produzcan similares resultados en todas esas geografías electorales, fuera de Madrid, Murcia y la Comunidad Valenciana.
Llegados aquí hay que advertir, no obstante, que estamos hablando de cambios pequeños referidos al conjunto del territorio, aunque no para una buena parte del resto de las fuerzas políticas. Si exceptuamos el PAR (Partido Aragonés Regionalista) y el PRC (Partido Regionalista de Cantabria), que han ganado peso electoral, y dejando aparte las fuerzas nacionalistas vascas, que requieren un análisis más afinado, el resto ha sufrido retrocesos, algunos considerables, como son los casos de ERC, PA (Partido Andalucista), la Chunta Aragonesista, Coalición Canaria, y el ya muy minoritario PSA.
Casos peculiares son IU e ICV/Verds. IU, la tercera fuerza política en votos y la cuarta en número de concejales, ha perdido casi 178.500 votos (3). Sin embargo, se mantiene como una fuerza con muchas opciones de entrar en gobiernos locales y autonómicos como llave de una mayoría de izquierdas. En posición similar se encuentra el BNG, aunque su porcentaje de pérdida de voto es pequeño: un 3%.
El peso territorial
Para sacar conclusiones sobre los resultados electorales en las municipales y autonómicas es preciso desvelar cómo queda el mapa del poder: quién va a gobernar en los ayuntamientos y diputaciones, y en las instituciones autonómicas.
Si escogemos las capitales de provincia y las ciudades de más de 100.000 habitantes, el cuadro municipal que resulta es el siguiente. De estas 71 ciudades (de las que 54 superan el centenar de miles de habitantes), cuando escribimos estas notas, las alcaldías de 34 van a parar al PSOE (una buena parte, gracias a diversos apoyos) y 25 al PP (más en solitario). En esas 59 ciudades se han producido pocos cambios, aunque algunos de cierta importancia: Las Palmas, Ourense, Jerez de la Frontera, Jaén, Vigo y Toledo (antes del PP), y Tarragona (antes de CiU) pasan o pasarán, seguramente, al PSOE; Guadalajara (antes del PSOE) pasa al PP.
Del resto de las ciudades, quedan aún pendientes de los pactos posibles: por un lado, Palma de Mallorca, Vitoria, Soria, Zamora, Teruel y Cáceres, en las que el beneficiado principal sería el PSOE, aunque podría mantener Soria y Zamora el PP; y por otro, Pamplona y Logroño. Las cuatro restantes pertenecen, respectivamente, a PNV (Bilbao), IU (Córdoba), BNG (Pontevedra) y Coalición Canaria (Santa Cruz de Tenerife).
Fijémonos ahora en los resultados de las elecciones a los parlamentos o juntas de las trece CC AA que celebraban esos comicios al mismo tiempo que los municipales; fundamentalmente al panorama autonómico que dan como resultado, sumado lo existente en las cuatro no convocadas en esta fecha.
El mapa autonómico no varía sustancialmente, y si lo hace es para favorecer al PSOE frente al PP. Los socialistas se encuentran al frente de Andalucía, Galicia (en coalición con el BNG) y Cataluña (con ICV y ERC), y ahora han mantenido Extremadura y Castilla-La Mancha; seguramente, sigan al frente de Aragón y Asturias, y los diversos pactos le pueden situar en los Gobiernos de Canarias, Baleares y la Comunidad Foral de Navarra. Por su parte, el PP mantiene Madrid, la Comunidad Valenciana, Castilla-León, Murcia, Ceuta y Melilla; y podría no ceder Navarra (UPN) y Baleares. Nos queda la CAV (Comunidad Autónoma Vasca), en manos del PNV, con EA y Ezker Batua (IU), y Cantabria, en manos de PRC en coalición con el PSOE.
Para terminar, y ya que hablamos de imágenes, demos un poco la vuelta a lo dicho hasta aquí, y hablemos de una imagen seguramente fiel a la realidad: las elecciones han enseñado la falta de solidez del Partido Socialista, particularmente en Madrid, donde además arrastra consigo, en esa imagen de debilidad, al Gobierno y a Zapatero. Una imagen que proyecta una sombra oscura y alargada sobre el futuro electoral. Unos parecen crecerse y otros parecen achantarse, y eso suele tener consecuencias negativas para estos últimos. Veremos qué pasa.
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(1) En el número 141, de octubre de 2003, de Página Abierta se publicó un artículo sobre esta crisis surgida en la Comunidad de Madrid, titulado “Blanco, Caldera y Zapatero”. Dicho artículo, que analizaba el fiasco del electorado volcado con el PSOE e IU frente al PP y cómo habían sido tratados estos hechos, finaliza así: «Ahora todo apunta a que el PSOE ha perdido en la batalla política, que su imagen ha quedado más deteriorada y que perderá la batalla electoral de la Comunidad de Madrid. Aunque, nunca se sabe...».
(2) Editorial de El País (28 de mayo de 2007).
(3) Mucho peor que en Cataluña y en el conjunto del Estado le ha ido a IU-Esquerra Unida del País Valencià.
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